“Juárez Celman, el alma del dique San Roque, sin cuyo aliento no se levantaría enhiesto y firme como la misma montaña, enseña sobre el muro su busto destruido por golpes y balas. Casaffousth, la concepción técnica de la obra, sufre la cárcel, la persecución y la ruina. Bialet Massé, el ilustre obrero constructor, también soporta el ultraje y el sufrimiento. Dumesnil, la idea primera y creadora, no inspira el menor recuerdo, ni siquiera el recuerdo odioso de la maldad de los hombres.” Ramón J. Cárcano, 1929

Corría 1870 cuando, después del conmocionante suicidio de su esposo, la señora Jean Camille Chauvin decidió trasladarse desde Buenos Aires a Francia, su país natal. Lo hizo acompañada por sus siete hijos el mayor de los cuales, Carlos Adolfo Casaffousth, tenía por entonces dieciséis años.

Por la misma época cruzaba el océano en sentido opuesto un francés cuyo nombre quedaría indisolublemente unido al de Casaffousth y el dique San Roque. Se llamaba Etienne Jules Felix Dumesnil-Poullain.

Más conocido por los cordobeses como Esteban Dumesnil, intentaremos en este trabajo esbozar su biografía, a pesar de que en la documentación disponible quedan todavía algunos vacíos por llenar.

Dumesnil nació en Francia en 1845 y se recibió de ingeniero en 1868. Entre ambas fechas, sólo tenemos la seguridad de que cursó su carrera en la École Centrale des Arts et Manufactures de París, la misma en que estudiaría Casaffousth años después, cuando Dumesnil ya había egresado.

A principios de la década de 1870 ya aparecen en nuestro país registros de su presencia, participando activamente en el área de construcción y administración de ferrocarriles, así como referencias a su rol de Director de Obras Públicas en Mendoza, donde intervino en el tendido del ferrocarril al Pacífico, obras de defensa del Zanjón, provisión de aguas corrientes y remodelación de la plaza principal de la ciudad capital.

Más adelante se trasladaría a Córdoba como administrador del Ferrocarril Central Norte, realizando además los estudios para prolongar su traza hasta Salta y Jujuy. Comisionado por el Departamento de Ingenieros Civiles de la Nación, se encargó también por un tiempo de la construcción del edificio de la Academia Nacional de Ciencias.

En 1880 tomó a su cargo el proyecto y la dirección de las obras de aguas corrientes y alumbrado a gas en un sector de la ciudad de Córdoba, un avance importante para la época. Unos años después las vendería a la Municipalidad, recibiendo como parte de pago una fracción de tierras públicas con el compromiso de invertir en mejoras tendientes a su colonización, obligación de la que más adelante sería eximido. Su empresa también se ocupó por un tiempo del barrido, riego de calles y cobro del impuesto correspondiente, la construcción del puente Juárez Celman sobre el río Primero y el proyecto y construcción del canal de Villa Nueva, primera obra hidráulica realizada por el gobierno de la Provincia.

Fue por entonces cuando nació en él la idea que daría origen al dique San Roque, pieza fundamental de las Obras de Riego de los Altos de Córdoba, un sistema integral de irrigación que comprendió además al dique Mal Paso, los canales maestros Norte y Sur, una gran red de canales secundarios, bellos acueductos, e incontables obras complementarias.

Dumesnil fue, según testimonio de Cárcano, quien presentó al gobernador Juárez Celman el proyecto con estas palabras:

“El río después de atravesar una amplia llanura donde derrama sus crecidas, en un punto dado, penetra en la montaña de piedra por una estrecha garganta que lo aprieta y estruja para permitirle el paso. Allí, en ese punto haremos una pared, represaremos las
aguas, y al río lo aumentaremos en millones de ríos para irrigar los altos de Córdoba durante todo el año.”

El gobernador recibió favorablemente la propuesta y Casaffousth, recién llegado a Córdoba y muy próximo al círculo juarizta, logró ser incorporado al proyecto, siendo recibido por el francés “como si fuera un compatriota”.

Dumesnil fue quien realizó los cálculos preliminares, elevó el presupuesto para realizar los primeros estudios y a quien Juárez Celman le encomendó oficialmente “estudiar las obras necesarias para represar las aguas del río Primero en el valle de San Roque y traerlas sobre los altos que rodean la ciudad”.

En 1883 formó con Casaffousth la empresa “Esteban Dumesnil y Compañía”, a la que el gobierno encargó elaborar una Memoria incluyendo análisis del terreno, cauce del río, planos cotado y catastral de las tierras que ocuparían las aguas y tierras adyacentes, características de las distintas partes de la obra, presupuesto para su construcción, organización de los trabajos, forma de explotación propuesta, reglamentos de distribución de aguas y un sinfín de aspectos técnicos y administrativos.

Dumesnil y Casaffousth comenzaron entonces el trabajo de campo en San Roque, de los que el francés casi no participó, ya que, según Bialet, estaba enfermo de una pierna y dejó por entero la ardua tarea a cargo de su socio.

En 1884 presentaron la “Memoria” con los estudios y el presupuesto definitivos. Tras aprobarse, el gobierno de la Provincia gestionó un empréstito y llamó a licitación para comenzar las obras; aunque en un primer momento ambos intentos fracasaron, se mantuvo la decisión política de realizarlas. Juárez Celman fue en ese sentido el sostén permanente, desde sus sucesivos cargos de gobernador, senador y presidente de la República.

