Hace poco más de un mes, el 3 de febrero, cerca de la localidad de East Palestine, en Ohio,  se produjo el descarrilamiento de un tren en el que chocaron 38 vagones, incluidos 11 que contenían materiales peligrosos. Además, según el reporte de la Junta Nacional de Seguridad en el Transporte, otros 12 vagones resultaron dañados por un incendio. El descarrilamiento obligó a cientos de residentes cercanos a evacuar durante varios días. Se desconoce exactamente posibles consecuencias de mediano y largo plazo para las poblaciones afectadas.

Para completar un panorama alarmante, el gobernador de Ohio, Mike DeWine, dijo en una conferencia de prensa que le informaron que el tren, antes de su descarrilamiento, no había sido considerado un "tren con materiales altamente peligrosos", por lo que no se notificó al estado que estaba de paso.

La noticia recorrió el mundo y, durante unos días, titulares relacionados con el episodio pusieron en cuestión la seguridad con que se manejan los productos químicos y su transporte. Pero, como ocurre siempre en estos casos, los ecos se apagan y van siendo sustituidos por otros temas.

Esta dinámica deja la sensación de que el único incidente serio ocurrido es el que toma estado periodístico, pero no es así. La realidad es bien otra, aunque no tenga status de noticia.
Al menos ese es el panorama que refleja una investigación que publicaron conjuntamente The Guardian y New Lede, un proyecto periodístico del Environmental Working Group.

Más común de lo que parece

Estos accidentes ocurren en Estados Unidos con sorprendente regularidad. Al analizar los datos recopilados por la Agencia de Protección Ambiental (EPA) y por grupos sin fines de lucro que rastrean los accidentes químicos en los Estados Unidos se encuentra que las emisiones accidentales, ya sea a través de descarrilamientos de trenes, accidentes de camiones, rupturas de tuberías o fugas y derrames de plantas industriales, suceden constantemente en todo el país. 

Tanto que el promedio indica que hay reportadas en promedio, al menos una cada dos días.

Solo en las primeras siete semanas de 2023, la Coalición para Prevenir Desastres Químicos registró más de 30 incidentes, aproximadamente uno cada día y medio. El año pasado, la coalición registró 188, frente a los 177 de 2021. El grupo ha contabilizado más de 470 incidentes desde que comenzó a contar en abril de 2020.

Por supuesto, los incidentes registrados varían ampliamente en gravedad, pero cada uno implica la liberación no deseada de sustancias químicas que representan una amenaza potencial para la salud humana y ambiental.

Mapa de accidentes químicos reportados en los Estados Unidos en 2022. Los íconos azules muestran los incidentes en plantas registradas en el Plan de Manejo de Riesgos de la EPA; los íconos verdes reflejan incidentes que ocurrieron en instalaciones no monitoreadas. El ícono amarillo es un incidente que afectó a múltiples instalaciones accidentes. Fuente: Coalición para Prevenir Desastres Químicos
Mapa de accidentes químicos reportados en los Estados Unidos en 2022. Los íconos azules muestran los incidentes en plantas registradas en el Plan de Manejo de Riesgos de la EPA; los íconos verdes reflejan incidentes que ocurrieron en instalaciones no monitoreadas. El ícono amarillo es un incidente que afectó a múltiples instalaciones accidentes. Fuente: Coalición para Prevenir Desastres Químicos

Es difícil determinar el número exacto de incidentes con productos químicos peligrosos porque Estados Unidos tiene varias agencias involucradas en la respuesta, pero la EPA contabiliza un promedio de 235 acciones de respuesta de emergencia por año, incluidas respuestas a descargas de productos químicos peligrosos o petróleo. Cómo se ve, en un solo registro oficial hay más de 1 accidente reportado cada dos días.

La proporción no parece alta si se considera que hay cerca de 12,000 instalaciones en todo el país que tienen en el sitio "sustancias químicas extremadamente peligrosas en cantidades que podrían dañar a las personas, el medio ambiente o la propiedad si se liberan accidentalmente", según un informe de la Oficina de Responsabilidad del Gobierno (GAO) emitido el año pasado.

Empeorando

La EPA señala que, considerando distintas formas de registro, los accidentes en las instalaciones están empeorando: las evacuaciones, las solicitudes de refugio y la tasa anual promedio de personas que buscan tratamiento médico derivadas de accidentes químicos están en aumento.

Seguramente por eso, en agosto pasado la agencia propuso varios cambios a las reglamentaciones del Programa de Gestión de Riesgos (RMP) que se aplican a las plantas que manejan productos químicos peligrosos. Los cambios en las reglas reflejan el reconocimiento por parte de la EPA de que muchas instalaciones químicas están ubicadas en áreas que son vulnerables a los impactos de la crisis climática, incluidos cortes de energía, inundaciones, huracanes y otros eventos climáticos.

Los cambios propuestos incluyen una mejor preparación para emergencias, un mayor acceso público a la información sobre los riesgos de las sustancias químicas peligrosas que enfrentan las comunidades y nuevos requisitos de prevención de accidentes.

Pero ir contra el lobby de la industria química y petrolera en los Estados Unidos (en el mundo en general, en realidad) no es fácil. La Cámara de Comercio de EE. UU. rechaza de plano regulaciones más estrictas, argumentando que la mayoría de las instalaciones operan de manera segura, los accidentes están disminuyendo y que las instalaciones afectadas por cualquier cambio en las reglas suministran "productos y servicios esenciales que ayudan a impulsar nuestra economía y generar empleos en nuestras comunidades".

No son los únicos opositores al fortalecimiento de las reglas de seguridad: también se expresaron el Consejo Estadounidense de Química, la Asociación Estadounidense de Bosques y Papel, los Fabricantes Estadounidenses de Combustibles y Petroquímicos y el Instituto Estadounidense del Petróleo.

La cuestión de fondo parece pendular entre dos extremos: el crecimiento silencioso de la estadística en un extremo y los episodios que alcanzan los titulares en el otro. En el medio, poblaciones de a pié, que sufren las consecuencias.