Bien puede decirse que el 28 de agosto es un día fetiche para el deporte argentino. Todo comenzó a la mañana, en Atenas, en donde se estaban disputando los Juegos Olímpicos, a cien años de su instauración en la modernidad.

A la selección argentina de fútbol era el único título "grande" que le faltaba. Dos veces se le había escapado el oro olímpico (en Amsterdan, 1928 y en Atlanta, 1996); no había que desaprovechar esa nueva oportunidad.

Con la intención de contundente de aspirar a lo más alto del podio, el equipo dirigido por Marcelo Bielsa, también entrenador del seleccionado mayor, reunió a los mejores jugadores menores de 23 años y a Gabriel Heinze, Roberto Ayala y Cristian González, los tres futbolistas permitidos que podían  superar esa edad, el límite que ponía el Comité Olímpico para participar del certamen.

La fase de grupos lo mostró líder con nueve puntos, superando a Australia, Túnez y Serbia y Montenegro. En cuartos de final el rival vencido fue Cosra Rica y en semifinales, el duro escollo, Italia, también claudicó. La final fue ante Paraguay, en la que se sufrió en el segundo tiempo hasta llegar a la victoria. Fue 1 a 0. El tanto lo hizo Carlos Tevez, que con ocho goles fue el máximo anotador. Argentina convirtió 17 goles y no le marcaron ninguno. Fue la primera gran alegría ese día para una delegación argentina que volvería a festejar un rato más tarde, después de la medalla de oro conseguida por Tranquilo Capozzo y Eduardo Guerreroen Helsinski 1952.

Y también el básquetbol

La que después de esa victoria inobjetable ante Italia empezaría a llamarse la Generación Dorada del básquetbol, llegó a esa instancia con bastante sufrimiento. El recordado doble de Emanuel Ginóbili ante Serbia en el partido debut, fue seguido por las victorias previsibles ante China y Nueva Zelanda y las derrotas frente a España e Italia.

Los cuartos de final se consumieron en el fuego que emanaban 20000 hinchas que alentaron al seleccionado griego, el primer derrotado en la recta final hacia la medalla de oro. El triunfo ante los locales, grandes candidatos a subirse al podio, fue el estímulo imprescindible para derrotar a Estados Unidos en una semifinal para el ensueño y para llegar a la final ante los italianos. un desafío posible a pesar de haber perdido ante ellos en el encuentro inaugural.

Con una gran actuación colectiva, que refrendó todo lo hecho a lo largo del certamen, Argentina se impuso por un claro 84 a 69 para llevarse la anhelada medalla de oro, constituyéndose en el segundo gran golpe en un mismo día del deporte argentino en los Juegos Olímpicos de Atenas.