“Bienvenido a Córdoba, señor presidente”, dijo Juan Schiaretti al comenzar su discurso en la sede de Fadea, el viernes último, con un auditorio que se sintió sorprendido por la cordialidad del recibimiento. Alberto Fernández recibió la frase como un gesto del gobernador, totalmente ajeno a la rispidez de otros tiempos no tan lejanos.

En medio de tanto tire y afloje entre el peronismo de Córdoba y el kirchnerismo, esas palabras fueron como un bálsamo. Pocos minutos antes,en un aparte que mantuvieron antes del acto, Fernández dialogó muy distendido con Schiaretti sobre su estado de salud. Según testigos, después, el presidente se mostró eufórico con los contratos firmados para la compra de vacunas chinas y rusas.

En ese aparte con un grupo reducido, Fernández bromeó con Daniel Passerini, a quien le recordó que Argentinos Juniors –club del que el jefe del Estado es fanático- mandó al descenso a San Lorenzo, entidad que el viceintendente de Córdoba abraza.

Ese clima contrastó con el que se vivía en otras épocas, relataron otras voces que merodearon por el lugar. Después, el diálogo entre ambos continuó en el helicóptero que los trasladó a Arroyito, donde inauguraron dos tramos de la autovía que unirá Córdoba con San Francisco.

Y según lo que consignaron fuentes de ambos sectores, las conversaciones continuarán con la política como eje.

¿Si hay posibilidades de que el peronismo supere sus diferencias y vaya con lista única en la provincia? En principio no hay chances, pero sería un error dar por cerradas las conversaciones y apagar la luz. Nada está dicho, ni nada está escrito.

Las dos campanas

Por lo pronto, hay referentes albertistas como Carlos Caserio que no le asignan ninguna chance al acuerdo entre kirchneristas/albertistas con el kirchnerismo. Y existen otros referentes del Frente de Todos como Martín Gill que no le ponen llave a la cerradura de la puerta.

Las diferentes miradas dentro de la coalición gobernante a nivel nacional quedaron bien expuestas durante la visita de Fernández a la ciudad de Córdoba: por un lado el senador caserio y la diputada Gabriela Estévez, y por el otro el secretario de Obras Públicas Gill.

Esta visita fue operada por el diputado Máximo Kirchner y el ministro del Interior Wado de Predro, quienes tomaron nota y tienen claro que el Frente de Todos no puede perder por paliza ni en Córdoba ni en ninguna parte. Por eso, emparejar el camino con Schiaretti y retomar la conversación sobre un eventual frente no disgusta. El límite es Cristina Fernández, que desconfía del gobernador y no quiere saber nada con un acuerdo.

Caserio no arrea las banderas de su candidatura a senador nacional para seguir en la Cámara Alta y la unidad es un problema para sus aspiraciones. En principio, a Estévez se la ve un poco más permeable. Gill no quiere ser candidato y juega sus fichas a la unidad.

En el kirchnerismo, la duda y la desconfianza pasan por la actitud de los legisladores nacionales schiarettistas, que a veces acompañan y otras veces no.

Para conocer el estado de salud de las conversaciones habrá que ver cómo evoluciona en la Cámara de Diputados el debate y la posterior votación de la ley de biocombustibles, que Córdoba rechaza fervientemente. Si la Nación morigera su tozudez será una señal. Si no lo hace, los que quieren listas independientes habrán triunfado.

En cuanto al peronismo de Córdoba, ya hemos dicho lo que puede pasar: Schiaretti está ante una de las elecciones más importantes de su vida política, porque una derrota acotará de manera importante su futuro político en el corto y mediano plazos.

La unidad con los K no lo hará ganar pero, tal vez, amortigue el impacto de una derrota que, acaso, podría darse por un margen más estrecho. En Córdoba ganará Juntos por el Cambio, de eso no hay dudas y muy a pesar de las contradicciones y de las tropelías de sus dirigentes.