El dólar blue, sin freno, se estrella contra Iron Mountain. El depósito se incendia, las barracas se derrumban. La Justicia se lava la cara llena de mugre y hollín. El humo vuela al Atlántico con vientos nuevos de Chile: el litio reacciona con casi todo.

En las Islas Malvinas hay tropas de Kosovo. Alemania, Japón y Australia sacan tajadas de nuestro territorio. El hidrógeno verde juega otras partidas en las provincias desunidas del sur. China y Estados Unidos disputan recursos en nuestros pagos, en todo el globo. La guerra en Ucrania se complejiza por su posible ingreso a la OTAN. Taiwán recalienta el mapa en la frontera gruesa del mundo. La carrera biotecnológica cede un lugar en la mesa a la computadora cuántica. La Inteligencia Artificial se vuelve una metáfora de Frankenstein.

Los tiempos cambian de marcha, la transición se acelera, el 2030 asoma como el pico en la curva geopolítica hacia un nuevo orden mundial. Mientras tanto, el mapa se corre hacia la derecha. Y América Latina está en el ojo del huracán. Si el Amazonas es el pulmón, la cordillera de los Andes es vista como la cantera del mundo. Brasil con Lula tomó partido. Argentina juega a dos puntas. Y a ninguna: amaga con el BRICS, coquetea con Occidente. El peronismo es históricamente conocido por la tercera posición. En la unidad compleja, con la amplitud incómoda, con los acuerdos necesarios. Designada la Argentina en este sistema-mundo como un vértice esencial de la semi-periferia, el fifty-fifty le sienta bien.

Pero el problema es que el Mercado se está comiendo todo. Setenta treinta con suerte, gana la Coca por goleada. El peronismo sin redistribución no será nada. Por estas horas la mejor, si no la única defensa, es contratacar. Nadie por estas horas está brindando por el país, salvo deshonrosas excepciones vendepatrias. O pisamos la pelota, levantamos la mirada y activamos una jugada, o nos estrellamos contra una montaña de hierro y hasta los dólares del colchón se van a prender fuego. En todas las crisis se abren ventanas de oportunidad. Estamos ante una de ellas: o nacionalizamos el litio o perdemos tanta soberanía que no va a entrar en divisas del Banco Central.