La agenda cantada que tenía el presidente Alberto Fernández para pronunciar su discurso de apertura de un nuevo período de sesiones ordinarias del Congreso sufrió impensadas alteraciones porque además del acuerdo con el Fondo Montetario Internacional, deberá dar respuestas a otras situaciones que hasta hace poco no estaban en los cálculos de nadie.

La invasión rusa a Ucrania y el desastre ocurrido en la provincia de Corrientes son, entre otros, temas de los que tendría que afrontar, además de fijar posición sobre la salida o la nueva etapa de la pandemia.

Seguramente, el FMI estará en el eje central de mensaje. Es un tema álgido, viscoso y que genera fuertes problemas internos en el partido de gobierno. De hecho, cerca de Alberto Fernández celebran el silencio de la vicepresidenta Cristina Fernández, quien hasta hace poco no ocultaba su fastidio por el pacto y criticaba -con su habitual estilo ácido- tanto al organismo internacional como al gobierno de los Estados Unidos.

Después de un viaje relámpago a Centroamérica, la vice cerró los micrófonos y puso en pausa la actividad en las redes sociales, a partir de las cuales generalmente expresa sus opiniones.

El último bombazo fue el que tiró el diputado Máximo Kirchner al renunciar como presidente del bloque oficialista de la cámara baja, disconforme con el acuerdo que todavía no se celebró.

Pasan los días y siempre aparece un nuevo “detalle” que impide que el proyecto de ley ingrese a alguna de las dos cámaras del Congreso.

Seguramente, y con un indisimulable complejo de culpa, Juntos por el Cambio sostendrá el convenio porque está en un callejón sin salida: ese inusual y estrafalario crédito de 44 mil millones de dólares fue tomado por el expresidente Mauricio Macri.

Con todo, la iniciativa legal aún no fue presentada porque persisten los desacuerdos con el organismo que brindó el crédito.

El establishment político y económico mundial sigue reprochando al FMI por este préstamo imposible de pagar y aunque no está escrito, las deducciones lógicas llevan a decir que el objetivo final de esa acción arriesgada fue posibilitar la reelección de Mauricio Macri. Y el ex presidente de Boca Juniors la desaprovechó.

De todos modos, puede decirse que el crédito no era secreto y mucho menos que sorprendió a las nuevas autoridades. Sin embargo, la imprevisión del presidente y de todo el gobierno fue fenomenal. No se hizo nada y se dejó casi todo en manos del ministro de Economía, Martín Guzmán, a quien –por si no resultaba suficiente– se la hicieron más que difícil.

Tenemos tiempo hasta el 22 de marzo, cuando venza un pago que no estamos en condiciones de pagar: casi 3 mil millones de dólares. Todo parece surgido de una mente talentosa a la hora de libretar la historia, con escenas por momentos dignas del teatro del absurdo.

La apuesta oficial en el Congreso es calmar a Máximo y que los kirchneristas no hagan demasiado ruido y que la oposición no cambie de idea. Por estas horas, el albertismo busca con esfuerzo los votos para no sufrir en el recinto. Pero sigue todo en estricto silencio. Alberto, Segio Massa y hasta el propio ministro del Interior, Wado de Pedro, tratan de convencer a Máximo para que se mantenga en silencio.

Ya hay bloques que anticiparon que votarán en contra: los libertarios de Milei, la izquierda y el peronismo schiarettista. El diputado riocuartense Carlos Gutiérrez ya anticipó que los tres diputados del bloque que responde al gobernador én Diputados darán quórum pero votarán en contra. Y lo propio hará Alejandra Vigo en el Senado.

La Casa Rosada aspira a que los representantes de La Cámpora hagan el menor escandalete posible y que se abstengan o se ausenten, cosa que se presenta como más que complicada, al menos hasta ahora.

Los misiles de Moscú y las llamas de Corrientes

La alocada invasión de Rusia a Ucrania mereció el rechazo del gobierno argentino que fue subiendo un poco el tono a medida que pasaron los días, aunque el reclamo es considerado “tibio” por los opositores.

Juntos por el Cambio, a través de distintos referentes, emitió duros documentos y lo propio hizo por sus redes sociales Schiaretti. Cada vez que puede, el gobernador toma temas de la coyuntura para pararse en las antípodas de la posición de Alberto Fernández. Eso es y será así probablemente hasta que ambos concluyan sus mandatos.

En un nuevo desaire, Schiaretti no irá a la apertura de sesiones ordinarias del Congreso. No importa quién vaya en su representación. Lo que importa es que él no irá, lo que demuestra que no tiene ninguna voluntad de buscar puentes de diálogo.

El presidente también tendría que referirse a Corrientes, adonde llegó muy tarde para verificar el estado de la situación. Por suerte la lluvia de los últimos días silvió para calmar el fuego incontrolable. Al gobierno se lo acusa de inacción y al ministro de Ambiente, Juan Cabandie, de trabajar en cámara lenta, cuando la situación exige respuestas veloces y decisiones contundentes.

También habrá un capítulo dedicado a la pandemia, otro al desarrollo y seguramente la autocrítica dormirá el sueño de los justos.