Se conoció ayer el documento final del VI Reporte del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el clima de Naciones Unidas (IPCC, por sus siglas en inglés).

Como viene ocurriendo en todas las cumbres del clima, la redacción de la versión final del documento fue objeto de discusión y controversia más allá del cierre previsto para el viernes y recién a las 10 de ayer (hora de nuestro país), se conoció la versión acordada tras la reunión de una semana celebrada en la ciudad suiza de Interlaken.

Fue un nuevo capítulo de la batalla entre países ricos y en desarrollo sobre los objetivos de emisiones de dióxido de carbono y la ayuda económica a las naciones vulnerables.
La clausura fue retrasada repetidamente, mientras los representantes de naciones como China, Brasil, Arabia Saudí, Estados Unidos, la Unión Europea, India y Rusia negociaban a lo largo del fin de semana la redacción de frases clave.

Hoesung Lee, Presidente del IPCC resumió la situación de este modo en la presentación oficial: “En el Informe de síntesis se destaca que urge tomar medidas más ambiciosas y se demuestra que, si actuamos ahora, aún es posible garantizar un futuro sostenible y habitable para todos”.

El IPCC y sus reportes

El Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) es el órgano de las Naciones Unidas encargado de evaluar los conocimientos científicos relativos al cambio climático. 

Fue establecido en 1988 por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y la Organización Meteorológica Mundial (OMM) para que facilitase a los dirigentes políticos evaluaciones científicas periódicas sobre el cambio climático.
Participan del IPCC 195 Estados Miembros, que son miembros de las Naciones Unidas o de la OMM.

Para los informes, los expertos ofrecen voluntariamente su tiempo para evaluar los miles de artículos científicos que se publican cada año, con el fin de elaborar un resumen exhaustivo de lo que se sabe sobre los factores que impulsan el calentamiento global, sus impactos y futuros riesgos, y sobre la forma de reducir dichos riesgos mediante medidas de adaptación y mitigación.

El IPCC cuenta, con tres grupos de trabajo: el Grupo I, que estudia las bases físicas del cambio climático; el Grupo II, que se centra en los impactos concretos sobre el planeta, la adaptación y la vulnerabilidad de las poblaciones y ecosistemas; y el Grupo III, que se ocupa de los mecanismos necesarios para la mitigación del cambio climático.

Las evaluaciones del IPCC brindan a los gobiernos, en todos los niveles, información científica que pueden utilizar para elaborar las políticas climáticas y constituyen una contribución fundamental en las negociaciones internacionales encaminadas a afrontar el calentamiento global.

El IPCC publica evaluaciones científicas exhaustivas cada seis o siete años. El informe anterior, el Quinto Informe de Evaluación, se finalizó en 2014 y proporcionó la principal aportación científica al Acuerdo de París. Entonces se estableció el compromiso para intentar que el calentamiento fuese menor al 1,5 °C o, alternativamente, que no superase los 2 °C.

Manual para desarmar la bomba de tiempo climática.

El artículo que acaba de publicar en su sitio de linkedin el Secretario General de Naciones Unidas, Antonio Guterres, comienza diciendo: “La bomba de relojería climática está en marcha. Pero el último informe del Panel Intergubernamental sobre el Cambio Climático (IPCC) es una guía práctica para desactivar esa bomba”.

Marca los terribles contrastes entre la responsabilidad excluyente de los seres humanos sobre todo el calentamiento global en los últimos 200 años, que llevaron las concentraciones de dióxido de carbono a su punto más alto en al menos dos millones de años, con el señalamiento de que el reciente informe “muestra que nunca hemos estado mejor equipados para resolver el desafío climático”.

Haciendo suyas las propuestas del reporte propone las acciones que deberían adoptarse para revertir la crisis. Y lo resume con la frase: “Necesitamos acción climática en todos los frentes: todo, en todas partes, todo a la vez”.

Las 7 acciones inmediatas imprescindibles

Guterres resume las acciones que deben adoptarse de modo urgente:

  • Nada de carbón nuevo y la eliminación gradual del carbón existente para 2030 en los países miembros de la OCDE y para 2040 en todos los demás países.
  • Poner fin a toda la financiación pública y privada internacional del carbón.
  • Garantizar la generación de electricidad cero neta (es decir, con emisiones de dióxido de carbono netas igual a cero) para 2035 para todas las economías desarrolladas y 2040 para el resto del mundo.
  • Cese de todas las licencias o financiación de nuevas explotaciones de petróleo y gas.
  • Detener cualquier expansión de las reservas de petróleo y gas existentes.
  • Cambiar los subsidios de los combustibles fósiles y aplicarlos a una transición energética justa.
  • Establecer una reducción gradual global de la producción existente de petróleo y gas compatible con el objetivo global cero neto para 2050.

Lo que tal vez se requeriría para que este catálogo de acciones tenga alguna posibilidad de aplicación sería otro manual. Uno que aborde cómo desarticular el poder que tienen los grandes grupos económicos ligados a los combustibles fósiles porque, en plena crisis, con la evidencia abrumadora a la luz del día, no paran de expandir sus explotaciones y sus ganancias.