Rapidez de reflejos o guion preconcebido, Juan Schiaretti se apresuró en presentar como positivos los resultados obtenidos por Hacemos por Córdoba en las elecciones legislativas.

Aunque la diferencia respecto de la fuerza triunfadora (Juntos por el Cambio) haya sido de 29 puntos y más de 550 mil votos, el gobernador consideró que los cordobeses habían respaldado la propuesta de Ellas: defender en Buenos Aires (el puerto) los intereses de los mediterráneos cordobeses. En su propia concepción, la única lista de representantes sin terminales en el centro del poder nacional.

Asumir resultados negativos tras una contienda electoral parece una virtud de tiempos románticos. Antes bien ha tornado en mandato ofrecer interpretaciones que disimulen los tropiezos. La instalación de la posverdad como atajo analítico brinda margen para malabares interpretativos. El gobernador recorre ese camino.

Pero el resultado final no puede satisfacer al schiarettismo. No después de una campaña que se intensificó tras unas PASO que ya anticipaban un duro revés. En las últimas semanas el propio gobernador se cargó la responsabilidad al hombro, con declaraciones de inusual dureza y un objetivo claro: resaltar las diferencias con las gestiones kirchneristas que se han sucedido en los últimos 15 años.

En cada alocución remarcó que los legisladores del espacio tomarían como bandera los reclamos de cordobeses que se han sentido discriminados por las últimas gestiones nacionales. (Es decir, también por Macri). En cada acto tomó el leitmotiv del sector agropecuario, de profunda vinculación con Cambiemos, por la eliminación de las retenciones.

No fue suficiente. Tampoco bastó el raid mediático que el intendente Martín Llaryora realizó por los medios. Ni la gestión ni la buena imagen de los referentes de Hacemos por Córdoba sirvieron para mejorar la performance. Ni siquiera para alcanzar esa tercera banca en diputados que, por la tarde, parecía inminente.

Aún así, Schiaretti consideró que los resultados de este domingo brindaron un poderoso respaldo a esa propuesta que enarbolaron Ellas. Incluso afirmó que se trató de una gran elección que “superó las expectativas”.

Aún con ese menguado aval el gobernador confirmó que trabaja en la articulación de una nueva opción nacional. Los diálogos con sus pares de Misiones, Santa Fe y San Juan, entre otros, llevan meses. El sueño de un movimiento federal, de composición heterogénea pero de base peronista, vuelve a escena.

Es el mismo intento que tomó vuelo en 2017 y con la misma fórmula de integración que ensayó exitosamente con Hacemos por Córdoba pero que se desgajó a nivel nacional con la salida de sus socios: Massa, Pichetto, Lavagna y  Urtubey decidieron sumarse a otros sellos.

Empate de debilidades

Schiaretti sostiene que un bloque de cuatro representantes, un senador y tres diputados, le brindará margen para negociación. Lo presume como una fortaleza ante una configuración de fuerzas sin mayorías absolutas. “Ese empate de debilidades abre la posibilidad no sólo para que nuestro bloque tenga presencia activa en el Congreso, sino para que, junto a otras fuerzas provinciales, entremos a cambiar la realidad unitaria de nuestra Argentina. Hacemos por Córdoba va a trabajar para construir esa alternativa para el 2023.”, vociferó en su búnker.

Los argumentos sobre la necesidad de tal alternativa son los mismos que viene esgrimiendo desde que asumió su nuevo mandato y que reiteró en esta campaña. Se desprenden del ya histórico pedido por un reparto equitativo de fondos, tomando al mercado energético como ejemplo.

Esas evidencias son presentadas también como razón para abandonar “la grieta que tanto daño nos hace a los argentinos”. En otras palabras, superar las variantes de la pulseada K-Anti K, para reflotar LA grieta constitutiva de este país: el puerto versus las provincias.

Reemplazar antinomias parece tan lógico como contraindicado en una nación atravesada por múltiples inequidades. Actualizarlas para convertirlas en la partitura del momento parece más complejo.

De hecho, aquellos argumentos, aún verosímiles y compartidos con referentes de otras jurisdicciones, y la consecuente necesidad de una tercera voz nacional, fueron apoyados sólo por el 25% de los electores cordobeses.

Volver al continente

Acaso anticipando una magra cosecha en las urnas, el gobierno provincial se encargó de remarcar que el de ayer no fue un plebiscito de su gestión. Pura congruencia, los funcionarios ofrecen una interpretación con marco nacional. Proyectarse hacia un escenario incierto por definición no es sólo una meta, también permite comenzar a diluir planteos sobre una dura derrota.

Antes de este 14-11 intendentes afines eran invitados a internalizar un mantra con tono de admonición: no hay 2023 sin 2021. Pura incongruencia, desde la mañana del 15-11 todos deben tributar a una construcción hacia 2023.

Entre la lluvia de interpretaciones, Schiaretti comienza un juego de partidas simultáneas que no desconoce. Por un lado, debe enfrentar el rumor de ciclo cumplido que resopla con los números del domingo. Juan quiere ser, y seguir siendo, el principal articulador de la sucesión provincial.

Por otro lado debe demostrar que, pese a la derrota, el modelo cordobesista puede seguir siendo un atractivo faro para sectores que se manifiestan cansados de una grieta a la que adjudican todos sus males.

Claro que una grieta no se puede comprender sin rupturas precedentes. Como tampoco mirar una isla sin considerar que en algún momento fue parte del continente del que ahora reniega.