Quién no ha compartido velada al aire libre y constatado que, en el mismo entorno, con las mismas condiciones, alguna persona de las presentes es literalmente “cazada” por las mosquitas mientras que otras, tan campantes, disfrutan la velada. “Es que tengo sangre dulce” se escucha a veces como explicación.

De estas experiencias sensibles deviene un saber popular: algunas personas son mucho más “picables” por las hembras de los mosquitos que otras. Simple recordatorio: son las hembras las que pican a animales de sangre caliente, porque necesitan alimentos con alta concentración de proteínas para sustentar a su progenie; los machos chupan savia vegetal, herbívoros, ellos.

Desde hace tiempo, ciencia mediante, ya se sabía que hay circunstancias en que las personas se hacen más “atractivas” para el picazo: por ejemplo, las mujeres embarazadas o, (atención con el dato en Barrio Güemes y otras áreas cerveceras) después de tomar unas “birras”.

También estaba plenamente comprobado que el radar primario de los mosquitos detecta el anhidrido carbónico que respiramos, por eso, las trampas para mosquitos se hacen con hielo seco (anhidrido carbónico en estado sólido).

Pero, como tantos otros, el misterio de la “picabilidad” llega a su fin. Investigadores de la Universidad Rockefeller de Nueva York descubrieron al menos uno de los factores que hace que, efectivamente, unas personas convoquen más mosquitas que otras. Los más de 2300 experimentos que requirió la publicación de este estudio se hicieron con las hembras de Aedes aegypti, las temibles responsables de propagar enfermedades como el dengue, el chikungunya, la fiebre amarilla y el zika.

Y la respuesta no está en lo “dulce de la sangre” sino en la piel de las personas.

El Método

Sería bastante cruel (y peligroso) que estos experimentos obligasen a las personas a dejarse picar por enjambres de mosquitos. Afortunadamente, el ingenio científico elige otros caminos. Los investigadores recogieron los componentes naturales presentes en la piel de las personas colocando cubiertas de nailon en los brazos.

Estos extractos eran sometidos de pares, en trampas especialmente diseñadas, para que las mosquitas elijan alguno de los dos extractos sometidos a su “cata”. Analizando cuántos mosquitos iban a cada uno de los extractos, decidían quiénes eran las personas más atractivas.

Era como un “Gran Hermano” de la atracción de mosquitos. Una vez identificadas las personas más atrayentes, se podría estudiar qué había en su extracto para decidir si algún compuesto o conjunto de compuestos eran responsables del fenómeno. Los investigadores organizaron un “todos contra todos”, de a pares, entre todos los sujetos que fueron seleccionados para el estudio.

Lo cierto es que, el denominado “Sujeto 33” ganó con sus aromas los 100 desafíos en los que participó. O sea, el sujeto 33 era preferido por los mosquitos, antes que cualquier otro.

Los Hallazgos

La piel de los seres humanos segrega una gran variedad de ácidos orgánicos: los más largos (grasos) son parte del sebo, la capa cerosa de nuestra piel. Luego, el sebo es devorado por los millones de microorganismos que colonizan nuestra piel para producir otros ácidos, muchos de ellos volátiles y, por lo tanto, aromáticos. En general, entran en la categoría “ácidos carboxílicos”.

Nuestros olores naturales están marcados por las peculiares combinaciones de microbios que viven sobre nuestra piel, responsables entre otros del particular olor de nuestra transpiración o el famosísimo “olor a pata”.

El estudio demostró que las personas como el sujeto 33, que tienen niveles más altos de ácidos carboxílicos en la piel, tienen más probabilidades de ser "imanes de mosquitos", como los describió Leslie Vosshall, directora científica del Instituto Médico Howard Hughes e investigadora principal detrás del nuevo estudio en una entrevista con The Washington Post.

El experimento se desarrolló durante tres años, y las mismas personas resultaban elegidas por las mosquitas, sin importar lo que comieran, el jabón y la frecuencia con que se bañasen.
“Si eres un imán de mosquitos hoy”, dijo Vosshall, “serás un imán de mosquitos dentro de tres años”. Hay una “firma personal” de ácidos carboxílicos que decide cuan capaz será esa persona de atraer mosquitos.

El estudio no estaba diseñado para analizar por qué algunas personas tienen más ácidos carboxílicos en la piel que otras. Los investigadores no descartan que las diferencias en el magnetismo de los mosquitos sea simplemente una diferencia en los tipos de bacterias de la piel, pero se requerirán más estudios.

Implicancias

Las enfermedades transmitidas por mosquitos afectan a unos 700 millones de personas al año, y todas las proyecciones indican que esa cifra crecerá a medida que aumentan las temperaturas globales, fenómeno acompañado por la colonización de nuevos hábitos por parte de los mosquitos. 
Aedes aegypti vive en climas tropicales o subtropicales, pero con la suba de temperatura se generan condiciones para que viva cada vez más al norte y al sur del planeta.

Los hallazgos podrían conducir a nuevos productos o estrategias que permitan enmascarar, alterar o disminuir ciertos olores humanos, haciendo menos probables las picaduras. Por fuera de la cuestión de la comodidad personal, los investigadores ven un enorme potencial en la contención de las enfermedades transmitidas por los mosquitos.