Hace pocos días, en una causa federal y distinta, la vicepresidenta Cristina Fernández -en algo más que su defensa- interpeló al Poder Judicial todo, Nacional y Provinciales, recordándoles que sus decisiones lejos de ser lejanas e inocuas “inciden todos los días en la vida de los argentinos” y, aunque tangencialmente, mencionó a las “mujeres masacradas en femicidios espantosos cuando ustedes como jueces y fiscales se quedan sentados y no hacen nada”.

La referencia debió o debería impactar en los interpelados dado el número de femicidios, 51 en lo que va del año en el país, 8 de ellos en Córdoba, 1 cada 30 horas. Según la organización MuMaLa (Mujeres de la Matria Latinoamericana) el 29% de las víctimas había denunciado a su agresor, el 19% tenía orden de restricción y sólo el 4% botón antipánico. Medidas insuficientes, tomadas por una justicia que demasiado lentamente se forma en perspectiva de género y por ello no sólo no logra proteger a las mujeres más vulnerables, sino que a veces trágicamente las ataca.

Las palabras de Cristina Fernández de Kirchner y el Día Internacional de la Mujer Trabajadora se unieron para recordarme a otra Cristina, cuya vida se truncó por una persecución injusta en la que tuvo que ver el prejuicio y la negligencia de magistrados de la provincia de Misiones.

Recordemos brevemente. Cristina Vázquez tenía 19 años en 2001 cuando fue acusada junto a su amiga Cecilia Rojas y Ricardo Jara de haber asesinado a una vecina en Posadas. Después de un tiempo detenida la liberaron por falta de pruebas y se fue a trabajar a Buenos Aires en un bar de La Recoleta. Allí la volvieron a detener por la misma causa en 2008. Dos años después se realizó el juicio en Misiones y todos los acusados fueron condenados a prisión perpetua. El Tribunal Superior de Misiones confirmó el fallo aun después de que la Corte Suprema de la Nación le ordenara revisarlo.

Quienes de verdad se interesaron por la joven y creían en su inocencia (Asociación Pensamiento Penal, Centro de Estudios Legales y Sociales-CELS, Innocence Proyect Argentina, Asociación de Mujeres Penalistas Argentinas, el Instituto Nacional de la Mujer, con el apoyo incluso de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo), lograron finalmente que la misma Corte Suprema revisara los expedientes y en diciembre de 2019   declarara a Cristina Vázquez y Cecilia Rojas inocentes. Cristina había pasado 11 años de su vida en prisión y Cecilia 14.

La Corte Suprema dictaminó que la causa fue “ejemplo de un proceso indebido en la que se negó el principio de inocencia” y que el Tribunal Superior de Misiones había realizado una revisión “parcial y sesgada”.  Eso, nada menos, en un caso con prisiones perpetuas.

Viviana Cuckla, defensora de Cristina Vázquez, siempre había sostenido que no había pruebas que la inculparan.

Indiana Guerrero, del Observatorio de Prácticas del Sistema Penal de la Asociación Pensamiento Penal sostuvo además que había pruebas de que Cristina en el momento del crimen estaba en Garupá, a unos 8 km de Posadas. Los testigos de esto, una joven y un hombre mayor, fueron poco considerados por su nivel sociocultural.

Según la especialista, el Tribunal “construyó la culpabilidad de Cristina en base a rumores cargados de prejuicios de género y de clase”. La acusada era pobre, según algunos siendo muy joven había probado marihuana o no encajaba del todo en los parámetros sociales.

En definitiva, prejuicios e indolencia. Para Indiana Guerrero es muy cruel que “quienes trabajan en el sistema penal lo hagan con indiferencia, con apatía. Trae terribles consecuencias, detrás de los expedientes hay personas”. Y vaya que es así.

Cecilia, con una personalidad distinta, está recuperándose. Pero Cristina no pudo. El 26 de agosto del año pasado la encontraron muerta en su pequeño departamento alquilado que apenas podía pagar, en Posadas. Luego de 8 meses de estar en libertad decidió partir. Aunque manifestaba entusiasmo por reconstruir su vida, estaba frágil en su psiquis, en sus afectos, en su economía, con el estigma de haber estado en la cárcel pese a su inocencia. Tenía 38 años y había pasado 11 en prisión, pero casi 20 -más de la mitad de su vida- atormentada por una persecución judicial injusta.

En el momento de irse de este mundo, tenía un trabajo precario en Cáritas Diocesana asistiendo junto al sacerdote Alberto Barros a familias pobres de Posadas. Ella, la más necesitada.

Muchas fueron las mujeres que lucharon por la infortunada Cristina y acompañaron algunos varones; es justo decir que estas tragedias infligidas por la justicia también a ellos les suceden, sobre todo si son pobres y vulnerables (Marcos Mila, Claudio Castro, Fernando Ariel Carrera, entre otros casos).

Y aunque seguramente influye, no se debe totalmente a que la mayoría de los jueces son hombres (el tribunal que inicialmente condenó a Cristina estaba integrados por dos mujeres y un varón). Se debe más a la apatía de magistrados/as, problemas de procedimientos y a la falta de perspectiva de género en general en la Justicia, falta que predispone a dar la razón al más fuerte, a quien tiene la sartén por el mango, a quien está más arriba en la escala social. 

Es que el enfoque machista en que la fuerza cuasi bruta y el poder socio-económico tienen siempre la última palabra oprime a todos y todas a veces hasta la muerte, a veces directamente, otras por omisión o desconsideración.

“A Cristina la mató la justicia” dijo su amiga Cecilia Rojas cuando la encontró sin vida.

La ONU conmemora este 8M con el lema “Mujeres Líderes: por un futuro Igualitario en el mundo de la Covid 19”. Destaca el rol importantísimo que ellas están cumpliendo en la primera línea de lucha contra la pandemia y propone emerger de este peligro con igualdad en los puestos representativos y de toma de decisiones en todos los rubros y niveles. En nuestra Justicia Federal y de Provincias falta lograr la equidad de hombres y mujeres en el reparto de los cargos y profundizar el enfoque de género, ya que sólo lo primero no bastará. Por eso hoy evocamos a Cristina Liliana Vázquez: “yo quiero que estos 11 años que estuve presa siendo inocente sirvan para que los jueces, la justicia misionera y la del país cambien, que simplemente hagan lo que tienen que hacer y acaten la Constitución, fui condenada por ser mujer y pobre” había dicho al salir en libertad. Nos dejaba su legado.

Después no pudo con sus heridas…