Un estudio reciente advertía que estaba cerca la generación humana que volviese a vivir en un planeta en el que la superficie de bosques y forestas crezca, algo que no ocurre desde hace siglos.

En algún sentido, es previsible. Las petroleras prometen compensar parte de su huella de carbono forestando. Las grandes marcas de consumo masivo dicen lo mismo. Hasta las bandas musicales prometen compensar al ambiente forestando.

Pero para que eso ocurra, varios factores deberán conjugarse. Primero, debería haber superficie suficiente para poner todos esos arbolitos sin restar espacio de los bosques ya existentes ni de las áreas agrícolas, lo que ha sido puesto en duda.

En segundo lugar, forestar puede dañar más de lo que repara, si no se hace del modo apropiado, como cuando se reforesta con especies comerciales no nativas.

Asumidos estos factores, aún es mucho lo que falta por concretar cuando se encaran planes de forestación. Las semillas deben nacer, los plantines prosperar y los árboles permanecer, de modo tal que el efecto esperado de “trampa de carbono” funcione de modo razonable. En suma, no basta poner la semilla o el plantín: el árbol debe implantarse.

Pero ¡ay! una proporción variable (pero muy alta) de los árboles plantados para restaurar los bosques degradados no sobreviven.

Según un estudio que acaba de publicarse, cuando se hacen los seguimientos a largo plazo de los proyectos de restauración, en promedio, casi la mitad de los árboles plantados para restaurar bosques tropicales y subtropicales no sobreviven más de cinco años.

Las tasas de supervivencia variaron mucho entre sitios y especies, lo que indica la necesidad de adoptar el enfoque correcto, considerando los factores locales.

El estudio, publicado en Philosophical Transactions of the Royal Society la semana pasada, analizó datos de crecimiento y supervivencia de árboles de 176 sitios de restauración en Asia, donde los bosques naturales han sufrido degradación. Allí se informa que, en promedio, el 18 % de los árboles jóvenes plantados murieron dentro del primer año, y la proporción aumentó hasta el 44 por ciento después de cinco años.

Para mostrar los contrastes entre diferentes experiencias, el estudio resalta que en algunos sitios, casi el 80 por ciento de los árboles seguían vivos después de cinco años, mientras que en otros había muerto un porcentaje similar.

“La gran variabilidad en la supervivencia que encontramos entre los sitios podría deberse a varias razones, incluidas las densidades de plantación, la elección de especies, las condiciones del sitio, los fenómenos meteorológicos extremos o las diferencias en la gestión y el mantenimiento. Los factores socioeconómicos locales también pueden ser importantes”, dijo la Dra. Lindsay Banin, coautora principal del Centro de Ecología e Hidrología del Reino Unido al sitio de divulgación Sciencedaily.

“Es importante entender qué funciona y por qué, y compartir esa información para llevar todos los sitios al nivel de los más exitosos” y aprovechar todo el potencial para la restauración.

La mayoría de los proyectos miden el éxito por la cantidad de árboles plantados inicialmente, que es el parámetro más sencillo de medir, pero la nueva investigación muestra que muchos de estos árboles no sobreviven a largo plazo.

Un ambiente castigado

El sudeste asiático alberga el 15 por ciento de los bosques tropicales del mundo, que se encuentran entre los más ricos en especies y con mayor densidad de carbono del mundo, y albergan una enorme biodiversidad. La rápida deforestación redujo la cubierta forestal del sudeste asiático en aproximadamente 32 millones de hectáreas entre 1990 y 2010, lo que convirtió a la región en un área de enfoque clave para los proyectos de restauración forestal.

Sin embargo, la replantación de árboles solo es útil si sobreviven lo suficiente como para retener el carbono, y los proyectos deben poder cuantificar su real potencial de bloqueo de carbono y las escalas de tiempo involucradas.

Primer estudio sobre los resultados a largo plazo de los proyectos de restauración

La nueva investigación es la primera en reunir datos para evaluar los resultados a largo plazo de los proyectos de restauración, que están cobrando velocidad y escala gracias a esfuerzos globales. El papel de los bosques como sumideros de carbono y su potencial para las compensaciones de carbono también han hecho que los proyectos de restauración sean más atractivos.

