El patrón es claro: Primero, el bosque es arrasado, con fuego o con topadoras; luego se traslada el ganado.
Si el Amazonas va a morir, será la carne de vaca la que lo mate y los Estados Unidos serán el principal cómplice. Así lo dicen Terrence McCoy y Julia Ledur en un informe especial que The Washington Post publicó este fin de semana.

La ganadería, responsable de la gran mayoría de la deforestación en la Amazonia, está empujando el bosque al borde de lo que los científicos advierten que podría ser una muerte vasta e irreversible que afectará a gran parte del bioma.
A pesar de los acuerdos sobre “el cambio necesario para evitar el desastre”, la destrucción continúa.
Pero el fracaso sistemático en la protección de la selva tropical más grande del mundo contra el avance de la ganadería rapaz no puede atribuirse solamente al gobierno de Brasil. Este revelador informa muestra el grado de responsabilidad de los Estados Unidos y de los consumidores estadounidenses.

En los dos años transcurridos desde que Washington levantó una moratoria que se impuso a la carne vacuna brasileña por motivos de seguridad alimentaria, Estados Unidos creció hasta convertirse en su segundo mayor comprador.
USA compró más de 160 millones de kilos de carne brasileña el año pasado, y está en camino de comprar casi el doble este año. El mayor proveedor es el gigante de la carne vacuna, JBS, cuya flota de marcas abastece a algunas de las principales cadenas minoristas y negocios de Estados Unidos.

JBS, el productor de carne de vaca más grande del mundo, ha sido acusado repetidamente por ambientalistas de comprar ganado criado en tierras deforestadas ilegalmente. Greenpeace puso en evidencia por primera vez esos vínculos en un informe de 2009.
En 2017, la agencia de aplicación de la ley ambiental de Brasil, Ibama, multó a la compañía por más de 7.5 millones de dólares, alegando que dos de sus plantas de carne en el Amazonas habían comprado casi 50.000 de estos animales. En octubre, los fiscales federales que se ocupan de la deforestación alegaron “irregularidades” generalizadas en la cadena de suministro directo de la empresa desde enero de 2018 hasta junio de 2019 en el estado de Pará.

Según el mismo reporte, JBS se considera a si misma una de las buenas. Dice haber priorizado el medio ambiente y bloqueado más de 14.000 ranchos ganaderos que no cumplían con los estándares de la empresa. También firmó acuerdos con ambientalistas y fiscales federales prometiendo no comprar ganado de ranchos ubicados en áreas deforestadas ilegalmente y, para dar más peso a sus afirmaciones, publica los nombres de los ranchos a los que compra ganado.

Las trampas en el Amazonas

Al revisar miles de registros de envíos y compras, y al analizar imágenes satelitales de los ranchos ganaderos del Amazonas, The Washington Post descubrió que la destrucción está oculta en la base de una cadena de suministro larga y de varios pasos que conecta directamente a los ranchos que deforestaron ilegalmente con las fábricas autorizadas por el gobierno de los EE. UU. para exportar carne vacuna a los Estados Unidos.

Entre enero de 2018 y octubre de 2020, según muestran los registros, los frigoríficos de JBS con esa autorización realizaron al menos 1.673 compras de ganado a 114 ganaderos que en ese momento poseían al menos una propiedad citada por deforestación ilegal. Varios ganaderos a los que JBS compró ganado son, según las autoridades brasileras, los actores más destructivos de la Amazonia. 
“El control ambiental en la cadena de suministro de carne debe ser mucho más riguroso”, dijo Suely Araújo, quien dirigió el Ibama de 2016 a 2018. “Los empacadores de carne deben dejar de quejarse y controlar sus redes de suministro. Hemos hablado sobre el seguimiento del ganado durante tres décadas, pero nunca lo hemos hecho de manera real”.

Donde hubo incendios, vacas quedan. La progresión de las imágenes satelitales es contundente: primero deforestación, después ganado. Imagen: Composición en base a imágenes del reporte citado
Donde hubo incendios, vacas quedan. La progresión de las imágenes satelitales es contundente: primero deforestación, después ganado. Imagen: Composición en base a imágenes del reporte citado

El presidente Biden señala reiteradamente la necesidad de conservar el Amazonas, un sumidero de carbono vital que, según los científicos, debe preservarse para evitar un calentamiento catastrófico. Pero la agencia estadounidense que autoriza los frigoríficos de Brasil para exportar a los Estados Unidos no tiene competencia para determinar si las operaciones causan daños ambientales. Siete plantas aprobadas por el Servicio de Inspección y Seguridad Alimentaria de EE. UU. se encuentran directamente en el Amazonas.

Pero el mayor problema en la industria ganadera de Brasil hoy en día, y una razón clave por la que la deforestación en el Amazonas alcanzó un máximo de 15 años, son los proveedores indirectos: ganaderos que saben cómo manejar el sistema, trasladando el ganado de un rancho a otro para ocultar su origen y venderlo como si hubiera sido criado en zonas autorizadas.
De hecho, el movimiento ya tiene nombre: se llama “lavado de ganado”. Lo que una vez fue bosque está lleno hoy de ganaderos que construyeron sus negocios con las brasas del bosque. 

El cuero también

Entre noviembre del año pasado y febrero de este, una serie de informes, concluyeron con una publicación del New York Times en dónde la lupa estaba puesta sobre el mismo fenómeno, pero traducido en carteras, tapizados de lujo y otros artículos de cuero vacuno.
La investigación de la conexión de la moda con la deforestación en el Amazonas tomó impulso en 2019, cuando las imágenes de incendios en la selva tropical iniciados para despejar tierras para la agricultura se volvieron virales.

Varias marcas internacionales anunciaron poco después que donaría millones para combatir los incendios en el Amazonas y otros compromisos. Por ejemplo H&M y VF Corporation, propietarias de Timberland y Vans, se comprometieron a dejar de comprar cuero brasileño a menos que pudiese probarse que no estaba relacionado con la deforestación.

Sin embargo, las mismas marcas fueron nombradas en el estudio, "Sin lugar para esconderse: Cómo la industria de la moda está unida a la destrucción del Amazonas", realizado por la organización sin fines de lucro centrada en la conservación Stand.Earth, que pudo ilustrar cómo fluía el cuero desde la Amazonia deforestada hasta las carteras y los tapizados que compran los estadounidenses.