¿Hace referencia el título a alguna suerte de preferencia de los consumidores? ¿o al impacto sobre el sistema nervioso de un estimulante y otro? ¿tal vez refiere a volúmenes de consumo mundial? ¿al precio de un artículo y otro?.
Nada que ver: el título de esta nota es el impacto ambiental, medido en la huella de carbono, asociado a beber una taza de café o a fumar un porro.

Los problemas asociados a las drogas ilícitas son de amplio y muy conocido impacto: la traza de delitos de todo tipo, espirales de violencia y lavado de activos y dinero ilegal son objeto de noticias, series y literatura. Además de ser en algunas ciudades y países un drama cotidiano al que no se le encuentra solución.
Por eso no sorprende que se preste poca atención al impacto ambiental que, como toda actividad humana, estas producciones generan.

A la luz del último Informe Mundial sobre Drogas (2022) de la Oficina de las Naciones Unidas contra la Droga y el Delito, parece claro que las drogas ilícitas tienen su impacto, pero está lejos de acercarse al impacto de las actividades enteramente lícitas que comandan la contaminación mundial: la movilidad y la agricultura.

Es que este último informe, recientemente publicado, además de los tradicionales resúmenes de cantidades producidas, comerciadas y consumidas de estupefacientes tiene una capítulo enteramente dedicada a la determinación de los impactos ambientales de todas las drogas, naturales y sintéticas, y en las consecuencias de los avances en la legalización de la marihuana en diferentes estados.

Para muestra basta un botón

El informe es muy basto en su análisis de todas las drogas en el mundo. La palabra “ilícitas” salió hace tiempo del título del reporte porque no hay un consenso mundial respecto a lo que debe considerarse legal en este campo y, de hecho, tanto para las drogas purificadas desde la naturaleza como para las enteramente sintéticas, hay regímenes muy diversos en la legislación mundial.

La precisión del informe es enorme; establece, por ejemplo, que una taza de café, cultivado en Brasil o Vietnam y consumida en un hogar de Londres, tiene una huella de carbono que es, por lo menos, tres veces mas grande que la de un porro de marihuana cultivada en un predio al aire libre de Estados Unidos y consumido en ese mismo país.

Los cultivos en ambiente controlado tienen un impacto muy superior a los que se realizan al aire libre, condición en que la marihuana contamina menos que el café. Imagen. Capítulo 5 del mencionado reporte
Los cultivos en ambiente controlado tienen un impacto muy superior a los que se realizan al aire libre, condición en que la marihuana contamina menos que el café. Imagen. Capítulo 5 del mencionado reporte


Si el porro en cuestión hubiese sido producido “indoor”, con los últimos adelantos de la técnica en HVAC (calentamiento, ventilación y aire acondicionado) e iluminación artificial, el impacto del porro sería el de unas 5 tazas de café londinense y hasta el de 260 porros cultivados al aire libre.

Los números no son azarosos: el informe cita una publicación de 2020 en el que se estudió el impacto de la producción convencional y la sostenible de café en Brasil y Vietnam y otro “paper” de 2021 en que se analizó la producción de gases de efecto invernadero (GEI) durante el cultivo de marihuana en Estados Unidos, a donde varios estados ya han legalizado el cultivo y consumo.

Otras conclusiones

Si bien el impacto ambiental mundial de los cultivos y la producción de drogas es relativamente pequeño en comparación con el del sector agrícola o farmacéutico legal, los efectos pueden ser significativos a nivel local, comunitario e individual.
El informe advierte que esto ocurre especialmente en los casos en que, como es casi siempre, las remotas locaciones elegidas para los cultivos ilícitos son regiones escasamente pobladas, con baja o nula presencia estatal.
Allí, la ausencia de controles, hace que las mismas prácticas de los cultivos “legales” (fertilización, fumigación, riego salinizante o generación de residuos peligrosos) se desarrollen fuera de todo control.

Otro aspecto señalado por el reporte es el efecto de los desechos tanto de la producción de las drogas (naturales y sintéticas) como del propio consumo. En las locaciones urbanas, en donde se producen o purifican drogas, regularmente los desechos terminan en el sistema general de drenaje, que en muchos casos ni siquiera deriva a plantas de tratamiento. Toneladas de solventes y otras peligrosas substancias se van, literalmente por las cañerías.

Legalización y brecha de género

Por primera vez, el informe anual incluye estos ítems.

La legalización del cannabis en Norteamérica parece haber aumentado su consumo diario, especialmente el de productos cannábicos potentes y sobre todo entre las personas adultas jóvenes. 
Como era previsible, la legalización incrementó los ingresos fiscales y, en general, redujo las tasas de detención por posesión de cannabis.

Por su parte, las mujeres siguen siendo minoría entre quienes consumen drogas en todo el mundo y, sin embargo, tienden a aumentar su ritmo de consumo y a desarrollar trastornos por uso de drogas con mayor rapidez que los hombres. 

El reporte estima que las mujeres representan actualmente entre el 45% y el 49% de quienes consumen anfetaminas y usuarios no médicos de estimulantes farmacéuticos, opiáceos farmacéuticos, sedantes y tranquilizantes.

Como en otros campos de la salud, la brecha en el acceso a tratamiento sigue siendo grande para las mujeres en todo el mundo. Aunque representan casi uno de cada dos consumidores de anfetaminas, sólo constituyen una de cada cinco personas en tratamiento por trastornos su consumo.

El Informe Mundial sobre las Drogas 2022 también destaca la amplia variedad de funciones que desempeñan las mujeres en la economía global de la cocaína:  desde el cultivo de la coca, pasando por el transporte de pequeñas cantidades de droga y la venta a consumidores para llegar al contrabando para ingreso a cárceles.