Desde fines del siglo pasado la comida oriental se viene popularizando en Argentina, en una ola tardía respecto a su difusión en el resto del mundo occidental. Tal vez el momento “fashion” en nuestro país se alcanzó con los “Sushi Boys” durante el gobierno de De la Rúa.

Como sea, hoy es fácil en cualquier ciudad recibir comida japonesa, o taiwanesa o china (o algún refrito “acriollado” que experimente con cualquier cosa que tenga arroz y salsa de soja).

Lo cierto es que tanto en los deliveries como en los restaurantes en que se ofrecen esta gastronomía, los platos vienen acompañados de modo sistemático con palillos descartables. Por estas pampas no es frecuente su uso: requieren de entrenamiento y habilidad; muchos consumidores locales prefieren manejarse con su tradicional tenedor. Menos “chic” pero más seguro.

La cifra de estos palillos que se descartan en el mundo es un poco escandalosa: tanto como el número de platos que se sirven diariamente multiplicado por dos. 

Así hasta ahora, porque un cultor de los paradigmas de eficiencia alemana, Félix Böck, ingeniero en madera para más datos, se preguntó “si se podrían probar los conceptos comerciales sostenibles basados en recursos sub utilizados” buscando un modelo de uso eficiente de maderas. Estaba frustrado por las enormes cantidades de madera que se desaprovechaban en el mundo.

En su opinión, “debía haber líderes de opinión que demuestren su viabilidad. El emprendimiento tenía que ser interesante, algo fácil de comprender y algo que provoque emociones hacia el problema de la economía lineal y nuestra gran cantidad de desechos”.

Y así nació ChopValue.

Es una empresa que basa su estrategia en 5 pasos: primero produce palillos descartables de modo sustentable y certificado a partir de caña de bambú, la madera más apropiada para palillos, que no requiere la utilización de áreas de cultivo formales. Luego entrega esos palillos a comercios y restaurantes. Los receptores solo pagarán por los palillos que no devuelvan, con lo que se crea un fuerte incentivo económico para su reciclado.

Una vez recuperados, los palillos se someten a un proceso de limpieza y desinfección que termina con su conformación en tablas hechas de palillos prensados que luego se utilizan en el diseño y construcción de muebles de hogar y oficina. El ciclo se completa con la franquicia del sistema para que haya microfábricas en todas las ciudades en que se registra un consumo importante de palillos.

El proceso comienza con limpieza y desinfección para luego alinear los palitos y formar tablas. Imagen: sz-magazin.sueddeutsche.de
El proceso comienza con limpieza y desinfección para luego alinear los palitos y formar tablas. Imagen: sz-magazin.sueddeutsche.de

A la fecha, el contador de la página indica que más de 78 millones de palillos han sido recuperados; eso es el equivalente a inmovilizar casi 3000 toneladas de CO2 equivalente. La franquicia ya opera en 10 países y continúa creciendo con el propósito de expandir este concepto a nivel mundial.

Ya hay microfábricas licenciadas en locaciones tan diversas y distantes como Bali, Calgary, Bostón, Las Vegas, Liverpool, Ciudad de México, Singapur o las tres emblemáticas en Canadá: Vancouver (de donde es originario el emprendimiento), Toronto y Montreal.

El truco más importante en este ejemplo de economía circular es que el producto obtenido por reciclado (el mobiliario) tiene mucho más valor unitario que el producto original (los palillos); así el ciclo económico del emprendimiento permite un incentivo real al usuario del producto descartable (los restaurantes) y paga un componente complejo de estos procesos que es la logística del residuo.