En este difícil  contexto que vivimos, las farmacias también han demostrado que sus servicios esenciales van más allá de dispensar un medicamento, previa verificación de su necesidad y seguridad. En estos meses de pandemia, los farmacéuticos siempre estuvieron (y están) para acompañar a sus pacientes y responsabilizarse de otras necesidades sociosanitarias, tales como:

Brindar información segura a los pacientes sobre la pandemia: desde indicar cómo se utiliza un barbijo hasta comentar qué rutinas adoptar en el hogar para evitar las consecuencias de la cuarentena, los farmacéuticos acercan datos útiles y certeros, algo tan valioso en tiempos de “intoxi-información” o “infodemia”.

Asesorar en cuestiones de salud integral: las farmacias son “barreras sanitarias primordiales”, distribuidas estratégica y homogéneamente en el territorio. Esto también les permite acercar consejos alimentarios; promover hábitos de vida saludable; interrelacionar con otros profesionales de la salud como psicólogos, nutricionistas o entrenadores personales, sin descuidar servicios claves sobre medicamentos como tratamientos de pacientes crónicos o uso racional de antibióticos y anticonceptivos.

Asistir en casos de violencia de género: en estos días, las farmacias también se han convertido en un aliado de mujeres víctimas de violencia de género, quienes pueden pedir ayuda mediante la solicitud de un “barbijo rojo” como señal para que el profesional farmacéutico denuncie el caso ante quienes corresponda.

Acompañar a pacientes con enfermedades crónicas: tomar la tensión, revisar su medicación para aumentar la adherencia al tratamiento u ofrecer información correcta sobre la pandemia en relación a la enfermedad crónica son otras prácticas cotidianas que los farmacéuticos vienen llevando a cabo cada vez más.

Más info en:

http://www.fcq.unc.edu.ar/posgrados/node/3357