Que América Latina está socialmente convulsionada no es novedad.

Pero en relación a las protestas surgidas en Chile, Ecuador y Honduras, la situación en Haití es poco difundida.

Este lunes, la población inicia su séptima semana consecutiva de protestas, con epicentro en la capital, Puerto Príncipe.

La intervención del Fondo Monetario Internacional (FMI) es, también en este caso, epicentro de las críticas contra el presidente Jovenel Moise, que asumió en 2017.

A mediados del mes de septiembre se iniciaron los reclamos, que se tornaron en algunos casos multitudinarios, y no faltó la represión.

El disparador se dio a principios de año, cuando se supo que autoridades gubernamentales desviaron alrededor de 2.000 millones de dólares de fondos pertenecientes al Petrocaribe, un programa de ayuda energética que auspicia Venezuela, y le permite obtener un subsidio del 60% en los combustibles.

Desde entonces, las clases se vieron resentidas, y se agudizaron las dificultades para el acceso a alimentos, remedios y agua potable.

El Instituto Internacional para la Democracia y Asistencia Electoral (IDEA Internacional) informó que, hasta finales de octubre, la cantidad de muertes había llegado a 42, entre ellas un periodista, y otras 86 personas resultaron heridas.

El director para América Latina del organismo, Daniel Zovatto, pidió a países de la región poner la atención en tierras haitianas.