El conflicto en la OPEP entre Rusia, que anunció que no disminuirá su producción, y Arabia Saudí, que pedía recortar las cuotas de producción para que no caiga el precio, terminó con una de las bajas más pronunciadas de la historia en el precio del barril, que el lunes de esta semana perforó el piso de 25 dólares.

De inmediato, la administración de Donald Trump ordenó comprar hasta 30 millones de barriles para aprovechar los bajos precios. También logró que la caída se frenase algo, pero no lo suficiente para estabilizar el precio en niveles que permitan la continuidad de la producción de las 4000 explotaciones de petróleo no convencional (shale oil) que transformaron a USA en el primer productor de crudo del mundo.

Esta reacción sorprendió a los analistas que la semana pasada empezaron a encontrar lógica a la movida, cuando la administración informó que no se detendrían las licitaciones en curso para ofertar 400.000 hectáreas off shore en el Golfo de México, en dónde no hay licitaciones desde 2016. Y prontamente, seguirán áreas continentales en los principales estados petroleros.

Al menos esta es la opinión del analista Dino Grandoni, especialista del The Washington Post: una baja en el precio del petróleo hará que las empresas, la mayoría de ellas importantes aportantes de la campaña electoral de Trump, obtengan estar áreas por valores muy inferiores a las que habrían pagado en otro contexto de precios.

Se dirá que entre los petroleros del shale oil de USA también es grande la lista de aportantes a Trump. Tampoco cundirá el pánico allí. El secretario del Tesoro Steven Mnuchin ya anunció que la administración gastará 20 mil millones de dólares para mantener la  Reserva Estratégica de Petróleo para mantenerlos a flote.

Una de las formas en que los amigos del republicano, se beneficiarán por el coronavirus. Y que debería redundar en jugosos aportes de campaña para Trump.