La gira de Alberto Fernández por Europa tiene dos claros objetivos: conseguir apoyo para la renegociación de los plazos de la deuda externa con el Fondo Monetario Internacional, y proyectarse como líder regional hacia el resto del mundo. Para ello se reunió con el premier portugués, Antonio Costa, con el Rey de España Felipe VI y el presidente Pedro Sánchez, y hará lo propio con sus pares Emmanuel Macron en París y Sergio Mattarella en Roma. Allí, también, visitará el Vaticano y se encontrará en privado con el Papa Francisco. Hay expectativa sobre la reunión porque, además, será el primer conclave entre ambos tras la aprobación de la ley del aborto en diciembre del año pasado. El eje de todos los encuentros será cosechar apoyos para la posición de Argentina respecto de la re negociación de la deuda.

Hay dos ejemplos recientes claros donde la Casa Rosada puede mirarse a la hora de cómo encarar la negociación con el FMI. Los casos de Portugal y de Grecia.

En Portugal, a finales de 2014, el desempleo llegó a ser de 14,8 %. Su déficit comercial, ese mismo año, fue del 7,2 % del Producto Bruto Interno (PBI). A partir del segundo semestre de 2016, el país comenzó a crecer, con un 1,6 %. El PBI aumentó un 2,7 % al año siguiente, mientras que el empleo ascendió un 3,5 % y el desempleo cayó al 8 %. Motivado por la disminución de las horas semanales de trabajo a 35. Mientras que el déficit se redujo drásticamente al 0,6 % a finales de 2018. Es el más bajo desde 1974. Todo ello, además, disparó la inversión extranjera. En 2012, el peor año de la crisis, el ingreso por habitante disminuyó hasta un 4 %. Hoy, su PBI per cápita continúa incrementándose: mientras que en 2017 fue de 4.741 euros, el año siguiente fue de 166 euros mayor. Esto logró que el país experimentara un verdadero shock de consumo en los últimos años.

Contra todo pronóstico de los economistas ortodoxos y de los organismos internacionales de crédito, sin las medidas de austeridad dictadas por la troika, el país logró despegar. Según el primer ministro Antonio Costa, el gobierno, aunque “siguió las reglas dictadas por Europa”, implementó medidas contrarias a las recetas históricas. Comparado con el resto de Europa central, los salarios siguen siendo bajos. La desigualdad sigue siendo mayor a la media de la Unión Europea. Sin embargo, la situación en la que se encuentra actualmente dista diametralmente de la que se encontraba hace tan solo cinco años.

Su contracara es Grecia. Allí los salarios perdieron un 30% de poder adquisitivo, en 2010, 2012 y 2015 se produjeron tres “rescates”, lo que significó 260.000 millones de euros de nueva deuda; el PBI también cayó un 30% y la deuda llegó a significar un 180% del mismo. El desempleo general superó el 27% -hoy oscila el 20%- y entre los jóvenes trepó por encima del 60%, el más alto de toda Europa. Estas cifras, representan una verdadera catástrofe social producida por las medidas de austeridad sobre la cual advirtieron premios Nobel de economía como Paul Krugman o el maestro de Martín Guzmán, Joseph Stiglitz. El país estuvo “intervenido” por el Fondo Monetario Internacional por nueve años, entre 2009 y 2018. Incluso un gobierno que se presentaba de izquierda como Syriza, una especie de Podemos a la griega, continuó con las políticas de austeridad dictadas por el FMI y le costó perder la elección frente a los conservadores en 2019.

Tanto Fernández como Guzmán han elegido claramente mirarse en el espejo de Portugal. El tiempo dirá si son capaces de tener una renegociación, y una posterior recuperación económica de una magnitud similar, sin contar, por supuesto, con la espalda del Banco Central Europeo. Por lo pronto, no haber elegido seguir el camino de Grecia es una buena noticia para la gran mayoría de los argentinos. Por más que los cuestionamientos sigan apareciendo, no solo desde afuera, sino, incluso, también desde adentro.