La Panamazonía alberga el bosque tropical continuo más extenso del mundo y representa el 40% de la extensión de Sudamérica, además de albergar una gran biodiversidad. En esta región habitan pueblos indígenas cuyos territorios abarcan 28% de su superficie y cuenta con áreas protegidas que cubren 23% de la región. 

Esta enorme riqueza cultural y natural afronta diversos retos. Y aunque el propio cambio climático sea una amenza, el más serio de los desafíos es la acción destructiva directa de los seres humanos.

La destrucción ambiental en partes de la Amazonía es tan completa y extensa que franjas de la selva tropical han alcanzado un punto de inflexión y es posible que nunca puedan recuperarse, según reseña un importante estudio realizado por científicos y organizaciones indígenas.

“El punto de inflexión no es un escenario futuro sino una etapa ya presente en algunas zonas de la región”, concluye el informe. “Brasil y Bolivia concentran el 90% de toda la deforestación y degradación combinadas. Como resultado, la ‘sabanización’ ya se está produciendo en ambos países”.

Científicos de la Red Amazónica de Información Socioambiental Georreferenciada (RAISG) trabajaron con la Coordinadora de Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica (Coica) para producir el estudio Amazonia Contra Reloj, uno de los más completos hasta el momento, que abarca los nueve las naciones que contienen partes de la Amazonía.

Los Hallazgos

Descubrió que solo dos de las nueve naciones amazónicas, la pequeña Surinam y la Guayana Francesa, tienen al menos la mitad de sus bosques perfectamente intactos. En otros países, hay apenas entre un 26% y un 43% de los bosques perfectamente intactos, mientras que entre un 2% y un 25% de la selva tropical se ha perdido, con degradación de algunos bosques remanentes.

Las organizaciones indígenas amazónicas que representan a 511 naciones y aliados piden un pacto global para la protección permanente del 80% de la Amazonía para 2025.

El objetivo del 80 % es un gran desafío dado que solo queda el 74 % del bosque original. Se necesita una acción urgente no solo para proteger el bosque que aún está en pie, sino también para restaurar la tierra degradada y lograr recuperar territorios.

“Es difícil pero factible”, dijo a The Guardian Alicia Guzmán, científica ecuatoriana que coordinó el informe. “Todo depende de la participación de las comunidades indígenas y las personas que viven en el bosque.

Guzmán dijo que otorgar a los grupos indígenas la administración de más tierras, y lo que es más importante, brindarles protección estatal y eliminar las lagunas legales que permiten la entrada de industrias extractivas, era la forma más segura de garantizar la preservación.

Casi la mitad de la Amazonía ha sido designada como área protegida o territorio indígena, y solo el 14% de toda la deforestación ocurre allí. Actualmente, alrededor de 100 millones de hectáreas de tierras indígenas están en disputa o en espera del reconocimiento formal de los respectivos gobiernos.

Minería, Petróleo y Agricultura

La minería es una de las amenazas crecientes, con áreas protegidas y tierras indígenas entre las áreas más codiciadas por los buscadores. Gran parte de la minería es clandestina e ilegal, pero alrededor de la mitad de la ocurrencia en áreas protegidas se realiza de manera legal, y los científicos pidieron a los gobiernos que rechacen las nuevas solicitudes y revoquen los permisos de minería ya otorgados.

El petróleo es otra amenaza, particularmente en Ecuador, fuente del 89% de todo el crudo exportado desde la región.

Los bloques petroleros cubren el 9,4 % de la superficie amazónica y el 43 % de ellos se encuentran en áreas protegidas y tierras indígenas. Más de la mitad de la Amazonía ecuatoriana está designada como bloque petrolero, según el informe, y las porciones en Perú (31%), Bolivia (29%) y Colombia (28%) también son preocupantes.

Pero sin dudas, la principal amenaza es la agricultura: hoy es responsable del 84% de la deforestación y la cantidad de tierra dedicada a la agricultura se ha triplicado desde 1985, según el informe. Si bien el escenario no difiere del resto del planeta, en donde cambiar bosque por agricultura es la principal causa de pérdida de forestas, el Amazonas tiene particularidades muy influenciadas por el ciclo político.

En ese aspecto es Brasil quien lidera el desmonte, destinando las tierras resultantes a la producción de soja o ganado. Desde hace años el fenómeno de pérdida de bosques se sostiene, con una merma relativa durante los gobiernos populares y un recrudecimiento marcado durante la gestión del ahora saliente Bolsonaro.