¿Siglo XXI cambalache? Primero, un poco de física.

Imagínese miles de millones de electrones, esos diminutos componentes unas 2000 veces más pequeños que los átomos, en una alocada carrera a lo largo de un conductor metálico, digamos un cable de cobre. Normalmente denominamos a esto electricidad.

Y en una mirada a escala atómica, por supuesto que la carrera es azarosa y los electrones van “chocando” con los átomos del conductor. Y al chocarlos, parte de su energía se transfiere a los átomos que de este modo disponen de más energía para moverse. Y cuando se mueven más, es que se han calentado. Más física: la temperatura es simplemente átomos que se mueven más rápido.

En dos párrafos se intenta explicar lo que llevo a ejércitos de la ciencia un par de siglos sistematizar, pero que hoy experimentamos cotidianamente cada vez que nuestro celular se calienta durante la carga o escuchamos encenderse un ventilador en algún recóndito lugar de nuestra computadora.

Por supuesto, a computadoras más “grandes” (grande = mayor capacidad de procesar datos), corresponden carreras más alocadas de electrones, y más alocada significa más choques, y más choques, más calor. Mucho calor.

A punto tal, que para los grandes centros de datos, para la minería de datos, para una infinidad de nuevas aplicaciones informáticas, un problema significativo es “disipar” ese calor, lograr que la temperatura de los equipos se mantenga estable, llevándose el excedente de temperatura. Y por supuesto, “enfriar” cuesta dinero, como nos lo recuerda la factura de luz cada vez que hemos tenido excesos con el aire acondicionado.

Algunos centros de datos directamente se construyen bajo el agua, o en cuevas o en partes muy frías del mundo.

Calor concentrado, creatividad sin límites

En la actualidad, las computadoras son tan compactas que un centro de datos del tamaño de una lavarropas doméstico genera suficiente calor como para calentar una pileta de regular tamaño; regular a grande.

Es precisamente lo que ocurre en Devon, el condado que está casi cayéndose por el sudoeste de Inglaterra. Un centro de datos operado por la empresa emergente Deep Green cobra a los clientes por usar su potencia informática para operaciones de inteligencia artificial y “machine learning” o aprendizaje automático, la rama de la inteligencia artificial que permite que las máquinas aprendan sin ser expresamente programadas para ello.

Y, ya que estamos, calienta hasta 30°C el 60 % del tiempo, el agua de la pileta del Centro de Ocio del Ayuntamiento de Exmouth, ahorrándole miles de libras esterlinas, ahorro que creció proporcionalmente al aumento de las tarifas eléctricas y de gas que generó el conflicto en Ucrania.

Y Deep Green también ahorra libras de inversión y operación de costosos equipos refrigerantes.

Para darle contexto a la idea puesta en práctica, basta mencionar que durante el verano pasado, BBC News reveló que por lo menos 65 piletas públicas habían cerrado desde 2019, poniendo el aumento de los costos de energía como una razón significativa del cierre.

La Caldera Informática

Las computadoras están convenientemente rodeadas de tuberías de aceite que capturan el calor y lo transportan hasta un intercambiador dónde es enfriado precisamente con el agua de la pileta, que de este modo se climatiza.

O sea, la "caldera digital" de Deep Green es simplemente una computadora rodeada de aceite mineral. No tan simple, tardaron 5 años en desarrollar y poner a punto el sistema.

La compañía reembolsa los costos de electricidad del centro de ocio por hacer funcionar la "caldera digital", y ya otros siete natatorios de Inglaterra se han inscrito en el plan para la “climatización informática”. El plan también se propone suministrar agua caliente a consorcios y redes públicas.