Las lecturas sobre lo que está sucediendo en Ucrania son muy distintas según el lente del observador. Dos de los nombres importantes del campo intelectual a nivel internacional que se posicionaron sobre esto son Ignacio Ramonet y Yuval Harari. El español parte de la base de que Rusia reclamó durante mucho tiempo que se escuchen sus demandas en materia de seguridad y que tanto Estados Unidos como Europa no pusieron atención. Harari se mostró más crítico con Putin y aseguró que el ejemplo de Ucrania debe mover a la acción a todo el mundo "contra la tiranía y la agresión" y que el líder ruso se encamina hacia un duro golpe.

La nueva edad geopolítica

Ramonet escribió un artículo para Le Monde Diplomatique (medio cuya versión en español dirige) donde hizo un repaso de cuáles eran los planteos que venía haciendo Rusia en la previa al estallido bélico. Por un lado, el pedido de no incorporar a Ucrania a la OTAN, una alianza militar cuyo fundamento quedó abstracto tras el fin de la Unión Soviética -de quien debía proteger a sus miembros- y que desde 1991 se dedica a enfrentar a Rusia.

"La seguridad de un Estado solo se garantiza si la seguridad de otros Estados, en particular aquellos que están ubicados en sus fronteras, está igualmente respetada", aseveró el español. Es que la incorporación de Ucrania a la OTAN permitiría la instalación en ese país -fronterizo con Rusia- de "armas nucleares, misiles u otro tipo de armamento agresivo que pudiera poner en peligro la seguridad de Moscú". En esa dirección, recordó el ejemplo de la Crisis de los Misiles de octubre de 1962, cuando Washington amenazó con iniciar una guerra si los soviéticos no retiraban su armamento de Cuba, ya que por la cercanía de la isla caribeña con Florida implicaba una amenaza.

La otra demanda rusa es, según Ramonet, "muy atendible". En los acuerdos de Minsk, de 2014 y 2015, "que ahora varios analistas de la prensa occidental reprochan a Putin haber dinamitado", se establecía que la nueva Constitución ucraniana daría amplia autonomía a Donetsk y Lugansk, las dos 'repúblicas' rusófilas de la región del Donbás reconocidas por Moscú como Estados soberanos. El comunicador recordó que "esta autonomía nunca les fue concedida y las poblaciones rusohablantes de estas regiones siguieron soportando el acoso de los militares ucranios y de los grupos paramilitares extremistas", lo que causó hasta ahora unas 14 mil muertes. Todo un número.

"La negociación era una opción viable: escuchar los argumentos de Moscú, sentarse en torno a una mesa, responder a las inquietudes rusas y firmar un protocolo de acuerdo", indicó el periodista. Nada de eso sucedió y el conflicto escaló hasta el punto en el que se encuentra actualmente. De todos modos, Ramonet sostuvo que el argumento ruso para la intervención -el pedido de ayuda de Donetsk y Lugansk- fue "apenas un atuendo jurídico". "Se trata claramente de una intervención militar de gran envergadura, con columnas acorazadas que penetraron en Ucrania por al menos tres puntos: el norte, cerca de Kiev; el este, por el Donbás; y el sur, cerca de Crimea. Se puede hablar de invasión", definió.

El referente del movimiento altermundista se mostró intrigado por la postura de Washington ya que "resulta tanto más sorprendente cuanto que su gran rival estratégico, en este siglo XXI, no es Rusia, sino China". Su idea es que es una suerte de reedición demodé de la Guerra Fría. Las hipótesis de Ramonet sobre esto son variadas: o bien Estados Unidos busca alejar a Rusia de China al implicarla en un conflicto en Europa o busca aprovechar la guerra en Ucrania "para argumentar que China se dispone a invadir Taiwán y desencadenar un conflicto preventivo con China". El diagnóstico tiene visos de realidad: al día siguiente de la publicación del artículo de Ramonet, una delegación de Washington visitó Taiwán para expresar su apoyo a esa región en la disputa con China, que reclama su soberanía. Esto provocó una reacción del gobierno chino: el ministro de Asuntos Exteriores, Wang Yi, dijo que Ucrania y Taiwán "no son asuntos comparables" ya que esa región siempre formó parte de China, y afirmó que equiparar las situaciones es actuar con un “dobre rasero”.

