Los incendios en el Amazonas han conmovido al mundo entero, la magnitud y extensión que han tenido este año es inusitada y pone en jaque a la selva tropical más grande del mundo, que alberga miles de especies de plantas y animales, así como 350 grupos indígenas.

Es además el principal reservorio de agua dulce de la superficie terrestre y de carbono almacenado.

Tal vez sean todos estos datos, y aquello de que es el “pulmón del planeta”, lo que ha sensibilizado a la población. Y en buena hora que así sea, porque se trata de un hecho de extrema gravedad, no solo por los cientos de miles de hectáreas de bosques con toda su biodiversidad perdidas para siempre, sino porque además traerá consecuencias inimaginables, al incrementar el cambio climático global y alterar los ciclos biogeoquímicos de la tierra.

El daño que hemos provocado los seres humanos en las últimas décadas a la naturaleza nos pone en riesgo de subsistir como civilización en poco tiempo.

La extinción masiva de especies, la pérdida de bienes y servicios ecosistémicos, la contaminación y el incremento del efecto invernadero son algunos de los fenómenos que hacen peligrar no solo nuestra calidad de vida, sino la economía global, la salud de la población y la posibilidad de satisfacer nuestras necesidades más básicas.

Debemos comprender que si seguimos degradando el capital natural que nos sostiene, estamos condenados a perecer junto con este.

La deforestación del Amazonas si bien comenzó hace mucho tiempo, por la tasa en que se producía y la superficie de esta (mayor a la de Argentina), no significaba una alarma como lo es actualmente.

En las últimas décadas, así como pasó con nuestra región chaqueña, el Amazonas fue puesta en la mira por el mercado como tierra a “explotar”, y así cada vez más sectores de poder vinculados al agronegocio comenzaron a desmontar la selva para producir granos y ganado de forma intensiva.

Lo que ha ocurrido particularmente este año, es que el gobierno neoliberal del Presidente Bolsonaro ha dado carta blanca a los terratenientes de Brasil para que avancen sin restricciones sobre tierras fiscales o reservas indígenas, otrora protegías.

El Amazonas es un ecosistema que, a diferencia de otros, no está asociado al fuego, y de hecho para poder quemarlo hace falta prender e incentivar mucho el fuego.

Eso es lo que han hecho en miles de puntos distintos de la selva los “fazendeiros”, que en conjunto han provocado el mayor incendio de la historia del amazonas, cosa que hubiera sido imposible si el Estado Brasilero hubiera dado señales de que prohibiría es práctica o sancionaría a los culpables.

A esta situación se suma el hecho que una vez desaparecida la selva es muy difícil de recuperar, es decir que lo que ya hemos perdido probablemente sea para siempre.

Estamos en presencia de un verdadero ecocidio. Ahora bien, ¿qué pasará de aquí en adelante?

La comunidad internacional probablemente haga poco y nada para presionar al Gobierno de Brasil a cambiar esta política suicida para el destino de la humanidad.

Entonces, ¿qué nos queda a los ciudadanos de a pie? ¿indignarnos por las imágenes de las redes sociales y lamentarnos?

No solo eso, tenemos en nuestras manos herramientas mucho más poderosas que esas.

La deforestación del Amazonas, así como las de otras selvas del mundo, se dan por presiones económicas de grandes grupos económicos vinculados a la industria alimenticia. Pues bien, por ejemplo podemos dejar de consumir productos que deriven de todo aquello que haya derivado de la deforestación de los bosques del mundo. Si consumidos alimentos en base a soja transgénica, aceite de palma y derivados de la carne que se produce en esas regiones, entre otros productos básicos de la mayoría de los alimentos manufacturados, generaremos una presión colectiva que puede hacer ceder un poco la presión que esos grupos económicos generan sobre las selvas y bosques.

También es fundamental informarse y exigir a los gobiernos locales y nacionales que den el ejemplo y generen verdaderas políticas públicas en materia ambiental.

Nos queda muy poco tiempo para cambiar el rumbo de este Titanic planetario en el que estamos embarcados, cada uno de nosotros debe actuar de manera urgente, solo el cambio colectivo de conciencias llevado a la acción podrá salvarnos.

*Prof. Dr. Fernando Barri (Cátedra de Problemática Ambiental de la UNC - IDEA CONICET)