En ese punto estaban, aprestándose para empezar, cuando abruptamente Dumesnil se marchó.

El 17 de julio de 1884 partió hacia Francia alegando razones particulares y planeando regresar en un corto plazo, pero no lo hizo. ¿Qué había pasado?

Cárcano atribuye su partida a problemas de salud de su esposa, “mujer de mucho talento, retraída y melancólica, que nunca se halló bien en nuestro país”. Bialet en cambio lo vincula con las Obras de Riego: “Apareció el proyecto y allí fue Troya. El señor Dumesnil, a quien no ligaban al país lazos de patriotismo ni de familia, se fue a Europa convencido de que si las obras se
hacían sería a través de una lucha muy dura que él no estaba dispuesto a soportar, ni la gloria que de ellas pudiera venir le interesaba más que la tranquilidad de su vida. Arregló su parte financiera y quedó Casaffousth con todo el peso de la lucha y el trabajo”.

El hecho es que ante su ausencia y la falta de contactos posteriores, la sociedad con Casaffousth quedó extinguida y la participación de Dumesnil en las Obras de Riego terminó allí.

En Córdoba los trabajos siguieron adelante bajo la dirección de Casaffousth, realizados primero por administración y unos dos años después por la empresa Funes Bialet. Los empréstitos se consiguieron y se vencieron obstáculos formidables, presentados algunos por la Naturaleza y otros por los mezquinos intereses de los hombres.

Sospechadas desde sus mismos inicios, las obras fueron terminadas en 1889, despertando a la par admiración y oscuros rumores con fuerte repercusión en la prensa. Uso de malos materiales, defraudación en los precios, defectos de construcción, incompetencia, eran las graves acusaciones, que por elevación apuntaban a Juárez Celman, su principal impulsor y sostenedor, ahora desde la Presidencia de la Nación.

Cuando en 1890 el presidente debió abandonar su cargo en el marco de una crisis generalizada, las acusaciones arreciaron. Y no habían cesado cuando dos años más tarde, tan abruptamente como una vez se marchara, Dumesnil retornó a la Argentina.

Esta vez venía comisionado por un grupo de inversores para examinar la situación de algunas líneas de ferrocarril que estaban interesados en adquirir. Pero no se había olvidado de las Obras de Riego y se hizo de tiempo para llegarse hasta Córdoba y visitarlas.

Se produjo así el reencuentro con Casaffousth, acompañado por el cual pudo verlas, terminadas y en funcionamiento, dejando constancia de su asombro al comprobar que “una gran extensión de los Altos que yo he conocido tan miserables y tan desérticos, se ha transformado, y la alfalfa, el maíz, etc. cubren con su verde vegetación la arena que el menor viento levantaba sobre la ciudad.” Entusiasmado, propuso entonces conceder la explotación del servicio de irrigación a capitales europeos, prometiendo hacer las gestiones necesarias.

Mostró también su interés por el “Proyecto Huergo”, en el que el prestigioso ingeniero de ese apellido proponía utilizar el agua disponible a partir de las Obras de Riego para alimentar un importante canal que permitiera transformar a Córdoba en un gran puerto interno, cabecera de un sistema de navegación fluvial alternativo al ferrocarril dominante por entonces. El canal tendría casi 500 Km. de recorrido, entre 60 y 100 metros de ancho y un centenar de exclusas, se alimentaría del dique San Roque hasta encontrar el río Segundo, y luego sería abastecido por el río Tercero mediante otros canales originados en sendas represas, para desembocar finalmente en el río Paraná.

Entusiasmado con el ambicioso proyecto, Dumesnil le prometió a Huergo realizar en Francia gestiones para que los inversores que representaba también participaran en la construcción y concesión de ese canal. Una vez vuelto a Europa y tras hacer estudiar planos y presupuestos le confirmó la oferta, remitiéndole además un bosquejo de la solicitud que debería presentarse al Congreso de la Nación para avanzar en tal sentido.

Pero todo se frustró cuando en el mes de agosto de 1892 el falso ingeniero Stavelius presentó su informe denunciando, entre otras cosas, supuestas rajaduras del dique “de arriba abajo y de parte a parte”. Aunque tanto Huergo como Dumesnil sabían que las acusaciones eran falsas y el dique confiable, el escándalo desatado, las denuncias del gobierno, el juicio y la prisión de Casaffousth y Bialet Massé, decidieron a Dumesnil a dar por terminadas las negociaciones en febrero de 1893, dado que, en sus palabras, “la construcción del canal dependía, en su punto de arranque, de la existencia del dique de San Roque y éste parecía que se deshacía como un terrón de azúcar”.

Así se desvaneció el Proyecto Huergo. Y así también, después de esta última intervención, se fueron borrando las huellas de Etienne Dumesnil, de quien nada más sabemos desde entonces, excepto la fecha de su fallecimiento.

Ocurrió en 1905 en París, ciudad en la que habría seguido ejerciendo su profesión. En 1900 había muerto Casaffousth y en 1906 moriría Bialet Massé, cayendo así el telón sobre los tres grandes artífices de las Obras de Riego que, descuidadas pero vigentes, les sobreviven hasta el día de hoy.