En un mundo estremecido por los conflictos bélicos y la tensión en medio oriente, la ilusión de una nueva vida sigue siendo un poderoso motor, que conlleva apuestas de la propia vida.

Ayer, dos nuevos episodios protagonizados por migrantes volvieron a estremecernos.

Por un lado el cadáver de un menor fue hallado en el tren de aterrizaje de un avión de la compañía Air France que acababa de aterrizar en el aeropuerto Charles de Gaulle de París procedente de Abiyán, capital económica de Costa de Marfil. El niño tenía “una decena de años”, según una fuente próxima a la investigación citada por la agencia France Presse. Se había escondido en el pozo, el espacio donde se acoplan las ruedas del aeroplano tras el despegue. 

Se desconoce la identidad del fallecido y los motivos exactos que le llevaron a subirse en el avión. En un mensaje en la red social Twitter, Air France ha confirmado el hallazgo del “cuerpo sin vida de un pasajero clandestino […] en el pozo de aterrizaje del aparato que efectuaba el vuelo AF703 que unía Abiyán con París-Charles de Gaulle el 7 de enero de 2020”. Y ha añadido: “La compañía expresa su compasión y deplora este drama humano. Una investigación está en curso”.

Más allá del drama humano, la muerte del menor “indica un fallo mayor en la seguridad del aeropuerto de Abiyán”, declara una fuente de Costa de Marfil a France Presse. La misma fuente se pregunta si el menor contó con cómplices para acceder al avión. No sería la primera vez que ocurre. A unos 50 grados bajo cero y con escaso oxígeno, los riesgos son enormes, aunque existen casos en que los polizones han sobrevivido.

El otro caso es el de un migrante mexicano, que buscaba asilo en Estados Unidos. Tras la negativa de las autoridades estadounidenses de su solicitud de asilo el hombre, que no ha sido identificado, tomó un cuchillo y se cortó la yugular a unos metros de la línea fronteriza, en el lado mexicano, en el puente fronterizo Pharr-Reynosa, según ha informado la agencia Reuters.