En abril de 1986, ocurrió el desastre nuclear más grande del mundo hasta la fecha en la planta de energía nuclear de Chernóbil (CNPP), hoy Ucrania, entonces parte de la Unión Soviética, alterando permanentemente el paisaje ecológico de la región. Y la percepción del mundo entero sobre los peligros de la energía nuclear.

La explosión de vapor dentro del reactor cuatro y los incendios que ardieron durante 10 días liberaron al entorno grandes cantidades de cesio-137, yodo-131 y otros radionúclidos que se propagaron a través de los patrones climáticos en Ucrania, Bielorrusia, Rusia y otras partes de Europa, e incluso llegaron a América del Norte.

Los 2600 km cuadrados del área que se extiende alrededor de la planta de energía, ahora denominada Zona de Exclusión de Chernóbil (ZEC), fue la más profundamente afectada por la nube radiactiva, generando una catástrofe ecológica de proporciones masivas.

La abundancia de poblaciones de vida silvestre dentro de la ZEC se redujo sustancialmente después del accidente y algunas especies parecen haberse recuperado, probablemente debido a la falta de perturbación humana pero otras muchas desaparecieron del entorno.

En respuesta al desastre, las autoridades establecieron una zona de exclusión de 30 km alrededor de la instalación y evacuaron a más de 120.000 personas de 189 ciudades y comunidades. A los evacuados no se les permitió llevar nada que no pudieran cargar. 
Les dijeron que regresarían en 3 días, pero nunca se les permitió regresar. Sus mascotas quedaron abandonadas. Así lo cuenta la Fundación Más Futuros Limpios en la web donde promociona el programa de ayuda para esas mascotas abandonadas.

De lo humanitario a lo científico

Una de las mayores preocupaciones en conexión con un evento como el de Chernóbil es que la contaminación ambiental continua, incluida la radiación y el envenenamiento por metales pesados, puede provocar cambios en la diversidad genética de las especies a través de tasas de mutación elevadas porque el entorno es altamente mutagénico.

Por eso aquí se cruzaron el interés humanitario con el científico: ocurre que no se sabe mucho sobre cuánto y cómo puede afectar a la estructura genética y la descendencia la exposición crónica a altos niveles de radiación. Y por eso, las poblaciones de mascotas que se desarrollaron en la zona del reactor, que se establecieron hace casi 40 años y generaron allí su progenie eran candidatas a posibilitar estudios sobre estas situaciones. 
La Fundación tenía establecido un programa que sirvió de punto de partida para un trabajo que será de utilidad para la humanidad entera.

Hasta la fecha, ningún estudio genético de poblaciones en Chernóbil había incluido mamíferos de cuerpo grande, como los caninos, a pesar de su potencial para ofrecer información poderosa sobre la historia y la supervivencia de la vida en este entorno tan hostil.

Después de la evacuación de las personas de la CEZ, las autoridades dispusieron el sacrificio de las mascotas abandonadas para evitar la posible propagación de la contaminación radiactiva. Se creía entonces (y se confirmó con este trabajo) que algunos perros habían evadido a los cazadores, escapando más allá del CNPP.

No estaba claro hasta qué punto se habían expandido las poblaciones de perros desde sus fundadores originales de 1986, cuántas poblaciones distintas quedaron, qué tan diversas pueden ser estas poblaciones o si están limitadas por cuestiones geográficas. Tampoco se conoce qué tanto pudo haberse afectado la estructura genética de poblaciones que se desarrollaron conviviendo con niveles tan altos de radiación.

Prometedores resultados

El trabajo acaba de publicarse en la revista Science Advances. En este estudio se caracterizó la estructura genética de 302 perros, representativos de tres poblaciones de animales que deambulan libremente y que incluso viven dentro de la central eléctrica, así como entre 15 y 45 kilómetros del lugar del desastre. Se estima que cuando comenzó el trabajo de caracterización en 2017, la población total incluía unos 800 perritos y perritas.

El análisis posterior demostró que hay dos poblaciones localmente distintas en esta región, constituyendo los perros que viven en el CNPP una población diferenciada de la de la ciudad de Chernóbil, ubicada apenas a 15 km del complejo.

“Los perfiles de todo el genoma de Chernóbil revelan que los individuos de la central eléctrica y la ciudad de Chernóbil son genéticamente distintos. El estudio presenta la primera caracterización de una especie doméstica en Chernóbil, estableciendo su importancia para los estudios genéticos sobre los efectos de la exposición a radiación ionizante de dosis baja a largo plazo” afirman los autores del trabajo.

Lo notable de este tipo de estudio es que, con tecnología y paciencia (mucha tecnología pero mucha más paciencia), pueden establecerse incluso los lazos familiares dentro de estas poblaciones. En los hechos, aunque son poblaciones genéticamente diferenciadas, se encontraron varias familias nucleares con conexiones entre las familias del complejo y las de la ciudad de Chernóbil.

Pero para los investigadores el mayor potencial de este trabajo radica en que esta población contribuirá “a la comprensión de los fundamentos biológicos de los animales y, en última instancia, la supervivencia humana en regiones de alto y continuo ataque ambiental”.