El 12 de julio de 1999, hace 21 años, José Manuel de la Sota asumía como gobernador de
Córdoba en un hecho más que singular. El peronismo regresaba al poder provincial, tras la
última victoria en 1973, liderada por Ricardo Obregón Cano.

Otro estilo pero fundamentalmente otras ideas diferenciaban a De la Sota de Obregón. La
amplitud del peronismo los dejó confluir. Con el exgobernador retirado, el flamante
mandatario provincial juró y un par de horas después organizó una fiesta de asunción en el
Liceo Militar General Paz, que tuvo ínfulas de alguna monarquía europea.

Una alfombra roja le marcaba el camino al grupo de personas que escoltaba al jefe del
Ejecutivo provincial que desandaba sus pasos junto al presidente Carlos Menem.

Un almuerzo pomposo fue el marco de referencia para ese primer día, en el que estuvo
acompañado por unos mil notables de la provincia y el país, entre los que se encontraban
empresarios, curas, dirigentes políticos, artistas y profesionales de todo color y pelaje.

El reconocido organizador de eventos Ramón Pico andaba a los saltos organizando las mesas,
tratando de que no faltara nada en las mesas, en las que se sirvió un típico menú cordobés,
con un plato de cabrito como estrella.

Lo prometido es deuda

La fiesta pasó y llegó la hora de gobernar. Aplicó su promesa de campaña, que después se
convirtió en un infierno para todos los intendentes de Capital: la rebaja del 30 por ciento de los
impuestos.

En realidad, hay que recordar que esa promesa lo sacó de pobre: había perdido dos veces la
gobernación con Eduardo Angeloz (1987 y 1991) y antes la intendencia de Capital (lo venció
Ramón Mestre padre, en 1983).

De su gestión hay que recordar que generó una ejemplar e inédita reforma judicial, creando el
Consejo de la Magistratura. Esto garantizaba prácticamente la total independencia de la
Justicia. La provincia se había convertido en un ejemplo para el país.

Sin embargo, y por eso de que los gobernantes sólo le temen a perder la libertad, el
gobernador se asustó de su creación y de un plumazo tiró abajo todo lo que había realizado y
declaró la emergencia judicial. Ahí puso los jueces que quiso (en el fuero penal), los fiscales
que quiso y retomó la actividad el Consejo de la Magistratura, aunque con otro tono. De todas
maneras, las sospechas inundaron el ambiente, lo cual se repitió cuando provocó la reforma
estructural de la provincia con lo que se llamó la ley del Estado Nuevo, que impulsó un ajuste
fenomenal.

Reforma constitucional mediante, impulsó cambios importantes como reemplazar las cámaras
de diputados y senadores por un sistema unicameral, hasta hoy criticado.

Intentó abrir Córdoba al mundo, hizo eje en la política y le dio mucho juego a sus colaboradores, entre los que se encontraba su esposa, Olga Riutort, a quien los funcionarios (de ministros para abajo) le temían. Existe un mito urbano de una supuesta golpiza propinada a un miembro del gabinete....

Había hombres con poder inusitado, como Domingo Carbonetti, quien ostentaba la chapa de
fiscal de Estado. Residía en Bell Ville y la ciudad resultó muy beneficiada. Eso le hizo ganarse el
mote de “Bellvillaco”, en irónica alusión a Anillaco, el pueblo natal de Menem, que también
tuvo un increíble despegue en esos años.

De la Sota hacía gala de sus relaciones con políticos conservadores brasileños y ponía todo el
plan de inversiones en manos de Horacio Miró.

Tuvo un respetable aval del presidente Menem, de quien fue su embajador en Brasil y después
salió dando un portazo.

Sin embargo, la relación con la Casa Rosada siempre fue más que correcta, incluso cuando
llegó Fernando de la Rúa al poder. Hasta que sucedió lo que se palpitaba: el país entró en un
colapso formidable y vivimos una crisis económica y social, tal vez nunca vista antes.
Y aquí hay que darle la derecha a De la Sota: mientras el país andaba a los tumbos, a Córdoba
no la tapó el agua. Sufrió pero aguantó de pie. Y después no fue tierra arrasada. Pudo
recuperarse y eso es, en parte, por mérito suyo.

Después, la gente se lo reconoció en las urnas y volvió a ganar la elección provincial, en 2003.
El principal foto opositor se encontraba en la ciudad de Córdoba. Esto porque impulsó a su
vicegobernador Germán Kammerath, como candidato a intendente. El conservador, ahora
macrista detrás de bambalinas, derrotó a Mario Negri y lideró uno de los más espantosos
gobiernos municipales que se recuerden.

En 2003, su candidato a vicegobernador fue Juan Schiaretti, quien se había desempeñado
como ministro de Producción. Ganó cómodo, pese a las sospechas de corrupción que nunca
llegaron a buen puerto en la Justicia.

Una dupla ganadora

De la Sota y Schiaretti conformaron una sociedad monolítica. El primero fue tres veces gobernador y el segundo inicia, con suerte dispar, su tercera gestión.

El tres veces gobernador preparaba su candidatura presidencial cuando se mató en un
accidente de auto, el 15 de setiembre de 2018. Fue uno de los dos políticos más importantes
de Córdoba en los últimos 50 años. El otro es Angeloz.

Hoy, en medio de esta fuerte crisis, el gobierno cordobés trata de sacar agua de las piedras.
Podó los haberes jubilatorios, los salarios de los empleados públicos y ahora están bajo la lupa
los vecinos. Si te sacás el barbijo en la calle para rascarte la nariz y te descubren, prepárate
para meter la mano en la billetera y pagar la multa. Hoy, la pandemia nos cambió la vida.