Algo muy extraño está ocurriendo en Brasil. Mientras la crisis se agrava y muestra una nación en conflicto, con graves repercusiones en la economía, el ministro Paulo Guedes, acompañado por su esposa eligió pasearse por Ipanema, ajeno a las recomendaciones de aislamiento e igualmente distante del debate sobre las medidas anticíclicas necesarias para enfriar los efectos perversos de la pandemia.

Los medios brasileros especulan con dos alternativas: Paulo Guedes abandonó el proyecto para liderar la economía nacional frente a las dificultades actuales o decidió alejarse de todo; en cualquiera de las hipótesis reveló una irresponsabilidad que contrasta con la imagen de competencia y dedicación que intenta proyectar en el ejercicio de su posición.

En el momento en que la mayoría de los brasileños no saben si tendrán medios para sus necesidades básicas, si les faltarán alimentos o recursos para cumplir con sus obligaciones de subsistencia, el Chicago Boy, auténtico responsable de establecer alternativas en la crisis, se exhibe al sol, en caminata vigorizante, flotando en la acera de Ipanema, en una escena inconcebible en un momento en que la economía del país amenaza derretirse.