¿Puede acaso establecerse el costo de cambiar el clima?
Es un interrogante con repuesta muy, pero muy compleja, como lo son todos los fenómenos asociados a la alteración del medio ambiente.

Si se contamina un curso de agua, ¿el costo que debe considerarse es solamente el asociado a “descontaminar” el agua (en el caso en que se pueda) o debería contemplarse el impacto asociado a la diseminación del contaminante y sus impactos en la salud de las personas y el ambiente?

Cuando se incendia un bosque, ¿basta con reforestar o debería pagarse un impuesto extra por los efectos ecosistémicos que el bosque dejó de proporcionar? ¿debería además cobrarse una tasa por las toneladas adicionales de CO2 liberadas en la atmósfera y su consecuente efecto invernadero?

Y llegando al efecto invernadero: cuando se libera CO2 y otros gases de efecto invernadero (GEI), ¿hasta dónde debe seguirse la huella del impacto económico?, ¿hasta las muertes por olas de calor?, ¿deben incluirse los efectos sobre las inundaciones costeras por derretimiento?, ¿los daños por la magnitud y la frecuencia crecientes de los fenómenos meteorológicos?

Hace tiempo que los científicos contestan que si a todos estos interrogantes y una larga lista que le sigue en cascada. Pero la sencilla y acotada enumeración de las preguntas precedentes pone de manifiesto la dificultad para estimar el costo de cada tonelada de gases liberada a la atmósfera. Una vez establecido un valor, aparecería, claro, la cuestión de cómo, cuándo y a quién se le cobra.

En el fondo, esta es la verdadera decisión política que subyace: quién paga y quién cobra con la contaminación. Y como en todas las esferas del mundo capitalista, hasta aquí pagan los pobres y cobran los ricos. Pero ese es otro asunto.

Mucho más caro de lo que se decía

Lo cierto es que un verdadero “seleccionado” científico publicó ayer en la revista Nature un detallado estudio que no solo estima el costo de calentar el ambiente sino que además reporta un valor que más que triplica el que hasta aquí venía asumiendo con propósitos de cálculo el gobierno de Estados Unidos.

El hallazgo clave del equipo de investigación: cada tonelada adicional de dióxido de carbono que los automóviles, las centrales eléctricas y otras fuentes agregan a la atmósfera le cuesta a la sociedad en su conjunto 185 dólares.

El resumen del informe señala: “Nuestra estimación media preferida de SC-CO2 es de 185 dólares por tonelada de CO2 (dólares estadounidenses de 2020), un valor 3,6 veces mayor que el valor actual del gobierno de Estados Unidos de $51/t-CO2”.

Costo Social del Anhidrido Carbónico (CO2)

El costo social del dióxido de carbono (SC-CO2 por sus siglas en inglés) mide el valor en moneda de los daños a la sociedad causados ​​por cada tonelada métrica adicional de emisiones de CO2 y es un parámetro clave que se utiliza en política climática por los gobiernos y otros tomadores de decisiones en el análisis de costo-beneficio desde hace más de una década.

Las estimaciones del SC-CO 2 se basan en la ciencia del clima, la economía, la demografía y otras disciplinas.
La idea de este parámetro se había hecho realidad durante la administración del presidente Barack Obama, que lo fijó en un costo de aproximadamente 51 dólares por tonelada de CO2 emitida.

Según relata en su reporte de hoy The Washington Post, muchos expertos pensaron que la cifra de la era Obama estaba lejos de representar los costos reales, pero era un comienzo. Un informe de 2017 de la Academia Nacional de Ciencias, Ingeniería y Medicina de Estados Unidos (NAS) destacaba que las estimaciones del Costo Social no reflejaban correctamente el impacto global, poniendo la alarma para demandar un recálculo pero “pasaron cosas”.

Donald Trump se convirtió en presidente justo una semana después de la publicación del informe de la NAS, y su administración eliminó de inmediato el grupo de trabajo interinstitucional sobre el precio del carbono. Al excluir los daños del cambio climático en el exterior, el equipo de Trump recortó el costo estimado de cada tonelada de contaminación por carbono a un máximo de 7 dólares por tonelada. Lo que se dice una verdadera “ganga”.

Cuando Joe Biden llegó a la Casa Blanca se restableció el grupo de trabajo y el precio “Obama” de $51 por tonelada, al menos temporalmente, con la promesa de actualizar el valor. En mayo, la Corte Suprema convalidó esas decisiones.

¿Qué incluye el Costo Social del CO2?

Es muy complejo ponderar en valor económico un fenómeno que provoca efectos tan diversos. Baste decir aquí que los aspectos considerados en la valoración incluyen todos los aspectos que directa o indirectamente tienen un impacto económico.

Incluye por supuesto la mortalidad relacionada con la temperatura: en todo el mundo el calor extremo es la forma más fatal y directa de desastre climático, con miles de personas que pierden la vida en cada ola de calor. Cualquier hospitalización adicional o muerte a medida que aumenta la temperatura es, por supuesto, una tragedia, pero también es algo a lo que los economistas le pueden asignar un valor en dólares.

Otro impacto evidente es el de las malas cosechas. Los rendimientos alterados de todos los cultivos a medida que cambian los patrones climáticos alteran el comercio mundial y tienen un impacto económico mucho peor de lo que se creía según este trabajo.

Pero en el análisis del jueves, los investigadores también introducen la "tasa de descuento", un método para medir los costos y beneficios futuros, sobre los peligros del aumento del nivel del mar y otros efectos del cambio climático.

El equipo enfatiza que todavía hay un amplio rango de incertidumbre en su estimación. Y hay además muchos impactos negativos que no evaluaron, incluida la posible pérdida de productividad laboral y el reciente estallido de la guerra.

¿Por qué es importante el costo social del carbono?

El valor es un insumo esencial en cualquier política ambiental, ya sea para perforar en busca de petróleo, para aumentar la eficiencia energética de los electrodomésticos, para permitir que una planta de energía continúe quemando carbón o para el impulso de políticas forestales.
Establecer un alto costo del carbono alentaría los proyectos de energía limpia y desalentaría los tradicionales, sería un incentivo para el cambio del parque automotor e incluso permitiría "tasar" las emisions del ganado vacuno, sólo por poner algunos ejemplos.

Así lo enuncia el propio artículo: “nuestros valores más altos de SC-CO2, en comparación con las estimaciones utilizadas actualmente en la evaluación de políticas, aumentan sustancialmente los beneficios estimados de la mitigación de gases de efecto invernadero y, por lo tanto, aumentan los beneficios netos esperados de políticas climáticas más estrictas”.

Un verdadero seleccionado

El “team” que generó este trabajo es un verdadero seleccionado: son 24 autoras y autores, que abarcan una diversidad enorme de especialidades y de instituciones.

El liderazgo se lo atribuyen por igual: Frank Errickson, Brian C. Prest y Lisa Rennels. Pero a ellos se suman 21 firmantes en las que participaron ONGs como la organización “Recursos para el futuro” de Washington y representantes de organismos oficiales como la Agencia de Protección Ambiental (EPA) y el Instituto de Investigación de Energía Eléctrica (EPRI) de Palo Alto, California.

Además el equipo se intergró con investigadores e investigadoras de las universidades de Princeton, las de Berkeley y Davis en California, dos universidad de Nueva York, la de Washington (Seattle), la de Rochester y la de Harvard. Lo que se dice, una federación de ciencias norteamericanas para avalar el concepto de Costo Social de la Contaminación.