El artículo de Ramonet también critica a la Unión Europa al asegurar que su postura "ha sido débil", ya que lo que hicieron los líderes de ese continente "fue decirle a Putin que no hiciera nada, que no diera un paso más, cuando lo razonable hubiera sido analizar sus demandas y sentarse a negociar".

Un dato surge de lo expuesto por el periodista español: Moscú cuenta con una ventaja tecnológica sobre Estados Unidos en materia militar. Rusia desarrolló misiles hipersónicos que van a una velocidad cinco o seis veces superior a la velocidad del sonido -"o sea a Mach 5 o Mach 6"- mientras que los misiles convencionales con los que cuenta Estados Unidos viajan a Mach 1. Estos misiles "pueden transportar tanto bombas tradicionales como nucleares", dijo Ramonet. Esto le permitiría a Rusia interceptar los misiles en su contra y vulnerar los escudos antimisiles de la OTAN. Según el comunicador, se calcula que el retraso tecnológico de Washington respecto a Moscú es de entre dos y tres años.

Para Ramonet, desde 1945 "nunca habíamos asistido a un evento histórico de semejante envergadura, que cambia la realidad planetaria y el orden mundial", aún por encima de la caída del muro de Berlín, la implosión de la Unión Soviética y las guerras en la antigua Yugoslavia. "La Historia se ha vuelto a poner en marcha y la dinámica geopolítica mundial se está moviendo", concluyó.

Para Harari, Putin ya perdió

El historiador israelí publicó su postura en el periódico británico The Guardian y fue muy crítico con la decisión de Putin de intervenir en Ucrania. "Cada vez parece más probable que Vladimir Putin se encamine hacia una derrota histórica. Puede ganar todas las batallas pero aún así perder la guerra", indicó.

Según Harari, el líder ruso apostó erróneamente a que el pueblo ucraniano acepte un "régimen títere de Moscú", y que ahora quedó en una encerrona: "Cada tanque ruso destruido y cada soldado ruso asesinado aumenta el coraje de los ucranianos para resistir. Y cada ucraniano asesinado profundiza el odio de los ucranianos hacia los invasores". Según el escritor, "para las naciones oprimidas el odio es un tesoro escondido" ya que "enterrado profundamente en el corazón puede sostener la resistencia durante generaciones".

Planteó también que cuanta más sangre ucraniana se derrame, más lejos estará el sueño de Putin de reeditar el imperio ruso. "No será el nombre de Mikhail Gorbachev escrito en el certificado de defunción del imperio ruso: será el de Putin", completó.

En ese sentido, enfocó su análisis en el componente espiritual de Ucrania y valorizó la importancia de las historias particulares de resistencia, dijo que "este es el material con el que se construyen las naciones" y que "estas historias cuentan más que los tanques". Para Harari, Putin "debería saber esto mejor que nadie" ya que "creció con una dieta de historias sobre las atrocidades alemanas y la valentía rusa en el sitio de Leningrado". "Ahora está produciendo historias similares, pero interpretándose a sí mismo en el papel de Hitler", comparó.

Para el israelí, las historias de valentía ucraniana no solo dan mayor ímpetu a los ucranianos: "Dan coraje a los gobiernos de las naciones europeas, a la administración estadounidense e incluso a los ciudadanos oprimidos de Rusia".

"Si se permite que triunfen la tiranía y la agresión, todos sufriremos las consecuencias. No tiene sentido permanecer como simples observadores. Es hora de levantarse y ser contados", arengó Harari.