Soledad y Luís viven en la zona sur de la ciudad, en una humilde vivienda construida sobre terrenos ocupados. Tienen 5 hijos de entre 9 meses y 13 años. Él trabaja en negro en tareas de perquisición. Ella se ocupa de la casa y sus hijos.

A Sole la pandemia la encontró embarazada de 6 meses de Briana, que nació en junio. Cuenta que fue el peor momento; parir en soledad fue una experiencia que no le gustaría repetir.

El trabajo de Luis tampoco fue fácil. Las primeras semanas no se pudo mover y después tuvo que lidiar con los permisos de circulación para poder acercar algo a la mesa. "Muchas veces Luis agarró la bicicleta y salió a pedir comida en los comercios de la zona", dice Sole, con algo de orgullo. Valora que su marido venciera la vergüenza con tal de que en casa no faltara la comida. Otro protagonista de esta historia es el celular familiar: fue el vínculo con la escuela de los chicos y el "juguete" con el que se entretenían.

La historia de Sole, Luis y sus hijos es una de tantas pero que merece ser contada para dimensionar la magnitud de la pandemia en los sectores menos favorecidos de la sociedad