“Por eso es tan importante evaluar los resultados de la restauración a largo plazo y recopilar información que ayude a maximizar las tasas de éxito. Necesitamos que el enfoque se aleje de simplemente plantar árboles para cultivarlos y ayudar a que nuestros bosques prosperen” insisten los autores en la presentación del trabajo.

Dónde la reforestación tuvo más éxito

El equipo de científicos de 29 universidades y centros de investigación descubrió que los esfuerzos de reforestación fueron menos exitosos en áreas totalmente deforestadas que en áreas donde quedaron algunos árboles. Los árboles jóvenes plantados en áreas con árboles maduros existentes tuvieron aproximadamente un 20 por ciento más de posibilidades de supervivencia. En áreas más perturbadas, pueden ser necesarias medidas más intensivas para proteger y mantener los árboles jóvenes, dice el estudio.

Antes (izquierda) y después (derecha). Diez años de progreso en un sitio de restauración de ecosistemas forestales en el norte de Tailandia. Imagen: eco-business.com / Stephen Elliott
Antes (izquierda) y después (derecha). Diez años de progreso en un sitio de restauración de ecosistemas forestales en el norte de Tailandia. Imagen: eco-business.com / Stephen Elliott

En general, según este trabajo, la restauración activa proporciona resultados más rápidos: los sitios donde se plantaron árboles ganaron cobertura forestal más rápidamente que los que se dejaron regenerar naturalmente.

La experiencia local

Para conocer cómo es la evolución de los proyectos de reforestación en Córdoba, consultamos al Biólogo Ricardo Suarez, Coordinador de la Fundación Bosquizar en Acción Andina, una de las ONG que trabaja en la recuperación del Tabaquillo en toda su área de influencia, comenzando en nuestras vecinas sierras grandes con planes que cubren buena parte de la cordillera de los andes.

El tabaquillo (o Polylepis australis si se prefiere la desginación científica) tiene una alta supervivencia en áreas degradadas y no cercanas a otros árboles; eso la hace una muy buena especie para conectar bosques y recuperar cárcavas en dónde casi nada crece. Es originario de la Pampa de Achala en dónde pueden encontrarse otras especies de arbustos, pero es la única que forma bosques.

El tabaquillo se aferra al suelo aún en zonas muy degradadas, como los ejemplares que se ven en esta ilustración, gentileza del Biólogo Ricardo Suárez
El tabaquillo se aferra al suelo aún en zonas muy degradadas, como los ejemplares que se ven en esta ilustración, gentileza del Biólogo Ricardo Suárez

“Nosotros tenemos un 80% de supervivencia, que debe atribuirse a varias razones, entre las que resaltamos el rol del plantador o plantadora. Medida a los 5 años, llega al 75% y según las áreas es mayor”. Son datos correspondientes a los monitoreos anuales que supervisa la propia organización.

Suárez pone de manifiesto una cuestión crucial para determinar cuán exitoso puede resultar este tipo de programas: hay que comparar con las tasas de supervivencia de los plantines nacidos en vida silvestre, que en este caso no supera el 5%.

Para esta diferencia deben apuntarse varias razones. Primero, el poder germinativo de las semillas en ambiente natural es menor que en el vivero y la supervivencia de estos plantones es menor; la gran mayoría muere en los primeros 6 meses.

Cuando se le consulta a qué factores puede atribuirse la alta tasa de sobrevida en estos programas, Suárez resalta el papel de la experiencia y el aprendizaje en el terreno. Los árboles que utilizan son propios de la ecoregión ya que las semillas utilizadas provienen de los árboles de alrededor de 50 km a la redonda del área de plantación. 

Los años han demostrado que debe utilizarse un sistema de plantación estandarizada, garantizando que cada planta reciba el mismo tratamiento. Entre otros factores, por ejemplo, cada una se riega después de plantada una vez y se realizan las campañas muy cerca de la temporada de lluvias. Además, los plantines salen con mucha fortaleza del vivero en base también a un procedimiento controlado de germinación y desarrollo.

“A lo que quiero llegar es que reforestando conscientemente se avanza con gran cantidad de hectáreas por año, naturalmente, dependiendo del tamaño del bosque, sumamos muchos metros por año” nos dice Suárez a modo de conclusión.

Nota: este artículo fue corregido el 23/11/22 para incluir una imagen de tabaquillos implantados en las sierras grandes y los comentarios sobre la especie.