La pandemia del coronavirus modificó la agenda global y también postergó las elecciones en Belgrano. Los comicios finalmente se celebrarán el próximo 1 de agosto, según el último anuncio de Jorge Franceschi.

La compulsa electoral es un resumen del momento histórico del club de Alberdi. Está en juego la transición política luego del colapso deportivo que derivó en el descenso de la primera división.

Armando Pérez y Luis Fabián Artime son un compendio del pasado reciente que se empecina en un eterno retorno. Ambos han signado una época, uno desde dentro de la cancha, forjando una delicada épica que lo depositó como uno de los ídolos máximos del club, el otro, afuera, con un modelo de gestión que en su momento disipó cualquier atisbo de confrontación en las urnas.

Junto a Juan Carlos Olave y Ricardo Zielinski son los actores más importantes, quizás, de la historia de Belgrano.

Pérez consolidó su poder político en el período posterior a la quiebra, luego de un período de crisis económica y deportiva. La llegada de Zielinski completó un círculo virtuoso en lo futbolístico que persistió durante más de una década. La recordada promoción frente a River Plate significó mucho más que el ascenso al máximo sitial de privilegio del fútbol argentino. Fue una oportunidad para desandar un camino que posibilitaría ser protagonista en primera, con un estilo marcado, jugadores identificados con la institución y jovenes promesas que serían un reaseguro económico para la sustentabilidad del modelo. Dos clasificaciones a competencias internacionales por primera vez en su historia completaban el marco de un cuadro que brillaba con especial intensidad.

Artime llegó a otro Belgrano. Los 90 y su influjo en la vida de los argentinos también afectaron al fútbol. Eran tiempos de la convertibilidad y el 1 a 1. La estabilidad que generó una ola consumo en la sociedad argentina contrastaba con las límitaciones en Alberdi. Dificultades para encontrar lugares de entrenamiento y también para cobrar, generaron en el delantero su adaptación a un nuevo medio que luego sería su lugar en el mundo. Desde 1992 hasta su retiro en 2005, logró cimentar, a fuerza de goles y rendimientos, una idolatría que el pueblo celeste le ha tributado hasta nuestros días. Casi que fue un amor a primera vista. El Luifa supo entender como pocos el sentir de una identidad, la cultivó y se nutrió de ella. El punto cúlmine llegó en el año 2011, cuando los hinchas eligieron su nombre para una de las tribunas del Estadio Mario Alberto Kempes.

Nadie podría precisar las razones de una relación que jamás existió. Ni siquiera hay una razón que explique el desencuentro histórico. No hay peleas que referir. Nada.

Armando Pérez ni lo registró al ídolo durante su exitoso mandato. Artime lo supo siempre y toleró el desplante sin dejar de reconocer las virtudes del conductor. Tenía muy en claro que ni siquiera él, podía constituírse en una alternativa de peso para gestionar la riqueza.

Existieron dos episodios que trastocarían el mapa de poder en Alberdi. La traumática salida del Ruso Zielinski en el año 2016 fue el comienzo del fin para un ciclo que parecía ser eterno. Pensaron una renovación que apuntaba a oxigenar un modelo de juego que entendían como defensivo y también apuntaron a una transición que abarcaba el final de la carrera de pesos pesados como Olave, Turus, Farré y Teté González. En realidad lo que terminó fue el modelo “Pérez”. No sólo en los hechos por la elección de Jorge Franceschi como su reemplazante. El santiagueño fue parte integrante de un trípode de poder que también contó con Abraham Rufaíl. A pesar de ganar por una abrumadora mayoría, ya nada sería parecido a los tiempos precedentes. La oxigenación futbolística terminó en un fiasco. Ni siquiera el pronto retorno de una joya como Matías Suárez evitó el colapso.

A diferencia de la previsibilidad anhelada, Belgrano cambiaba de entrenadores como de indumentaria. Pasaron Esteban González, Leonardo Madelón, Sebastián Méndez, Pablo Lavallén, Lucas Bernardi y Diego Osella en apenas tres años. El rumbo se había perdido antes que la categoría. La Asamblea de socios de abril del año pasado fue mucho más que la ocasión para aprobar un balance. Terminó convirtiéndose en un grito de furia por parte de los socios y también en el regreso a la palestra de Artime a su otra vida, la de Belgrano. Aprovechó su momento y forjó una posibilidad que se materializó con su candidatura a Presidente. El proceso electoral definirá no sólo al nuevo Presidente. Será un momento de quiebre para el futuro celeste, con dos protagonistas con asignaturas pendientes. Dos “Enemigos Íntimos”.