¿Llegó o no llegó el hombre a la Luna? Esta pregunta suele hacerse todos los años para esta misma época. Se abre una especie de grieta entre creyentes y escépticos, académicos y filósofos de café, científicos y amantes de las conspiraciones. ¡Que la bandera! ¡Que las sombras! ¡Que las huellas!... Postulados que forman parte de los argumentos de quienes piensan que Armstrong no estuvo por la Luna en julio de 1969. Más aún, algunos sostienen que el astronauta del Apolo 11 pisó un set de cine hollywoodense y hasta se atreven a compararlo con la filmación que dirigió el gran Stanley Kubrick, que un año atrás había sorprendido al mundo con “2001: Odisea en el espacio”.

Ahora bien, aquello que escapa a cualquier duda y es irrefutable resulta ser el hecho de que millones de personas vieron a través de un aparato de televisión a un señor vestido con escafandra caminar por tierras lunares. A partir de ahí la hazaña fue real: el hombre llegó a la luna. Está proeza se convirtió en la mejor propaganda política de los Estados Unidos. Más de 600 millones de espectadores observaron en vivo y en directo la odisea espacial, constituyendo la mayor audiencia lograda hasta entonces.

De esta manera, la televisión fue fundamental para que el mundo sea testigo de ese gran hito de la humanidad… ¡Ehhh! quizás no de toda la humanidad… más bien de los hijos del Tío Sam, pero ¡bueh!...

La espectacular transmisión televisiva costó 11 millones de dólares y se calcula que trabajaron cerca de mil personas en su producción. El mundo se convirtió en una enorme telaraña de comunicaciones. Veinte estaciones terrestres interconectadas con satélites sobre el Atlántico, el Pacífico y el Índico permitieron llevar la señal que generaba la NASA a todos los continentes.

La televisión en Estados Unidos que se masificó y popularizó en los años 60, se convirtió en una potente herramienta para modelar la opinión pública. Ver a Armstrong caminar por el suelo lunar y escuchar sus palabras con los muchachos de Houston, casi sin interferencias, impactó en los televidentes de manera tal que los amigos de las teorías conspirativas corren desde muy atrás.

Por aquellos años Estados Unidos se disputaba con la Unión Soviética el liderazgo en la tierra y en el espacio. Entendió rapidamente la utilidad de la TV para lograr los objetivos de adelantarse a su rival y que el mundo entero fuera testigo. Hasta el alunizaje en 1969, los soviéticos que habían enviado al primer satélite al espacio (Sputnik), al primer ser vivo (la perra Laika), al primer hombre (Gagarin) y a la primera mujer (Tereshkova), estaban ganando el partido por goleada. A tal punto que el presidente anunció a principió de los '60 que Estados Unidos conquistaría la Luna antes de finalizar la década, mostrando a su rival que seguía en carrera. Así, la Guerra Fría, que no era tan fría – sino pregunten a los vietnamitas que vivían en el infierno-, se trasladaba más allá de la estratosfera (palabra que rinde homenaje a Carlos 1°, de Argentina).

En definitiva, es muy difícil poder demostrar que el alunizaje fue lo que hoy llamamos una fake news, una noticia falsa. Está claro que en términos comunicacionales es una de las mayores propagandas políticas de la historia. La llegada del hombre a la luna cumple 50 años y el país potencia que logró la gesta espacial decide celebrarlo aquí, en la Tierra, todo un gesto de descortesía para con la compañera de las noches… ni siquiera han tenido la deferencia de ir a visitarla.