De acuerdo a la mayoría de los sondeos previos a la elección, existía un empate técnico entre siete de los dieciocho candidatos a ocupar la Casa de Pizarro.

La crisis política peruana es tal que en el marco de apenas un solo período presidencial, el país ya tuvo cuatro mandatarios diferentes, además de la nutrida lista de ex presidentes que pasaron por la cárcel.

En un contexto de extremo hastío con la clase política tradicional, sumado a una inestabilidad institucional ya endémica, la incertidumbre reina en el Perú. A esto hay que agregarle un escenario bastante complicado con la pandemia, donde el país tiene los peores números de fallecidos cada millón de habitantes de todo América Latina.

Entre los candidatos estaban el ex presidente Ollanta Humala, quien apenas alcanzó un par de puntos porcentuales. También Keiko Fujimori, hija del ex dictador, quien se encuentra condenado por delitos de lesa humanidad y podría ser indultado si su heredera política llega al poder. Los otros candidatos oscilaban del centro a la derecha liberal tradicional, pasando por la extrema derecha, y la izquierda o el progresismo. Entre ellos se encuentran el dirigente docente, Pedro Castillo, de “izquierda radical”, el economista neoliberal Hernando de Soto, el ex futbolista de centroderecha George Forsyth, el ex diputado de derecha Yonhy Lescano, el candidato de la ultraderecha, Rafael López Aliaga, y la contendiente de izquierda progresista, Veronika Mendoza.

Finalmente, recién en mayo se sabrá quien ingresó al ballotage. Como se pronosticaba en las encuestas, el escenario estuvo profundamente fragmentado. Sin embargo, de acuerdo a los bocas de urna, hubo una sorpresa absoluta, la del izquierdista Pedro Castillo, quien, según estos sondeos, quedó en primer lugar con un 16% de los votos, frente a un empate de 11,9% entre De Soto y Fujimori.

Prácticamente nadie le auguraba a Castillo posibilidades reales de acceder a la segunda vuelta. Se trata de un ex dirigente docente, que se revindica de izquierda, e incluso, fue miembro –o por lo menos, simpatizante- de la guerrilla rural de inspiración maoísta Sendero Luminoso. Llegó a votar montado en una mula, y entre sus propuestas se encuentran cambiar la constitución, reducir el sueldo de los congresistas, nacionalizar todos los recursos naturales, implementar una reforma agraria, indultar a Abimael Guzmán y demás ex líderes presos de la guerrilla, y gobernar con sueldo de maestro.

Todo indica que Fujimori será quien llegue a segunda vuelta contra Castillo. De esta manera, se re editaría una histórica lucha entre la izquierda y el fujimorismo. La dicotomía fujimorismo-antifujimorismo sigue siendo el clivaje central de la política peruana desde hace treinta años. Por lo que, si logra convencer a los sectores más moderados y de centro, Castillo tendría grandes posibilidades de ganar. El resultado es absolutamente incierto y habrá que esperar a las elecciones para saberlo. Lo único cierto es que ninguna fuerza política tendrá mayoría en un Congreso que ya ha demostrado su capacidad de destituir presidentes cada corto tiempo.

Mientras tanto, en Ecuador, contrario a lo que aseguraba la gran mayoría de las encuestas, se produjo la victoria Guillermo Lasso, hombre de la centroderecha tradicional e histórico rival de Rafael Correa, frente a Andrés Araúz. El delfín de Correa no pudo re editar de alguna manera lo sucedido en Bolivia, donde el ex Ministro de Economía de Evo Morales, Luis Arce, llevó nuevamente a su partido al poder tras la salida del país de su líder.

Araúz había triunfado en primera vuelta, pero no le alcanzó para ganar en un contexto de polarización como es un ballotage. Se trató de una dura derrota para el ex presidente Correa, que ve aún más complicadas sus posibilidades de regresar al país, donde está sujeto a causas judiciales, las cuales, según denuncia, se tratan de una persecución política, judicial y mediática, lo que en los últimos años se conoce como lawfare.

De lo que no hay duda es que su movimiento político tendrá un desafío extremadamente complejo de cara al futuro. Deberá recuperarse de la debacle electoral, al mismo tiempo que re armarse para las próximas elecciones, con su principal líder, aún exiliado.

Tiempos complejos se abren para la izquierda en Ecuador.

Al menos por ahora, el escenario ansiado por dirigentes latinoamericanos como Morales, Fernández, Lula y Correa, entre otros, todavía está lejos de ser realidad. Si bien, el panorama regional ya no es el que era durante 2015/2016 cuando se empezó a consolidar el breve “giro a la derecha”, tampoco es él ni por asomo similar al de 2003/2015 con la “ola rosa” o los gobiernos de la “nueva izquierda” latinoamericana. Habrá que esperar, por ahora, ambas tendencias conviven –no sin conflictos ni cruces casi permanentes-, con sus limitaciones, complejidades y contradicciones internas.

El tan mentado “empate histórico”, se encuentra más vigente que nunca en una América Latina cuya mayor preocupación, en los próximos meses, será capear el temporal de la pandemia, vacunando lo mayor posible y evitando que se sigan saturando los sistemas de salud de los países de la región. Lo que viene sucediendo en Brasil, sin embargo, es la mayor amenaza que atenta contra cualquier tipo de éxito sanitario en la región. El tiempo dirá como se resuelve.