En la meta de desarrollar una divisa digital oficial, Pekín avanza a pasos agigantados, y planea acelerarlos aún más. Su nuevo plan quinquenal, presentado el mes pasado para dirigir la economía nacional hasta 2025, prevé “promover la investigación y desarrollo de la moneda virtual”, en una señal de la importancia que el Gobierno concede a este proyecto.

Hace un año el Banco Popular de China (BPC) empezó a probar esta moneda en proyectos pilotos de cuatro ciudades del país: Suzhou, Chengdu, Shenzhen y Xiong’an, una urbe de nueva creación en las afueras de Pekín. La semana pasada se sumaron otras seis regiones, entre ellas Shanghai y Xi’an. Ya se han repartido más de 100 millones de yuanes (unos 14 millones de dólares) en rifas con premios en yuanes, pero electrónicos. En noviembre se habían contabilizado cuatro millones de operaciones, por valor de 2.000 millones de yuanes. Si todo continúa de acuerdo a lo previsto, la primera prueba internacional de la moneda virtual, que tendrá el mismo valor que el yuan de papel, podría llegar en los próximos Juegos Olímpicos de Pekín, en febrero de 2022.

El yuan digital puede utilizarse en las zonas piloto ya para pagar facturas, transporte, tasas oficiales o para comprar productos en diversas tiendas físicas. De momento, las operaciones solo tienen lugar entre los consumidores que han recibido los monederos virtuales y comercios invitados a participar en la prueba. La aplicación vincula la cartera electrónica con la cuenta bancaria del usuario. Las transacciones se producen en tiempo real, a través de códigos QR generados por la aplicación, aunque la tecnología permite realizar las compras sin necesidad de una conexión online. Es una enorme ventaja en las extensas zonas rurales de China, donde no siempre está garantizado un buen acceso a internet.

La búsqueda de una divisa soberana digital no es exclusiva de China. El 86% de los bancos centrales, según el Banco de Pagos Internacionales (BIS), han comenzado a explorar sus posibles beneficios. Un 60% desarrolla experimentos, y un 14% ha puesto en marcha proyectos piloto. Un interés que viene de lejos, desde que comenzó el éxito del bitcoin y desde el fallido proyecto Libra con el que Facebook se planteaba crear una moneda propia.
La pandemia de coronavirus aumentó la motivación para estudiar opciones de pago que ahorren costos y que eviten el intercambio de billetes de papel o monedas. “Si están bien diseñados, pueden ofrecer un mecanismo seguro, neutral y definitivo de pagos para la economía digital”, declaraba el mes pasado Agustín Carstens, presidente del BIS.

La perspectiva de una criptodivisa que gane aceptación internacional despierta nerviosismo en EE UU, ante la posibilidad de que esa moneda pueda desafiar al dólar como divisa refugio y socavar así uno de los pilares de la influencia global de Washington. El billete verde, la moneda de reserva por excelencia, acumula más el 88% de los pagos internacionales, mientras que el yuan, o renminbi, representa menos del 4%. Su dominio otorga el poder a Washington de expulsar, mediante la imposición de sanciones, a una entidad o individuo del sistema financiero global.

¿Hacia una nueva moneda de reserva?
Pekín ya llevó a cabo sus primeras pruebas transfronterizas, al permitir que lo utilicen determinados residentes de Hong Kong para pagos en Shenzhen. También participa de manera activa en el proceso de creación de las normas que regulen en el futuro estas nuevas divisas.

Los analistas, y los propios funcionarios, sostienen que China tendría que encarar aún muchos cambios para hacer su divisa lo suficientemente atractiva para su uso internacional. Entre otros obstáculos, encara los límites que su Gobierno impone al flujo de capitales, que limitan el envío de yuanes al exterior, y que renminbi no sea una moneda totalmente convertible.

“De momento, no hay indicios de que el BPC vaya a relajar los controles de capital para el yuan digital, aunque eso podría cambiar”, escribía en un reciente informe Martin Chorzempa, del Instituto Peterson de Economía Internacional. En el Foro económico de Boao, la respuesta china a Davos, el economista jefe de la plataforma de comercio electrónico JD.com, Shen Jianguang coincidía en que “si quieres tener una moneda reserva global, necesitas dejar que los extranjeros la tengan y la usen”.

No está claro, tampoco, que por el momento otros países vayan a preferir efectuar sus transacciones en yuanes digitales en lugar de dólares, o incluso yuanes “normales”. El propio vicegobernador del PBOC, Li Bo, ha reconocido que la motivación para el yuan electrónico, al menos de momento, es el uso interno. Pero sí admite que el uso transfronterizo puede llegar a largo plazo. “Nuestra meta no es reemplazar al dólar u otras divisas internacionales… nuestra meta es permitir que el mercado elija, hacer más fácil el comercio y las inversiones internacionales”, dijo Li.

“El estatus del dólar como moneda global clave no va a cambiar tan fácilmente”, declaraba la semana pasada Kazushige Kamiyama, responsable del proyecto de divisa digital nacional en el banco central de Japón. “De hecho, la ventaja del dólar puede fortalecerse aún más si el dólar se digitaliza”.

Un crecimiento exponencial del sector de pagos electrónicos
El interés de Pekín en el proyecto tiene una importante vertiente nacional. China, que comenzó a explorar la posibilidad de una criptodivisa en 2014, ha visto un crecimiento exponencial del sector de pagos electrónicos en la última década. El éxito de plataformas como WeChat o Alipay ha creado no solo todo un ecosistema de miniaplicaciones prácticamente imprescindible en la vida diaria de un ciudadano chino. También un sistema financiero alternativo de tal potencia que ha obligado a intervenir a los organismos reguladores para sancionar a Alibaba y advertir a su brazo financiero, Ant Group. Solo en 2019, las instituciones financieras tramitaron 331.020 millones de pagos de este tipo, un 50,25% más que en el ejercicio anterior, con un volumen total de 3.78 billones de yuanes (unos 500 mil millones de dólares), según el Ministerio de Comercio.

Una criptomoneda oficial, según el director del centro de investigación de finanzas digitales de la Universidad de Pekín, Huang Yiping, podría contrarrestar, al menos parcialmente, la influencia de esas plataformas privadas. “La divisa digital del BPC circula como pago electrónico… lo que puede solaparse con WeChat Pay y Alipay. ¿Las sustituirá al menos en parte en el futuro? Creo que sí”, indicaba al medio digital Zhongguo Fangtan.

A diferencia de bitcoin, una moneda concebida para garantizar el anonimato y la descentralización, el yuan digital permitirá un férreo control a su banco emisor. Sus funcionarios tendrán mucho más poder para escudriñar quién desarrolla qué transacciones y cómo los ciudadanos utilizan el dinero.

El responsable del proyecto de criptomoneda del BPC, Mu Changchun, admite que el diseño de la divisa virtual china contempla un “anonimato controlable”, en el que la identidad de los participantes solo quedará oculta “hasta un nivel razonable”. Las operaciones de escaso monto podrán completarse simplemente con un monedero virtual vinculado a un número de teléfono. Otras de mayor cantidad requerirán la entrega de mayores datos personales. El BPC siempre podrá conocer la identidad de un usuario si lo cree conveniente. “No es factible una divisa digital soberana completamente anónima”, indica Mu.