La rápida propagación del sarampión por el barrio neoyorquino de Brooklyn obligó este martes al alcade Bill de Blasio a declarar el estado de emergencia sanitaria en cuatro distritos de Williamsburg, uno de los principales enclaves de la comunidad judía ortodoxa.

Los vecinos de las áreas cubiertas por la orden municipal tendrán que vacunarse obligatoriamente durante los próximos dos días. Caso contrario serán ser multados con hasta 1.000 dólares. “No debe haber dudas de que las vacunas son seguras, efectivas y salvan vidas”, justificaba el alcalde neoyorquino.

En diciembre la ciudad de Nueva York había emitido una orden de emergencia exigiendo que ciertas escuelas prohibieran la asistencia a clase de los estudiantes que no estuvieran vacunados.

Este es el principal factor por el cual se desarrolla el peor brote de la enfermedad en décadas.

Hace dos semanas, como situación extraordinaria, el condado de Rockland solicitó que los niños que no estén vacunados no accedan a lugares públicos por 30 días hasta que terminara la declaración de emergencia, pero un juez ordenó levantarla. Es la medida más extrema hasta ahora.

Las autoridades sanitarias neoyorquinas identificaron el primer caso en octubre: un niño que regresaba de un viaje a Israel. Desde entonces, el brote se ha hecho fuerte, con una mayoría de infectados entre los menores de 18 años que no estaban inmunizados. Se han contabilizado en la ciudad 280 afectados, de un total de 495 en EE UU.  Nueva York intensificó en febrero una campaña para informar a los vecinos sobre la necesidad de inmunizarse. "Es la única manera de parala", insisten.

El Departamento de Salud de la ciudad va a proceder a revisar todos los registros de vacunación de los vecinos que pudieran haber estado en contacto con afectados por el brote.

La vacuna de sarampión, las paperas y la rubeola es obligatoria para los niños en edad escolar. Las familias ultraortodoxas, sin embargo, se acogen a razones religiosas para evitarla. Las autoridades sanitarias han mantenido desde noviembre reuniones con sus líderes religiosos y los pediatras para advertirles.

Rechazo a las vacunas

Las comunidades ortodoxas viven aisladas y rechazan cualquier intromisión externa en sus reglas. La decisión del alcalde, como señalan desde la organización Agudath Israel, crea tensión.

Pero hay líderes menos extremos que están aconsejando a los miembros de sus congregaciones seguir las recomendaciones de las autoridades sanitarias. Gary Schlesinger señala que "el sarampión no hace distinciones entre religiones" y por eso considera que "todo el mundo debe vacunarse".

El brote es el peor brote desde 1991. Nueva York no es la única afectada pese a que el sarampión se dio por erradicado en EE UU en el año 2000. El país vive el segundo brote más importante desde entonces.

El Centro para el Control y la Prevención de enfermedades (CDC, en sus siglas en inglés) lleva contabilizados 495 casos en 19 Estados este año. De ese total, un centenar fueron durante la última semana.

Las autoridades atribuyen esta situación al movimiento contra vacunas. La CDC, de hecho, señalaba esta semana que la mayoría de los casos eran individuos que no estaban debidamente protegidos contra el virus.

Los responsables sanitarios insisten en que el sarampión es muy contagioso. “Si una persona lo tiene el 90% de la gente que esté a su alrededor quedará infectada si no es inmune”.

La Organización Mundial de la Salud la describe por su parte como una de las principales causas de mortalidad entre los niños. Y todo esto pese a que la vacuna está disponible y es efectiva.

En coincidencia con esta situación, en su último informe de fin de año la OMS situaba a los antivacunas entre los riesgos para la salud en Europa. Allí se establecía que la insuficiente vacunación infantil, en buena parte causada por los padres que se niegan a inmunizar a sus hijos, como uno de los principales riesgos que acechan el bienestar de los europeos.

El documento destaca que Europa ha obtenido en los últimos años grandes avances en la salud de su población. Prácticamente todas las causas de mortalidad se han reducido (un 25% en 15 años de media), lo que se ha traducido en un aumento de la esperanza de vida (casi un año en un lustro, hasta los 77,9) y también en un aumento de la calidad con la que los mayores disfrutan de esos años que viven más.

Estas mejoras, sin embargo, pueden verse "ralentizadas" o "invertidas" si no se adoptan medidas para hacer frente a problemas estructurales como la desigualdad y a fenómenos como la no vacunación de los niños.