No puedo dejar de reconocer la mezcla de alegría, satisfacción, ¿quizás también un poco de paz interior?, al enterarme de la actuación de la justicia en el llamado “caso Olmedo” de la Facultad de Odontología. Después de tantos años, ver que un tema que era “vox populi” en nuestra Facultad, pero que no se corregía, ahora sale a la luz con tanta fuerza, me provocó todas estas sensaciones.

Después vinieron las preguntas de familiares, amigos o pacientes ¿es verdad?, vos estabas en la Facultad y “¿no te enteraste?” y allí es cuando tuve que admitir que sí lo sabía y que había hecho poco o muy poco para revertir esta situación. Y es allí, mirando para atrás y viendo todo lo que pasa hoy, que me pregunto: ¿cómo pudo pasar tanto tiempo para que recién ahora, después de más de 15 años, salga a la luz? Me pregunto qué nos pasó para que ante un hecho de corrupción tan marcado, la mayoría de la comunidad odontológica nos quedáramos callados o realizáramos tibios comentarios entre pares, permitiendo de alguna manera que esto continuara. ¿Será que como sociedad estamos anestesiados y consideramos a la corrupción como un componente más de nuestro accionar? ¿Será que no confiamos en la justicia, que nos gana el desánimo y el “para que te vas a meter”? ¿Será que, acostumbrados a que “nadie va preso en este país”, preferimos mirar para otro lado y no involucrarnos? Porque no podemos decir que no sabíamos, que nunca lo escuché o que no estaba enterado.

La gran mayoría de quienes transitábamos por los pasillos de la Facultad de Odontología sabíamos o habíamos oído de esta situación. Por eso mi pregunta es para todos, para toda la comunidad odontológica, porque creo que aunque con distinto grado de responsabilidad, todos fuimos cómplices; docentes, no docentes y hasta los alumnos que aceptaron esta injusticia casi sin chistar. Muy lejos de mi intención es tratar de meter a todos en la misma bolsa y de esta manera diluir la carga de quienes, según mi criterio, fueron los principales responsables de que esto sucediera y durante tanto tiempo. Me refiero a quienes tuvieron durante todos estos años la responsabilidad de la gestión de la Facultad. Pero debo reconocer que así como los considero los principales responsables, tampoco fueron los únicos.

Y por eso me pregunto y les pregunto a todos, ¿qué nos pasó? ¿qué nos pasa? para que no actuemos, para que callemos, para que aceptemos a la injusticia como un hecho normal y común que no merece nuestra reacción y esta pregunta va a la sociedad entera, ya no referida solamente al “caso Olmedo”, sino al hecho de ver a nuestra dirigencia política o sindical enriquecerse inescrupulosamente delante de nuestras narices, y nosotros sin reaccionar. ¿Qué nos pasa, querida Argentina, que vemos cómo nos hundimos lenta pero permanentemente y no reaccionamos?, ¿qué nos pasa querido país que permitimos tan mansamente la injusticia? ¿Qué nos pasa como Universidad y como Facultad? Porque como dijo Martin Luther King, “no me preocupa el grito de los violentos, de los corruptos, de los deshonestos, de los sin ética. Lo que más me preocupa es el silencio de los buenos”.