La República de Cuba atraviesa una ola de protestas a lo largo y ancho del país con pocas comparaciones en su historia reciente.

Por primera vez en décadas, los movimientos se dan en todas las ciudades e incluso en algunos pueblos del país, y no solo en su capital.

Las principales causas son las que tienen que ver con lo sanitario y el manejo de la pandemia, la crisis económica que vive el país, y los problemas de acceso a internet.

Los protagonistas son, en su mayoría, jóvenes que no conocieron otro sistema que no sea el instaurado por Fidel Castro y los revolucionarios en 1959. Uno de los principales actores es el Movimiento San Isidro, fundado en 2018 por un colectivo de artistas y disidentes en La Habana. El MSI recibe financiamiento de la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo y la Fundación Nacional para la Democracia, ambos organismos pertenecientes directamente al gobierno estadounidense. A su vez, el MSI también es apoyado por el Centro para la Apertura y el Desarrollo de América Latina (CADAL), una ONG de fuerte ideología anticastrista.

Es imposible pensar a Cuba sin tener en cuenta el llamado “bloqueo” o embargo financiero, comercial y económico, impuesto por los Estados Unidos contra el país caribeño a partir del mes de octubre de 1960, durante el último año de la Administración del republicano Dwight Eisenhower y los primeros meses de la Revolución.

En ese momento, aún excluía bienes esenciales como los alimentos y las medicinas. Sin embargo, en febrero de 1962, durante la presidencia del demócrata John Fitzgerald Kennedy, este se recrudeció y las restricciones pasaron a ser prácticamente totales. A partir del bloqueo, muchas compañías estadounidenses evitan vender a Cuba, ya que pueden ser sancionadas por su gobierno. Clinton lo endureció nuevamente en los años 90, con la sanción de la Ley Helms-Burton. Durante la presidencia de Obama hubo algún relajamiento, inclusive, se reestablecieron las relaciones diplomáticas entre EE. UU. y Cuba, aunque sin eliminar el embargo.

La Administración de Donald Trump fue particularmente dura con la isla: endureció el bloqueo y la incluyó en la lista de “países que patrocinan el terrorismo”. Por ahora, nada de esto cambió tras la llegada a la Casa Blanca de Joe Biden. En parte, debido al poderoso lobby cubano residente en Miami, que tiene representantes especialmente en el Partido Republicano, pero también entre las filas demócratas. De hecho, Biden apoyó a los manifestantes el pasado lunes y “advirtió” al gobierno cubano respecto de lo que Washington considera “violaciones a los derechos humanos” por parte de La Habana. Al igual que todos los años, a finales de junio pasado se votó en la Asamblea General de Naciones Unidas una condena al bloqueo a Cuba con 184 votos a favor, dos en contra (Estados Unidos e Israel) y 3 abstenciones (Brasil, Colombia y Ucrania). Esto, no obstante, no se traduce nunca en medidas concretas que alivien la situación económica que atraviesa el país. Es la primera vez desde 1959 que el liderazgo del país no recae sobre quienes lucharon en la Sierra Maestra.

Aunque el gobierno había logado controlar de manera eficaz la pandemia en los primeros meses de 2020, en lo que va del año, el escenario sanitario se descontroló. Debido a la crisis provocada por el covid-19 la economía cubana se contrajo un 11% en 2020. El país, además, como consecuencia mundial de la grave crisis que atraviesa el turismo, se quedó prácticamente sin la mayor entrada de divisas que tenía. Todo esto impacta en el descontento social, especialmente en el de los más jóvenes. Los números estrictamente sanitarios tampoco son muy buenos. Con 11 millones de habitantes, en junio y julio de este año se encuentran atravesando su peor momento, con un promedio cercano a los 5000 casos diarios los últimos 7 días. Si bien, se desarrollaron dos vacunas propias -la Soberana y la Abdala- el país no logra acelerar el ritmo de vacunación, a causa, en parte, de la falta de insumos causada por el embargo, para la fabricación en masa de las vacunas.

Hasta ahora Cuba inoculó al 11,36% de sus habitantes con una dosis, y al 15,47% con dos.

Económicamente, Cuba ya se encontraba en una encrucijada compleja desde hace algunos años. El presidente Miguel Díaz Canel anunció una ambiciosa serie de reformas que no parecen estar dando los resultados deseados.

El plan de transformaciones que pretende el gobierno es el más grande desde, por lo menos, los tiempos del “período especial”. Las últimas décadas Cuba vivió con una realidad monetaria fácilmente palpable para cualquiera que haya tenido la oportunidad de visitar la isla. Hasta abril de este año, coexistían dos monedas: el CUC (peso cubano convertible) y el peso cubano. El CUC se utilizaba para el turismo y equivalía prácticamente a un dólar, mientras que el peso cubano era la moneda de cambio para la amplia mayoría de la población. Esto generaba fuertes desigualdades entre quienes se dedicaban al turismo (y por lo tanto recibían CUC) y los que no tenían ninguna cercanía a ese sector, que solo percibían sus ingresos en pesos cubanos. Ahora existe una sola moneda, el peso cubano, sin más “uno a uno”. impactó fuertemente en la vida cotidiana de los cubanos debido a la considerable devaluación que conllevó en una primera instancia, sumado a la desregulación en algunas áreas de servicios públicos y quita de subsidios.

La respuesta del presidente a las manifestaciones no se hizo esperar. En un enérgico mensaje a la Nación, habló sobre la responsabilidad estadounidense en los hechos:

“Todos estos temas que hoy están presentes en la sociedad como insatisfacción, ¿cuál es el origen? ¿cuál es la causa? El bloqueo”.

El mandatario calificó al embargo como “una política de asfixia económica para provocar estallidos sociales en el país” al mismo tiempo que se refirió a las jornadas como “vandálicas” y a los manifestantes como “delincuentes”. Lo cierto es que el gobierno mantiene muchos seguidores, y eso pudo notarse de manera clara en las marchas de apoyo multitudinarias a Díaz Canel que han tenido poco y nada de cobertura en los medios tradicionales. El también jefe del PC cubano había hecho un llamamiento a sus simpatizantes y militantes que salieran en defensa de la Revolución, y así lo hicieron. Por ello, al otro día aclaró que “nosotros no llamamos al pueblo a enfrentar al pueblo, nosotros hicimos un llamado al pueblo a defender su revolución, a defender sus derechos y el pueblo apoyó”. Cabe aclarar que no fueron reportados enfrentamientos entre quienes apoyan y quienes critican al gobierno.

Esta ola de protestas que atraviesa el país encuentra algunos ecos con lo que se conoció como el “Maleconazo”, en 1994, durante el peor momento del llamado Período Especial. Las revueltas en aquel entonces se concentraron, especialmente, en el área del Malecón, en La Habana. Concluyeron cuando, un ya veterano Fidel Castro, se acercó al lugar, desarmado y sin custodia visible, preguntando si había también “alguna piedra” para él. Los liderazgos son irrepetibles, pero Miguel Díaz Canel deberá demostrar, ahora, más que nunca, su valía, como hiciera el líder indiscutido de la Revolución en tantas ocasiones. La Revolución Cubana logró sobrevivir primero a la caída de la Unión Soviética, su principal sostén hasta 1989, y a la crisis que atraviesa Venezuela, uno de sus socios más importantes.

El tiempo dirá si también resiste esta nueva crisis, esta vez, más compleja, profunda, y con más elementos “locales”.

Aunque, a estas alturas, a nadie debería escaparle que a Cuba le aplica como nadie la famosa frase sobre México atribuida a Porfirio Díaz: “Tan lejos de Dios y tan cerca de Estados Unidos”.