Ante el escaso avance en las negociaciones comerciales con China, Donald Trump parece decidido a poner la guerra comercial con Pekín a toda máquina. El presidente de Estados Unidos anunció este jueves, a través de Twitter, que a partir del 1 de septiembre los productos chinos que hasta ahora no habían sido gravados —aproximadamente unos 300.000 millones de dólares— recibirán un arancel del 10%. Es decir, EE UU gravará todos los productos chinos que entren por sus fronteras, lo que tendrá impacto tanto en el bolsillo de los consumidores como en las tasas de crecimiento previstas en todo el mundo. Trump dice querer continuar las negociaciones con Pekín, pero las posibilidades reales de acuerdo se alejan día a día.

El anuncio se produjo tras la reunión de Trump con el representante de Comercio Exterior, Robert Lighthizer, y el secretario del Tesoro, Steven Mnuchin, en la Casa Blanca a su regreso de la ronda negociadora con China que ha tenido lugar esta semana en Shanghái. El republicano aseguró, en un primer tuit, que las discusiones con China habían sido “constructivas” pero inmediatamente después pasó a reprochar a Pekín sus varios incumplimientos y a recordar que el acuerdo se esperaba para hace tres meses.

Por un lado, el republicano insistió en que China se comprometió a comprar mayor cantidad de productos agrícolas, uno de los sectores más afectados por la guerra comercial en EE UU. “Pero hasta ahora no lo ha hecho”, se quejó. Tampoco Pekín puso fin a las ventas de fentanilo a empresas estadounidenses, como le prometió el presidente Xi Jinping en la reunión que ambos mantuvieron en el G20 de finales de junio en Japón. Como se sabe, el fentanilo es responsable por el aumento en la adicción a los opiáceos en EE UU y provoca una oleada de muertes en el país.

Pese a ello, Trump insistió en que “las conversaciones continúan” —en principio deberían reanudarse en septiembre— y confió en que el diálogo abierto acabe dando frutos. Pero eso no le impidió anunciar el arancel del 10% a partir del 1 de septiembre sobre importaciones chinas por valor de 300.000 millones de dólares, que se sumarán así al gravamen del 25% que ya soportan productos chinos por 250.000 millones. En 2018, EE UU importó bienes chinos por 557.900 millones de dólares, según el Departamento de Comercio, así que prácticamente la totalidad de esas compras estarían gravadas.

La reunión en Shanghái duró menos de lo esperado, una clara evidencia de que no se registraron avances más allá de mostrar disposición a seguir dialogando. Y ante ese escenario, en el que cada día se alejan las posibilidades reales de un acuerdo entre las dos potencias y que va forzando a empresas y consumidores a buscar alternativas, el presidente volvía a jugar con la mira puesta en 2020. Según Trump, los chinos buscan retrasar deliberadamente el proceso con la esperanza de que los demócratas ganen las elecciones de 2020. “Saben que si yo gano el acuerdo será mucho más duro”, declaró esta semana el presidente, que insiste en que solo firmará un pacto que sea bueno para Estados Unidos.

La guerra comercial se desató el año pasado cuando la Casa Blanca decidió iniciar la escalada arancelaria sobre productos industriales chinos por valor de 50.000 millones de dólares, que fue respondida con medidas similares por Pekín. A partir de entonces ambos países abrieron una mesa de negociación que, pese a las varias rondas negociadoras y las treguas declaradas tras las reuniones de los dos presidentes —en diciembre, en Argentina y en junio, en Japón— no ha evitado la escalada arancelaria.

Hasta ahora, los agricultores y las grandes empresas eran los principales perjudicados por los aranceles sobre China. Compañías como el gigante de la maquinaria Caterpillar o la aeroespacial Boeing se veían obligados a pagar más por las materias primas o los bienes intermedios que compraban a China para fabricar sus propios productos. Pero los nuevos aranceles golpearán básicamente a bienes de consumo, desde teléfonos móviles, como los componentes que Apple utiliza para sus iPhone o sus ordenadores Mac, a ropa y calzado. “El presidente Trump está utilizando a las familias estadounidenses de rehenes en sus negociaciones”, aseguraba el presidente de los vendedores de calzado, Matt Priest, en respuesta al anuncio presidencial.

Justo este jueves, Peter Navarro, el principal asesor del presidente en cuestiones comerciales y uno de los halcones de la Casa Blanca, defendía el beneficio de los aranceles. “Son buenos”, comentó en Fox News, “porque aumentan la recaudación”. La Casa Blanca, sin embargo, ya ha aprobado varios planes de ayudas a los agricultores por más de 15.000 millones de dólares.

El anuncio fue recibido con pesimismo en Wall Street. Los índices de referencia en el mercado neoyorquino subían más de un 1% al arrancar la sesión del jueves. Hasta que el presidente lanzó sus mensajes y dieron un vuelco en segundos, para pasar a caer cerca de un 1% al cierre. Reflejo del impacto que puede tener la tensión arancelaria en la economía, el precio del barril de petróleo cayó casi un 8%, en la peor jornada en cuatro años.