“Todos contuvieron el aliento al surgir oblicuamente de las aguas una mole enorme, que llevaba encima cabos enmarañados, arpones y lanzas. Se elevó un instante en la atmósfera irisada, como envuelta en una grasa de finísima textura, y volvió a sumergirse en el océano. Las aguas, lanzadas a treinta pies de altura, refulgieron como enjambres de surtidores, para caer luego en una vorágine que envolvía el cuerpo marmóreo de la ballena. "

Así cuenta el narrador, Ismael, la aparición de Moby Dick, en esa imponente novela que en 1851 hizo que el mundo conociera los crueles detalles de la caza de ballenas, romantizando la actividad por más de un siglo.

Pero el caso de las ballenas, su caza indiscriminada, es uno de los que tal vez más pronto sensibilizaron sobre la extinción de especies y sobre el drama de la pérdida de biodiversidad en el planeta. 

Los rorcuales comunes (Balaenoptera physalus quoyi) o ballena de aleta del hemisferio sur es el segundo animal más grande del planeta, solo superado por la ballena azul: puede alcanzar los 27 metros de largo. Es también una de las especies de ballenas más amenzadas; de hecho estuvieron al borde de la extinción debido a la caza industrial.

Se estima que más de 700.000 individuos fueron asesinados entre 1904, cuando comenzó la caza comercial intensiva de ballenas en el Océano Austral, y 1976, cuando su cuota de captura se fijó en cero, 10 años antes de la moratoria general para la caza de ballenas. 
Se estima que para entonces la población, que antes de la caza era de unos 325.000 ejemplares, había quedado reducida a menos del 2 %. Los rorcuales eran perseguidos en sus lugares de alimentación en el extremo norte de la Península Antártica.

En la actualidad, sólo 3 países sostienen la caza de ballenas: Japón, Noruega e Islandia, aunque este último ya anunció que cesará completamente la actividad en 2024. En nuestras costas, los datos no son alentadores: en febrero se reportó la mortalidad de hembras adultas más alta desde 2003.

La buena noticia

Como contracara de esta crónica, acaba de publicarse un trabajo científico que muestra como grandes grupos de rorcuales han regresado a alimentarse a sus sitios ancestrales en la Antártida, presentando la primera documentación científica de grandes agregaciones de alimentación de ballenas de aleta en la isla Elefante, incluidos detallados videos. 

Rorcuales en el horizonte, que se cubre con los soplos de un grupo de aproximadamente 150 ejemplares reunidos para alimentarse. Imagen:  Sci Rep / ISSN 2045-2322
Rorcuales en el horizonte, que se cubre con los soplos de un grupo de aproximadamente 150 ejemplares reunidos para alimentarse. Imagen: Sci Rep / ISSN 2045-2322

Y lo que es más importante, el trabajo incluye un estudio de abundancia que permiten interpretar a los autores las altas densidades, el restablecimiento de comportamientos históricos y el regreso a los lugares de alimentación ancestrales como signos de una población en recuperación.

Cómo en una película

Es sencillo reproducir los videos y admirar las imágenes. Es un poco más complejo, casi cinematográfico, producirlos y establecer a partir de ellos, un significado. Un enorme y dedicado equipo de 8 personas, con Helena Herr, de la Universidad de Hamburgo, como investigadora principal, firman el trabajo que refleja la tarea de muchos años de paciente trabajo y dos expediciones antárticas de recopilación de datos en 2018 y 2019.

La simple transcripción del reporte científico permite aproximarse a las complejidades de la tarea. Por ejemplo cuando describe los estudios en helicóptero lanzados desde el rompehielos de investigación alemán Polarstern 18, en el que navegaron casi 2 meses duante la investigación multidisciplinaria PS112.

"La altitud de vuelo fue de 600 pies a una velocidad de reconocimiento de 80 a 90 nudos. Dos observadores experimentados (los mismos durante todo el estudio) sentados en los asientos delantero y trasero izquierdo del helicóptero recogieron datos de avistamientos. El observador frontal cubrió el área directamente debajo del helicóptero a través de la ventana frontal inferior. El observador posterior cubrió el área restante a la izquierda de la línea del transecto hasta el horizonte. Todos los datos se ingresaron directamente en una computadora que ejecutaba un software de recopilación de datos dedicado, almacenando continuamente los datos GPS obtenidos.
Para cada avistamiento, se anotaron la especie, el ángulo de declinación del observador al animal y el tamaño del grupo. Los ángulos de declinación se midieron usando inclinómetros y se usaron para calcular las distancias de los avistamientos a la línea del transecto".

Documentación en vídeo

Las imágenes de video en 2018 se recopilaron desde el helicóptero, desde la plataforma RV Polarstern y utilizando drones. Pero no cualquier cámara conectada en un helicóptero obtiene imágenes de calidad.
"Se conectó un sistema de cámara estabilizado al helicóptero, utilizando una cámara RED Helium 8 K con lente Canon CN20 (50–1000 mm) dentro de un sistema giroestabilizado GSS para filmar durante los vuelos en helicóptero. Si se encontraban agregaciones de alimentación durante el tránsito del barco, se lanzaban drones (DJI Phantom 4 e Inspire II equipados con una cámara Zenmuse X5S) para recopilar imágenes aéreas".

Uno de los videos que documentan el trabajo científico. Video: National Geographic.

Las conclusiones del trabajo son optimistas:
“Las altas densidades, el restablecimiento de comportamientos históricos y el regreso a los lugares de alimentación ancestrales son señales prometedoras para una población en recuperación.”

“En tiempos de cambio climático, pérdida de biodiversidad y extinción de especies, la recuperación de una gran población de ballenas no es solo un atisbo de esperanza; también es probable que tenga un efecto estimulante sobre la producción primaria en el Océano Austral, mejorando la absorción de CO2 y las capacidades como sumidero de carbono”.

El “atisbo de esperanza” también es una señal de que los seres humanos podemos volver atrás en la senda de depredación que hasta hace muy poco (aún hoy), era romantizada en la narrativa. Seguramente en nuestros días, Moby Dick se escribiría en clave de conservación.