Más de cuarenta mil asistentes registrados, casi 200 estados, más de 120 líderes del mundo, se dan cita durante 12 días en Egipto con el declarado propósito de establecer acuerdos que permitan limitar el calentamiento del planeta. Este año, por primera vez se añade la discución sobre cómo se financia lo que se conoce como “daños y pérdidas”, el problema de solucionar los daños que ya ha provocado y continuará provocando el calentamiento de 1,1 °C ya generado.

Aunque ya hubo una en Marruecos (la COP22), con gran algazara se promociona esta Cumbre como “la COP de África”, poniendo de relieve que se atenderá especialmente al impacto en ese continente, que con sus 54 naciones suma el 15% de la población mundial y contribuye con menos del 4% de las emisiones contaminantes.

Contaminar menos, claro, no es sinónimo de sufrir menos el impacto. Se estima que, solo por la sequía en el Cuerno de África, 37 millones de personas se mueren de hambre hoy, literalmente.

El presidente Biden anuncia hoy, con bombos y platillos, que cualquier contratista que tenga negocios con el estado norteamericano por más de 7,5 millones de dólares anuales deberá presentar sus propósitos de reducción de emisiones de gases contaminantes, en línea con los acuerdos de París. Es más, dice sonriente el presidente de los Estados Unidos, deberán hacer público su inventario de emisiones y además informar los riesgos que enfrentan como consecuencia del cambio climático.

Un mundo esperanzado sigue las negociaciones y aguarda más anuncios positivos.

Las sombrías realidades

Pero fuera del marketing y los anuncios más o menos rimbombantes, están los hechos.
Un repaso rápido y desordenado de los reportes que se presentaron en estos primeros 4 días de conferencias muestra este panorama:

  • Greenpeace denuncia que los mayores fabricantes de automóviles del mundo fabricarán 400 millones de vehículos más de lo que permite el objetivo climático de 1,5 °C.
  • La ONG alemana Urgewald señala que las empresas de petróleo y gas planean un crecimiento “aterrador” de los combustibles fósiles.
  • El pico de contaminación de los combustibles fósiles recién se alcanzaría en 2025 y los compromisos adoptados por las naciones hasta ahora llevarían el calentamiento hasta los 2,4 °C, suponiendo que los países cumplan estrictamente sus compromisos, algo que no ha ocurrido todavía. Eso es más del doble que el 1,1 °C que ya se calentó el planeta y muy lejos del 1,5 °C establecido como objetivo en París.

Una mirada inglesa

Jorge Monbiot, columnista de The Guardian, que tiene el privilegio de haber trabajado sobre los acuerdos finales de las 26 cumbres del clima que se realizaron hasta hoy, dice en un artículo de opinión: “Aquí hay solo dos acciones necesarias para evitar un colapso climático catastrófico: dejar los combustibles fósiles enterrados y dejar de criar animales. Pero, gracias al poder de las dos industrias, ambos objetivos son oficialmente innombrables. Ninguno de ellos aparece en ninguna de las declaraciones de las 26 cumbres climáticas concluidas hasta el momento”.

Al rastrear con paciencia lo que se encuentra es que los combustibles fósiles se nombran en sólo seis de los acuerdos finales y solo uno sugiere usar menos petróleo, pero de modo general; el ejemplo más patético resulta el del año pasado en Glasgow que propuso reducir gradualmente la quema de carbón, sin decir nada sobre la reducción del petróleo o el gas. Ninguno de ellos sugiere extraer y usar menos.

Idéntico el caso de la ganadería: se menciona en sólo tres acuerdos, y la única acción que propone cada uno de ellos es la “gestión”. En ningún caso se usa la palabra “reducción”. Monbiot ironiza estas flagrantes contradicciones diciendo: “Es como si los negociadores de la no proliferación nuclear hubieran decidido no hablar de bombas. No se puede abordar un problema si no lo discute”.

Lobbys y números

Ayer se hizo público un análisis de la composición de las delegaciones que han sido acreditadas en este Cumbre. Y varias de las cuestiones resumidas en este artículo parecen cobrar lógica y sentido.

La delegación más numerosa es la de Emiratos Árabes Unidos, sede de la Cop28 el próximo año, que cuenta con 1.070 delegados registrados, frente a los 176 del año pasado. Se dirá seguramente que esta mega delegación es producto del interés del futuro anfitrión por preparar una reunión impecable.

Puede ser. Pero no estaría bien obviar el dato de que es el 6° responsable del mundo en emisiones de gases de efecto invernadero per cápita, con todos sus vecinos socios de la OPEP en lugares destacados de este nefasto ranking.

En una cumbre, en dónde cada asiento es libre pero obliga a erogar montañas de dinero si se quiere ocuparlo, es sabido que las ONG y las naciones de menos recursos, a duras penas consiguen llegar. Y cuando llegan, nos cuentan que son objeto permanente de vigilancia e intimidación por parte de las autoridades egipcias. Basta decir “ONG” o “activista” y comienzan la vigilancia abierta, el control de las reuniones y problemas con el alojamiento.

Nada de esto le ocurrió a la segunda delegación en cantidad, que intentaba pasar desapercibida para el gran público: Hay 636 lobistas de las industrias del petróleo y el gas registrados para asistir al evento de la ONU en Sharm el-Sheikh, Egipto. No es una novedad ya que en Glasgow, fueron 503 y ese año superaban en número a cualquier otra delegación.

Para justificar esta presencia, se esgrime el argumento de que estos sectores deben estar representados para garantizar que los acuerdos adoptados los incluyan y permitan establecer objetivos compatibles con las implicancias económicas de las medidas propuestas.

Sin embargo, los datos relevados por Monbiot sobre el contenido de los acuerdos de las 26 cumbres anteriores no dejan espacio para el optimismo sobre el papel que estos ejecutivos juegan.

En realidad, la advertencia sobre el rol negativo que pueden tener estas delegaciones ya fue formulada. En una presentación reciente ate el organismo que supervisa las COP, una coalición de grupos de la sociedad civil señaló que la acción climática “continuará sin abordar de manera significativa el cambio climático mientras los intereses contaminantes tengan acceso ilimitado a los procesos de formulación de políticas y se les permita influir indebidamente y debilitar el trabajo crítico de la CMNUCC”.

Y es lo que parece estar ocurriendo: los acuerdos hasta ahora están lejos de alcanzar.