La presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos y tercera autoridad del país, la demócrata Nancy Pelosi, anunció ayer la puesta en marcha de la investigación previa para el proceso de destitución o impeachment contra Donald Trump. Después de más de dos años de idas y vueltas con la trama rusa, el detonante final es el escándalo sobre las presiones de Trump a Ucrania para perjudicar la candidatura electoral del demócrata Joe Biden, lo que desencadenó la gran batalla de Washington. Este será el cuarto proceso abierto de estas características, un juicio político, que el Congreso estadounidense pone en marcha a lo largo de su historia.

“Las acciones llevadas a cabo por el presidente suponen una violación grave de la Constitución”, dijo Pelosi en el Capitolio. “El presidente debe rendir cuentas”, añadió, “nadie está por encima de la ley”. El impeachment, una operación compleja y de resultados políticos no siempre buenos para quien lo impulsa, ha sido un motivo de debate para los demócratas, divididos entre los que recelaban –como la propia Pelosi- y los que lo reclamaban. Hoy ese proceso ya es una realidad y, aunque no implica necesariamente que acaben votando acusar al presidente, la investigación en sí marcará lo que queda de presidencia y tendrá impacto directo en la campaña electoral de 2020.

La reacción del presidente llegó a través de Twitter. Acusó a los demócratas de estar ejerciendo una "caza de brujas" contra él. "Un día tan importante en Naciones Unidas, tanto trabajo, tal éxito, y los demócratas lo han estropeado a propósito y lo han menospreciado con más breaking news basura de caza de brujas. ¡Es muy malo para nuestro país!", finalizaba el tuit de Trump.

Las noticias de los últimos días elevaron el número de voces que pedían el juicio parlamentario. El origen del caso ucranio, aún por bautizar, se encuentra en una llamada telefónica del 25 de julio entre el presidente de Estados Unidos y el de Ucrania, Volodímir Zelenski. En ella, el estadounidense supuestamente presionó a su homólogo para que investigase por corrupción al ex vicepresidente de la Administración de Barack Obama, favorito en las encuestas para desafiarlo en las elecciones del próximo año, y al hijo de este, Hunter Biden, por sus negocios en el país mientras su padre estaba en el Gobierno. La presunta maniobra trascendió hace pocos días como parte de la denuncia de un confidente cuyo testimonio se había ocultado al Congreso.

Trump negó presiones, pero sí reconoció haber hablado con el mandatario ucranio sobre Biden. Y este martes, con las expectativas del impeachment ya al rojo vivo, poco antes del anuncio de Pelosi, trató de cambiar la dirección de los acontecimientos anunciando que permitiría la publicación de la transcripción de la charla completa con Zelenski. No bastó: los demócratas quieren leer y escuchar todo lo que ese confidente tiene que contar al respecto. Este, según la prensa estadounidense, se ha ofrecido ya a cooperar con el Congreso.

Según The Wall Street Journal, el presidente pidió hasta ocho veces a Zelenski que abriese una investigación contra los Biden en colaboración con su abogado personal, Rudy Giuliani. Además, según el mismo rotativo, llevó a cabo esa maniobra al tiempo que tenía bloqueada la entrega de una ayuda de 250 millones de dólares, que finalmente fueron liberados en septiembre. Giuliani sí ha admitido que presionó. El exalcalde de Nueva York, además, se reunió en junio en París con un funcionario de la Fiscalía General de Ucrania y en agosto en Madrid con un asesor de Zelenski, Andriy Yermak.

La bola de nieve ya había rodado lo suficiente este martes y la presidenta de la Cámara, hasta ahora una de las voces reticentes al impeachment, dio el paso al frente. Este martes acusó a Trump de “traición a la seguridad nacional y traición a la integridad de nuestras elecciones”. En los últimos días, Pelosi discutió con congresistas demócratas moderados sobre su convicción de que el mandatario habría cruzado una frontera infranqueable, usando su poder para presionar a un líder extranjero con el fin último de perjudicar a un rival político, además de mantener en secreto para el Congreso la denuncia de un miembro de la Administración.

Con estas acusaciones sobre la mesa, Trump se hallaba, como en la trama rusa, ante la acusación de maniobrar con un poder extranjero para perjudicar las posibilidades electorales de uno de sus probables rivales en los comicios presidenciales.