"Son las aguas de marzo cerrando el verano
Es la promesa de vida en tu corazón"

Del tema "Aguas de Marzo" de Tom Jobim

En la icónica canción brasilera, las aguas del fin del verano son alabadas como una promesa de vida. Toda una perspectiva vital de alabanza a la naturaleza que no se condice con la brutal realidad de los 15 de febrero recientes: este año en Petrópolis, en 2015, en las Sierras Chicas.

Es que las aguas del fin del verano han comenzado a caer, producto del calentamiento global, de un modo tan drástico, que la infraestructura urbana es incapaz de contenerlas.

El fenómeno en las favelas

Brasil, como gran parte del mundo, se ve cada vez más obligado a tener en cuenta los impactos cotidianos del cambio climático. Los científicos demuestran que es en gran parte responsable de los fenómenos meteorológicos extremos que han azotado recientemente al país: primero intensas sequías, luego lluvias torrenciales y ahora inundaciones de norte a sur que han dejado cientos de muertos.

A última hora de la tarde del último 15 de febrero, en las montañas cubiertas de nubes de Petrópolis, una ciudad histórica a 70 kilómetros al noreste de Río de Janeiro, comenzó un aguacero. En cuestión de horas, la lluvia de un mes había sumergido la ciudad. El fenómeno desencadenó inundaciones y deslizamientos de tierra que mataron a casi 200 personas, desaparecieron cientos más, y dejó muy claro cuán indefensas estarán las favelas de Brasil en una nueva era de cambio climático desestabilizador.

Las comunidades precarias y empobrecidas, que a menudo se desparraman por las colinas escarpadas, desafiando la geografía y la gravedad, son la característica arquitectónica más distintiva del país. Siempre han sufrido de manera desproporcionada durante los desastres naturales. Pero a medida que las lluvias y las inundaciones aumentan en frecuencia y ferocidad, los científicos aseguran que se vuelvan aún más vulnerables a la tragedia.

“Esta es una bomba de tiempo”, dijo Marcelo Fischer Gramani, geólogo del Instituto de Investigaciones Tecnológicas de São Paulo. “Y ya está empezando a explotar”.

Como en en toda América Latina, los pobres de Brasil están excluidos del mercado inmobiliario formal, agrupándose en lugares a menudo inseguros. En ciclos contradictorios de políticas públicas, los gobiernos cierran los recursos en los ciclos liberales y los destinan insuficientemente en los ciclos populares.

Aunque lo crucial es abordar los problemas sociales subyacentes que dieron origen a las favelas, en la actualidad deberían reubicarse aproximadamente 4 millones de brasileños en áreas de riesgo, dicen los analistas de vivienda.
Mientras tanto, la gente espera el próximo desastre.

Una crisis inmobiliaria ignorada durante mucho tiempo

La historia de las favelas siempre comenzó con la necesidad.

El origen de las favelas se remonta a 1897. Imagen: MALTA, 1920. A.G.C.R.J
El origen de las favelas se remonta a 1897. Imagen: MALTA, 1920. A.G.C.R.J


Se remonta a 1897, en el Morro Providencia de Río de Janeiro.

En 1888, Brasil, el último país de América en abolir la esclavitud, liberó a los africanos esclavizados, pero no les dio dónde vivir. A lo largo de las escarpadas colinas que rodean el muelle de Río de Janeiro, donde muchos de ellos llegaron por primera vez a Brasil, se levantaron las primeras favelas del país. Esas comunidades todavía crecen sostenidamente con personas que no tienen ni el capital ni el crédito para ingresar al mercado inmobiliario formal del país.

Sin ningún lugar a donde ir, las personas sin hogar llegan a un terreno y, sin ponerse a considerar los riesgos, comienzan a establecerse. Primero viene una asamblea de viviendas precarias. Luego, agua, electricidad, televisión por cable, casas de ladrillo y, eventualmente, escuelas y negocios. 

Entre 1985 y 2020, la cantidad de tierra ocupada por las favelas en Brasil casi se duplicó. Una investigación del Instituto Municipal de Urbanismo Pereira Passos (IPP) difundida en enero de 2009 afirmaba que Río de Janeiro tenía 968 favelas, que crecieron en tres millones de metros cuadrados en una década.

La población de las favelas crece más rápidamente que el resto de la ciudad. Fuente: Pequeña Historia de las Favelas, Fessler Vaz & Berenstein Jacques
La población de las favelas crece más rápidamente que el resto de la ciudad. Fuente: Pequeña Historia de las Favelas, Fessler Vaz & Berenstein Jacques

“Brasil nunca le ha dado a gran parte de su población ningún tipo de acceso a la propiedad de la tierra”, dijo Isadora de Andrade Guerreiro, profesora de arquitectura y urbanismo en la Universidad de São Paulo. “La gente vive en la economía informal, por lo que no hay forma de que obtengan financiamiento. Entonces, cuando encuentran áreas vacantes, las personas que no tienen a dónde ir, las ocupan”.

Una vez que las personas se asientan, sacarlas de sus hogares, incluso cuando el terreno en el que están construidas claramente no es apto para habitar, es extremadamente difícil. Las personas asumen el riesgo no porque no lo sepan, dicen los analistas de vivienda, sino porque no tienen otra opción. El barrio está cerca del trabajo. Sus hijos están en la escuela cercana. Incluso si finalmente abandonaran su casa, alguien más se mudaría.

En enero de 2011, en la cordillera al norte de Río, cayó más lluvia en 24 horas de lo esperado para todo el mes. Los deslizamientos de tierra y las inundaciones mataron a más de 900 personas en varias ciudades. En los años posteriores, en Petrópolis, propensa a inundaciones, los funcionarios publicaron varios informes de evaluación de riesgos. Los hallazgos fueron sombríos: casi una quinta parte de la ciudad era vulnerable o extremadamente vulnerable a desastres adicionales. Más de 7.100 familias deberían ser reubicadas.

Pero pocos se movieron alguna vez, un problema ahora exacerbado por los crecientes impactos del cambio climático. La lluvia misma ha comenzado a cambiar en Brasil, no en volumen anual, sino en la forma que toma. Los chubascos caen cada vez más en ráfagas intensas y violentas, aguaceros que derraman el equivalente a la lluvia de semanas en pocas horas. 


En São Paulo, la ciudad más grande de América, la cantidad de días al año con 150 mm de lluvia se ha más que triplicado en las últimas dos décadas. Una tendencia similar se ha visto en la mayoría de los conglomerados urbanos de la región.

“Las lluvias son más intensas, más rápidas y más fuertes”, dijo Christovam Barcellos, climatólogo del instituto de investigación Fiocruz. “Esta es una señal del cambio climático: antes era raro que lloviera de esta manera, ahora es la norma”.