Los condicionamientos dados por la pandemia son cada vez mayores, y este invierno tendrán su “temporada alta” con la proliferación de casos que obligarán a respuestas ingeniosas para que no se produzca un incontenible desborde en nuestro sistema de salud.

Eso mantiene ocupado al gobernador Juan Schiaretti mientras continúa recuperándose de la operación de un carcinoma.

“Nos toca bailar con la más fea hasta agosto por lo menos, y hay que tener presente que junio y julio serán meses durísimos”, reconocen calificadas fuentes del Gobierno provincial, las que apuestan casi todo a la llegada masiva de vacunas que por el momento son una promesa, aunque desde la Casa Rosada envían mensajes optimistas. Así lo repiten las mujeres y hombres de la administración provincial.

Integrantes del team oficial que diseña las políticas proselitistas, se han visto obligados a poner en marcha una serie de cambios, obligados por las circunstancias. El proyecto “Schiaretti presidente”, sufrió desde hace un parde semanas un brusco freno porque continuar como venía hubiera sido hasta gracioso para los opositores y para todo el establishment político y empresario.

El post operatorio del gobernador exige que se mantenga fuera de las pistas de la política partidaria, al menos públicamente. Por eso, la especulación –con visos de realidad o no– sobre las aspiraciones presidenciales para 2023 del gobernador entran a cuarteles de invierno.

En su círculo más próximo reconocen que no tendría sentido continuar con ese proyecto, cuando es de público conocimiento que está impedido por razones de salud.  “Hoy no podemos hacer más nada, estamos obligados a pisar el freno”, insisten.

Ese plan tenía un punto principal, más allá de que implicaba un testeo para la figura de Schiaretti fuera de la provincia de Córdoba. La apuesta pasaba por evitar que se le diluyera el poder en el segmento final del mandato, es decir dentro de los próximos dos años.

Diciembre de 2023 queda muy lejos y por esa misma razón, deben armarse estrategias que levanten muros de contención a dirigentes ansiosos por empezar la renovación y el recambio generacional dentro del peronismo.

Todos los días aparece como un fantasma la figura del pato rengo, que muestra cómo a los gobernantes que no pueden ser reelegidos se les complican sus liderazgos en los segmentos finales de sus mandatos. Y en el corto y mediano plazos los desafíos se multiplican. Por un lado está la gestión de la pandemia,cuyo  resultado podría influir mucho en las elecciones de medio términino, pautadas para septiembre y noviembre de este año.

Además, si se confirma que no habrá unidad en el peronismo cordobés, derrotar al kirchnerismo es una obligación para evitar que el poder se desgrane velozmente. Si, como dicen las encuestas, la victoria de Juntos por el Cambio está asegurada de no mediar algún hecho extraordinario, lo más interesante es ver la carrera por el segundo lugar. Y allí compiten schiarettistas y kirchneristas.

Se sabe que en una provincia es difícil derrotar a los oficialismos, pero la historia está llena de excepciones. “Es difícil pero no imposible”, repiten día a día los K, entusiasmados con el zarpazo. Ese resultado será vital para definir los escenarios y los protagonistas de 2023, cuando se deban renovar las autoridades provinciales y Schiaretti no pueda aspirar a otra cosa que ser legislador nacional o poner otra vez en marcha algún proyecto para dirigir el Consejo Nacional del Justicialismo. Pero meterse en esa historia, hoy por hoy es protagonizar una película de ciencia ficción.