La decisión del juez de la quiebra de Vicentin, Fabián Lorenzoni -repuso a los directores naturales de la cerealera y dispuso que los intervenores tengan calidad de veedores- se convirtió en un alivio impensado para los actores centrales de esta disputa que se libra en los escenarios de la Justicia y de la política.

Impensadamente, esa resolución da un margen de dos meses prorrogables para que el gobierno y los empresarios sigan negociando. Alberto Fernández se encontraba en una encerrona y el kirchnerismo –con quien mantiene una relación cambiante- avanzaba sin detenerse.

Ahora y con el fallo en la mano, las cosas cambiaron.

La resolución de Lorenzoni no es central ni resuelve el fondo de las cosas, pero obliga a las partes a repensar las movidas de este ajedrez virtual.

La jugada de avanzar hacia la intervención y especialmente la expropiación de la cerealera santafesina admite diferentes lecturas, entre ellas la de un mensaje contundente de la vicepresidenta Cristina Fernández al campo. El voto “no positivo” tendría una respuesta nueva y dura para ese sector de la producción, siempre muy importante para nuestro producto bruto.

Alberto Fernández quedó en el medio de alguna manera y ahora ya repiensa su estrategia discursiva. Comienzan a buscarse términos que ocultan la expropiación que tanto temor causan a diversos sectores de la sociedad argentina.

Aunque pareciera lo contrario, el fallo fue salomónico porque estableció un orden que no provoca demasiadas molestias a ninguna de las partes.

La reposición de los directores naturales es un guiño a Vicentin, pero también es una buena noticia para el gobierno nacional porque no margina del proceso a los interventores, a los cuales les reserva la función de veedores de todo el proceso de quiebra.

Esto significa que la actuación de los gerentes “repuestos” estará controlada. Es como caminar por los pasillos de un colegio acompañado por un celador.

El fallo también le pone límites a la Casa Rosada porque la intervención pierde la calidad de tal, aunque sin cesar en las funciones.

Es un delicado equilibrio. Es como si el juez hubiera pedido tallarines, pero a la hora de elegir la salsa optó por una mixta, dejando de lado otras opciones como la roja o la crema.

Esta armonía podría tener también una suerte de acuerdo entre las partes y, de alguna forma, termina restándole presión al schiarettismo, que caminaba por la cuerda floja.

El gobernador Juan Schiaretti necesita y necesitará ayuda financiera frecuente de las autoridades del poder central, pero ideológicamente se debe al campo. Estaba tironeado por la cabeza y por lo pies y esta resolución actuó como un bálsamo.

De momento todos respiran y aguardan el momento en el que el juez vuelva a llamar al camarero y pida el postre.