En la actualidad se utiliza el término grooming para definir a toda una serie de conductas y acciones deliberadamente emprendidas por un adulto, con el objetivo de ganarse la “amistad” de un menor de edad, creando una conexión emocional, con el fin de abusar sexualmente de él. Dicho de otra manera, el grooming es la antesala del abuso sexual a un menor a través de la conexión por redes sociales.

Casi siempre los groomers se hacen pasar por menores de edad para poder contactar con los niños, ganarse su confianza y lograr que les envíen fotos o videos comprometidos (de desnudos o actitudes sexuales explícitas) para luego manipularles de revelarlos públicamente y así conseguir un abuso sexual en la realidad.

Las principales dificultades para detener y terminar con el groomer se deben al anonimato de los delincuentes, la inocencia o exceso de confianza de los menores y la fácil accesibilidad a las redes sociales en Internet. A pesar de que estas situaciones comienzan en la red, con frecuencia suelen trascender al mundo físico, derivando en delitos tales como el tráfico de pornografía infantil o el abuso físico a menores.

En la mayoría de los casos, las victimas de grooming no suelen informar a los padres, ni a los educadores. Son reacios a dar cualquier tipo de información, están llenos de temores y miedos respecto al futuro. Es necesario conocer cómo se manifiesta en los niños para poder detectarlo. Es importante estar especialmente atentos ante cualquier tipo de cambios significativos en el comportamiento del menor como pueden ser en sus hábitos cotidianos, sus relaciones con sus compañeros, si presenta síntomas físicos y psicosomáticos. Es frecuente que las victimas de grooming presenten una combinación de las siguientes características:
* Retraimientos sociales. Se producen alteraciones en la forma de relacionarse con sus amistades. Falta de defensa o exagerada reacción ante supuestas bromas u observaciones públicas. Inclusive lo más notorio es la excesiva reserva en la comunicación.
*Modificación en su lenguaje corporal ante adultos. Cabeza agachada, falta de contacto ocular, rechazo a estar con adultos.
*Cambios en el rendimiento escolar.
*Cambios de humor. Tristeza, apatía y desmotivación general.
  Explosiones de ira y rabia.
*Se muestra más reservado. Procura ocultarse o apartarse cuando se conecta con cualquier dispositivo.
*Miedo a salir de casa.

Dentro de los síntomas psicosomáticos pueden abarcar los siguientes: dolores de cabeza, náuseas, mareos, cuadros de ansiedad. Lesiones físicas sin justificar o diarreas frecuentes sin ir acompañadas de fiebre o vómitos.
Perfil del acosador: evaluación del riesgo de violencia

Este perfil que se va a describir puede aplicarse a los pedófilos, ya que la mayoría de éstos son depredadores activos; se desarrolla un “plan de acción” o “patrón de comportamiento” a través de experiencia, reconocido en los círculos de pedófila como práctica común.

Este plan “de acción”, o “patrón de comportamiento”, incluye los pedófilos de “perfil grooming”, que a su vez incorporan su “método de” control, y es a menudo la única medida que desarrollan. En la mayoría de los casos, una vez el pederasta ha creado y experimentado éxito en el asedio y control del método, seguirá utilizándolo una y otra vez. De este modo, deja tras de sí una “huella digital”, un patrón de comportamiento. La manipulación del lenguaje es una herramienta propia del acosador psicológico, ya que pretende ocultar el ejercicio de la violencia y, al mismo tiempo, utiliza información privilegiada para dañar. Es necesario comprender su poder seductor. En el registro de la comunicación perversa, hay que impedir que el otro piense, comprenda, actúe; ya se trate de la víctima o del entorno. Las diferentes publicaciones sobre el perfil del acosador, del que instiga o inicia el acoso lo describen como un individuo perverso que presume de su poder para dominar al otro. Ataca sin poner en peligro sus intereses y su persona porque un rasgo que le caracteriza es la cobardía. Es manipulador y falsea la realidad, mintiendo de forma descarada para conseguir distorsionar la realidad y la imagen que la víctima puede tener el resto de personas de su entorno.
Labor de prevención en casa

El primer paso que hay que dar para evitar estas situaciones, es el desarrollo de una buena labor de prevención, enseñando al menor a utilizar internet y las herramientas, programas y servicios de forma segura. Educando al menor para que cuente con un sentido crítico a la hora de aceptar desconocidos en las redes sociales; que aprenda a configurar las opciones de privacidad que ofrecen estos servicios para determinar qué información es accesible para los demás. Recomendar hábitos como no entrar en páginas que no sean fiables.

Para que los niños, niñas y adolescentes comprendan la relevancia de estar construyendo su identidad en un espacio público –como son los entornos digitales– es importante que los adultos dialoguen con ellos sobre una serie de conceptos clave para promover la concientización y lograr un uso responsable. Es importante, por eso, generar instancias de diálogo sobre la construcción de la identidad digital como algo que los acompañará toda su vida y que puede tener consecuencias positivas o negativas en el presente y en el futuro. También es necesario hablar sobre el contenido que deben y no deben compartir públicamente y ayudarlos a respetar la privacidad de los demás. 

El psicólogo estadounidense Carl Rogers, citó lo siguiente: La verdadera escucha es una de las fuerzas más potentes para el cambio que conozco.