En Noviembre de 2003, en su departamento de la Ciudad de Buenos Aires, un quinto piso en la Avenida Santa Fe y Rodríguez Peña, le pregunté al ex presidente Alfonsín por qué había hecho el Pacto de Olivos con Menem.

Me miró por un instante y sin hesitar me respondió corto y directo: “ si no lo hacia, la reforma constitucional salía igual y Menem nos llevaba puesto”.

La elección de constituyentes y fundamentalmente la general del 95, que supusieron 1 de cada 2 votos para Menem (pese a que después sobraban de a miles los que acuñaron la famosa frase “yo no lo voté “) y mostraron que la táctica que había empleado el riojano había sido la loya de su estrategia para retener y aumentar su poder.

El escenario elegido no fue casual, me dijo alguna vez el dueño de casa donde los dos líderes y animales políticos comenzaron las negociaciones que dieron vuelta el escenario político argentino.

Y el escenario fue la hermosa casa del ex canciller Dante Caputo, en la larga calle Malaver que bordea la residencia de los presidentes en el coqueto barrio de Olivos.

Convenientemente ubicada muy cerca de la entrada a la Quinta Presidencial, permitía a los dos jefes políticos moverse con mayor tranquilidad pero con absoluto sigilo y hermetismo.

Menem manejó la negociación, acompañado de muy pocos y el líder radical también, quizás sabiendo el terremoto interno q iba a provocar en su partido.

La historia demostró q ambos tuvieron razón.

Desde el principio ambos supieron cual era el primer premio: la posibilidad de la reelección presidencial.

Restaba ver qué entregaba a cambio Menem, que tenia la iniciativa política, casi todo el poder y el acompañamiento popular.

Y Menem fue fiel a su historia: entregó algo para quedarse con todo

Casi siempre esa jugada le había dado rédito. El Pacto de Olivos no iba a ser la excepción.

Consiguió lo q se propuso.

Salió la reelección junto a otras modificaciones, pero lo que verdaderamente le importaba al hijo de Anillaco era repetir en la presidencia.

Con su tercer intento, aupado por De la Sota y la justicia federal de Córdoba, pero luego fallida en instancias superiores, Menem volvió a poner en evidencia que el poder lo era casi todo para él.

Además de la posibilidad de repetir como presidente, algo que muchas provincias ya tenían en sus constituciones, el Pacto agregó modificaciones que algunos consideraron importantes y otros secundarias.

3 senadores nacionales por provincia (1 sería para la minoría), la creación de la Jefatura de Gabinete, la reglamentación de los polémicos DNU, la elección directa del presidente incorporando la figura de la segunda vuelta y otros capítulos que luego tuvieron discusión, polémica y vida en la Asamblea Constituyente.

Después de discusiones que tuvieron como contexto la disímil relación de fuerzas entre oficialismo y oposición, Menem y Alfonsín forjaron el controvertido núcleo de coincidencias básicas, que se aprobaba o rechazaba en su totalidad.

El presidente y su antecesor lograron que el Parlamento les diera aprobación.

Menem multiplicó su poder, Alfonsín fue dejando el suyo a jirones.

Años después la historia y la sociedad reivindicaron al fundador de Renovación y Cambio.

En unos años habrá q escuchar el veredicto sobre el nacido en Anillaco, quien a no dudarlo, fue fiel a sus intimas convicciones y a su historia personal.

El Pacto de Olivos fue una muestra mas de un animal político para quien el uso del poder no se delega y se trata de conseguir todo el que se pueda.