Los expertos no están sorprendidos. Simplemente es el reflejo de varios factores. Nadie debería sorprenderse. No es un virus que afecte a los ricos, como se difundió en un principio, sólo porque los argentinos infectados pertenecían a la clase que podía viajar al exterior, broncearse en la costa italiana o tener que lidiar con la reprogramación de vuelos, todo un engorro. Nada que ver. Las cifras -relativas pero contundentes- demuestran todo lo contrario. A groso modo, en los EE.UU, en comunidades que tienen un 30% de población afro, los negros representan el 70% de los decesos por COVID-19.

La causas de de estos números se objetivan en las mismas estructuras en las que discurren todas las otras dinámicas de la vida: los accesos, las posibilidades y los derechos. Un dato estructural, ya naturalizado por el sistema sanitario norteamericano, indica que los afrodescendientes entre 18 y 49 años tienen el doble de posibilidades de morir por enfermedades cardíacas en comparación con el mismo segmento blanco. Los adultos negros entre 35 y 64 años tienen un 50% más de chances de sufrir hipertensión que la “white people”. En Chicago, por ejemplo, la brecha entre la esperanza de vida de un blanco y un negro es de casi nueve años. Son datos oficiales del Centro de Control y Prevención de Enfermedades de la Administración (CDC, sus siglas en inglés)

En el Estado de Michigan la comunidad afro representa el 14% la población. Son el 33% de los positivos y el 41% de los decesos por coronavirus. En la capital administrativa, Washington DC, una de las que cuenta mayor presencia negra -46%- , los afroamericanos registran una mayor tasa: 58% de las muertes hasta el momento. Hoy, 9 de abril, EE.UU es la país con más infectados: 433.449; 14.826 muertos. Las cifras son incompletas y las vicisitudes para registrar los casos son tan complejas que hace suponer que los infectados son realmente muchos más. Por caso, los latinos indocumentados que por diversos temores e imposibilidades no acuden a los centros sanitarios.

Racismo institucional

Allison Awardy, comisaria de Salud pública de Chicago, señala que las diferencias en salud se mantienen por otros factores socioeconómicos. Estos factores resultan determinantes en situaciones como las actuales y está de más decir que condicionan la vida de las minorías. “La diferencia de oportunidad, y el racismo institucional que ha conducido a estas inequidades durante años se están reflejando en los números de la pandemia”, le dijo Awardy a la corresponsal de El País (España).

Son pocas las jurisdicciones que han dado tratamiento segmentado a los datos y cifras. Por ello esto es sólo una muestra, aunque significativa, de cómo afecta a los grupos que están en la base de la pirámide social y económica en sociedades tan desiguales como la de los EE.UU. El gobernador de Nueva York, Andrew Cuomo, señaló el martes 7 de abril en su rueda de prensa que trabajarán para brindar datos desagregados.

En el Estado de Michigan la comunidad afro representa sólo el 14% de la población y son el 41% de las muertes por COVID-19, según los datos de las autoridades sanitarias. En el estado de Luisiana, el sur profundo y orgullosamente racista, magistralmente narrado por Mark Twain en “Huckleberry finn”, el 40% de las muertes han ocurrido en la ciudad de New Orleans, dueña de la melancolía blue, el jazz y el hacinamiento habitacional. En esta ciudad la mayoría es abrumadoramente afrodescendiente. Hasta el 8 de abril esa ciudad había reportado 4.942 casos y 185 muertes.

Sin duda la salud de la población bien funciona como reflejo de las diversas inequidades sociales y violencias institucionales que históricamente han padecido las minorías en los EE.UU, el país de la libertad.

Mientras tanto estas minorías -afro, latinos, asiáticos- siguen en la línea de fuego: son los encargados de manejar los buses, atender los supermercados y enviar los deliverys para que la población blanca continúe con su cuarentena. Policías, empleados de aeropuertos, bodegueros, domiciliarios, etc. Al igual que ocurre en estas latitudes, el PBI de estos centros urbanos es empujado por el trabajo de las minorías, los trabajadores de la periferia, los indocumentados que brindan una mano de obra barata, mayormente gente excluida de la atención sanitaria.

Aquí debajo, dejamos algunas cifras para vislumbrar el panorama del COVID-19 en el país de Donald Trump.