“La humanidad está tratando a nuestro planeta como un basurero, estamos destrozando nuestro único hogar”, dijo el Secretario General de las Naciones Unidas en un evento de la Asamblea General para marcar la jornada en que por primera vez se celebró el Día Internacional “Cero Desechos”, buscando crear conciencia sobre la contaminación desmedida que la actividad humana provoca en detrimento de la salud y el medio ambiente.

“Estamos destrozando nuestro único hogar”, advirtió Guterres, afirmando que la mejor gestión y el reciclaje de basura es responsabilidad de la industria, los gobiernos y la sociedad civil.

Ayer se pusieron de relieve las cifras del Banco Mundial y el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) que revelan que el mundo genera 2000 millones de toneladas de desechos sólidos urbanos cada año, 45% de los cuales no se gestiona adecuadamente.

Dentro de ese universo, mientras más de 800 millones de personas padecen hambre en el mundo, el 10% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero provienen del cultivo, almacenamiento y transporte de alimentos que nunca se utilizan, engrosando las toneladas de residuos que se generan diariamente.

Los más afectados

Como en cada fenómeno disfuncional de la humanidad, la basura afecta especialmente a las poblaciones más pobres, especialmente a los casi 4000 millones de personas, la mitad de la humanidad, que no tienen acceso a instalaciones de eliminación controlada de desechos.

Vertedero en Nairobi, el más grande de Kenya. Imagen: © PNUMA/Duncan Moore
Vertedero en Nairobi, el más grande de Kenya. Imagen: © PNUMA/Duncan Moore

Es que la basura genera afectaciones directas e indirectas a la salud y también todo un circuito económico oculto en dónde encuentran ocupación informal millones de personas a quiénes no se les reconoce adecuadamente su trabajo.

Tres focos de acción

La estadística señala que, al ritmo actual, los residuos se duplicarán para 2050, alcanzando 4000 millones de toneladas al año. Por eso, desde la secretaría general de Naciones Unidas se plantean tres líneas de acción que involucran a la industria, los gobiernos y la sociedad civil.

Por un lado, las empresas contaminantes deben tomar la iniciativa diseñando productos y servicios que requieran menos recursos y materiales, gestionando ecológicamente los desperdicios en todas las etapas del ciclo de producción, extendiendo la vida útil de sus productos e invirtiendo en sistemas de reciclaje de residuos en las comunidades en que operan.

Esto implica asimilar un paradigma central de la economía circular, en que los productos y servicios deben pensarse contemplando su ciclo de vida completo, permitiendo que al final del uso o consumo de un producto se haya minimizado la utilización de recursos naturales, generado la menor cantidad de residuos posibles y permitiendo la reutilización o reciclado de los componentes.

Los gobiernos nacionales, municipales y locales, por su parte, deben invertir en el desarrollo de sistemas modernos de gestión de basura y elaborar políticas que alienten a los ciudadanos a reciclar todos los bienes que consuman, especialmente las vinculadas a la responsabilidad extendida de los productores, para que las empresas se hagan cargo de los residuos que generan.

Finalmente, aunque los planos de responsabilidad sean muy diferentes, los consumidores deben tener una actitud responsable con el manejo de sus desechos. Para ilustrar este punto, Guterres apeló a la responsabilidad cuando se debe desechar algo. “Debemos encontrar posibilidades de reutilización, reciclaje, reconversión, reparación y recuperación de los productos que utilizamos y pensar dos veces antes de arrojarlos a la basura”.