Hace menos de un año la primera ministra danesa, la socialdemócrata Mette Frederiksen, tachó de “absurda” la oferta de compra del territorio ártico por parte del presidente de EE UU, Donald Trump. 
Apenas ocho meses después del choque entre ambos socios de la OTAN, los titulares se han mostrado acertados. Washington y Nuuk, la capital del territorio danés semiautónomo de Groenlandia, han anunciado un acuerdo de inversión en proyectos en el territorio helado por un total de 83 millones de coronas danesas (11 millones de euros) abriendo un intenso debate en la capital del reino.

“Con esta buena noticia se confirma que nuestro trabajo de consolidar una relación constructiva con Estados Unidos da sus frutos”, dijo el primer ministro groenlandés, Kim Kielsen. El Gobierno socialdemócrata de Dinamarca aplaudió también la inversión de Washington en su territorio del Ártico, en cuyas negociaciones estuvo involucrado desde el pasado otoño boreal. 
Groenlandia goza de una amplia autonomía. Por ejemplo, pertenece a Dinamarca pero no a la Unión Europea (UE); en contrapartida, sigue siendo Copenhague el único interlocutor válido en cuestiones de Exterior y Defensa. 
“No es un secreto que hemos trabajado con Groenlandia para asegurar que se beneficie de la presencia de Estados Unidos”, explicó a los medios locales el ministro de Exteriores danés, Jeppe Kofod, quién intentó rebajar la crispación en Copenhague calificando el acuerdo económico de “completamente natural”.

Los fondos estadounidenses, según el acuerdo, irán destinados a proyectos relacionados con la extracción de materias primas, turismo y educación y serán los groenlandeses, junto con los estadounidenses, los que decidan exactamente cómo y cuándo gastar el dinero. Pero las voces que señalan una doble intención de Trump en un territorio en el que China y Rusia reclaman soberanía no dejan de crecer.
La oposición danesa, por derecha e izquierda, cuestionó el acuerdo. Los ultraderechistas del Partido del Pueblo Danés (DPP) creen que el pacto es “insultante”, según declaró el diputado Soren Espersen al diario Altinget. Los socialistas creen que el acuerdo es “extremadamente provocativo” y que lo único que persigue es generar crispación en las relaciones entre Copenhague y Nuuk por las que, si bien hay una gran autonomía política, económicamente hay cierta dependencia.

Groenlandia, cuya economía se basa casi exclusivamente en la pesca, recibe anualmente 576 millones de euros de Copenhague, lo que representa dos tercios de sus finanzas. Con el pacto con EE UU, algunos diputados en el Folketing (Parlamento nacional) dicen que Groenlandia poco a poco se irá alejando de Copenhague para alinearse con sus nuevos socios estadounidenses. 
Un alto funcionario de la Casa Blanca citado por el Financial Times aseguró, sin embargo, que EE UU ya no planea comprar Groenlandia.

Poco después de aquella crisis diplomática desatada el pasado verano entre ambos socios de la OTAN en la que Trump llegó a cancelar de la noche a la mañana una visita oficial a Copenhague, Washington inició una serie de discretos movimientos para seducir a Groenlandia. Mandó a una delegación al territorio helado —el 80% de su superficie está cubierta de hielo— para proponer ciertas inversiones en infraestructuras como carreteras y aeropuertos.