La compra de varios lotes de mascarillas chinas por valor de 1.000 millones de euros en la primavera de 2020 fue un mal negocio para el contribuyente alemán: el precio fue elevadísimo para su calidad y más de un año después la mayoría siguen almacenadas a la espera de darles uso o de destruirlas. Pero más caras le pueden salir al ministro de Sanidad alemán, Jens Spahn, que se enfrenta a feroces críticas de la oposición y de su socios de gobierno.

Una investigación del semanario alemán Der Spiegel reveló el viernes que Spahn quiso deshacerse de las mascarillas de mala calidad entregándolas a colectivos de personas sin hogar, personas con discapacidad y perceptores de ayudas sociales. “Es escandaloso e inhumano”, dijo al día siguiente el secretario general del SPD, Lars Klingbeil.

La canciller, Angela Merkel, que suele mantenerse al margen de este tipo de informaciones, ha salido este lunes en defensa de su ministro en una reunión de la ejecutiva de la CDU, partido al que pertenecen ambos, según informó la agencia de noticias alemana. “Las acusaciones no están basadas en hechos”, dijo ante otros altos cargos de la formación. También el presidente de la CDU, Armin Laschet, defendió a Spahn y atribuyó la polémica a un intento del SPD de hacer campaña contra los conservadores.

Alemania celebra dentro de tres meses y medio unas elecciones generales que decidirán el futuro del país tras la retirada de Angela Merkel de la política. Aunque CDU y SPD gobiernan en gran coalición, ambos están ya en plena precampaña tratando de diferenciarse de sus socios.

El ministerio de Spahn niega las acusaciones. Asegura que las mascarillas sí fueron revisadas y autorizadas para su distribución en Alemania mediante un procedimiento de emergencia que se diseñó para poder importarlas en un momento de gran escasez en todo el mundo.

Fuente: El País (España).