Desde octubre, en el mar de ofertas de Netflix, hay una joyita oculta, The Playlist, una serie sueca que cuenta los orígenes de Spotify, y con ello, del cisma que se produjo en la industria de la música y del entretenimiento en general, con la expansión de internet a comienzos de siglo. 

La repentina gratuidad de cultura fue un cimbronazo que se vivió al principio como una utopía (y una resistencia a las corporaciones) pero que rápidamente normalizó el ecosistema mediático en el que hoy estamos inmersos. Un mundo en el que todos tenemos (o compartimos) usuarios, cuentas y contraseñas de plataformas, donde las secciones de espectáculos de los diarios se ocupan cada vez más de lo que pasa en las interfaces del video-a-demanda, y no de las películas en cartelera en las salas de cine; donde el lanzamiento de un disco nos llega como una alerta en el celular antes de que lo oigamos por la radio.

¿Qué pasó en los últimos veinte años que naturalizamos la libre disponibilidad de obras literarias, películas, canciones, artículos periodísticos y científicos? ¿Qué implica que la cultura universal quepa en nuestros bolsillos? Ya suena viejo, pero a comienzos de siglo la llamada “piratería” dotaba a la internet de un atractivo para jóvenes y no tan jóvenes que consideraban (con justa razón) que pagar 20 dólares por un CD era una estafa lisa y llana cuando el costo de producción de los mismos era inferior a los 10 centavos de la misma moneda y cuando los artistas con convenios muy ventajosos cobraban apenas un par de dólares por disco vendido. 

A comienzos de siglo, con la transición del VHS al DVD, los alquileres de videoclub también insistían de diversas formas en que la piratería era un delito. Y sin embargo las películas “truchas” pululaban en las esquinas en la oferta de los manteros, en los almacenes de barrio, en las estaciones de servicio.

La tecnología, cuando funciona de acuerdo a su diseño o a sus usos más instalados, tiende a ser invisible. La novedad sorprende un tiempo, pero rápidamente comenzamos a darla por sentada. Recién la percibimos cuando algo se rompe, cuando se corta la luz o cuando nos quedamos sin conexión. Y cuando eso pasa, ¿dónde queda la cultura? ¿Nuestras listas de reproducción o de lectura son lo mismo que nuestras colecciones de CDs o nuestras bibliotecas? Podría decirse que sí y no. 

Respondiendo a estas preguntas, la editorial de la UNC y la editorial La Cebra han co-editado Nanofundios: Crítica de la cultura algorítmica, allí, se presenta una revisión y diagnóstico de los dilemas y desafíos que implica la recontextualización de la cultura en la plataformas y sus implicancias ética, estéticas y políticas para nuestro tiempo.

Agustín Berti, Nanofundios: Crítica de la cultura algorítmica con Prólogo de Pablo Manolo Rodríguez, Editorial de la UNC/La Cebra, Córdoba, 2022. 232 pág. [Otros formatos: https://editorial.unc.edu.ar/producto/nanofundios-ebook/]