Las siguientes reflexiones de Jorge Alemán surgieron a partir de dos entrevistas. La primera fue realizada por Diego Kling y contó con la transcripción de Estela Canuto, mientras que la segunda, que cierra el texto, fue realizada por el equipo de Argentina Futura.

Primera Parte

- Partiendo de la propuesta de su último libro, cuando se refiere al capitalismo y afirma “no existe crimen perfecto”. Me gustaría plantear la siguiente cuestión como disparador: ¿podría ser que esta crisis nos está demostrando que hay cosas más importantes que la economía?

La pregunta quizás merece una serie de aclaraciones. En primer lugar, no considero, después de la lectura de Marx, que el capitalismo sea sólo una economía, evidentemente este es su aspecto más visible, su concreción histórica, su funcionamiento real es económico. Convengamos que la economía es el modo concreto e histórico que tiene el capitalismo de manifestarse. Sin embargo, el capitalismo es algo más que una economía, es una estructura que tiende a su reproducción ilimitada, esa es para mí la cuestión clave. Hasta tal punto que no podemos concebir un después del capitalismo. Desde hace tiempo se viene anunciando una catástrofe mundial en forma de epidemia. Pero si algo caracteriza la marcha actual del Capitalismo es que hace ya mucho que lo que se anuncia, lo socialista en la distribución del ingreso, soberano con respecto a las experiencias de lo común: el medio ambiente, la salud pública y la educación y que sepa radicalizar la democracia esquivando las derivas neofascistas que, ahora más que nunca, disputan el sentido de la experiencia de la Patria y el Otro que la sostiene. Desde otra pendiente, es muy difícil pensar que, a partir de esta pandemia, se vaya a producir necesariamente un colapso del capitalismo. Puede ocurrir, pero no es un hecho necesario. Va a haber gravísimas situaciones de crisis, grandes problemas que van, una vez más, a perjudicar a todos los sectores subalternos, a todos los sectores explotados, a todos los países que son actualmente expoliados por la acumulación del capital y su mecanismo de desposesión.

Pero esto no quiere decir que estemos, en principio, frente al final del capitalismo o frente a un escenario distinto. Por lo menos esto no se puede asegurar, porque el capitalismo es algo, como ya mencioné anteriormente, cuya verdadera cualidad es su capacidad de reproducción sin límite. Lo que podría suceder es que las sociedades, que nunca son del todo idénticas al Capital, al igual que las estructuras políticas, se interrogaran cómo habitar el mundo a partir de ahora, podrían incluso llegar a percatarse del hecho de que habría que encontrar, utilizando un término de otra época: modos de planificar la economía, su relación con la comunidad y la vida, que no fueran exactamente los que proceden de las lógicas del mercado, pero esto no es algo que podamos asegurar y que necesariamente vaya a ocurrir. Se trataría de una contingencia.

- Jorge me gustaría plantearle algunas frases que resumen encuadres teóricos del momento que estamos viviendo. Siempre con la precaución de lo que implica un análisis en tiempo real. Las traigo aquí:

Imaginar el fin del capitalismo empieza a ser más plausible que imaginar el fin del mundo.

Comunismo reinventado o barbarie

Asistimos a la tercera guerra mundial por capítulos

El capitalismo ha llegado a su fin

Son las ideas que circulan por todos lados. Tomemos una por una.

Imaginar el fin del capitalismo empieza a ser más plausible que imaginar el fin del mundo.

La frase fue pronunciada por Frederic Jameson, se volvió célebre: “es más fácil pensar el fin del mundo que el fin del capitalismo”. Ahora usted con la inversión de la frase apunta a un nuevo registro del problema. Sin embargo, la pandemia está mostrando que evidentemente no ha sido una consecuencia directa del capitalismo, pero sí probablemente, una consecuencia indirecta, en la medida que el capitalismo no dispone de estructuras que la puedan contener. Debemos tener en cuenta, por la forma en que el capitalismo se ha desarrollado, por el tipo de sociedades que ha construido, por las desigualdades que las atraviesan, tanto por las desigualdades internas de los países, como por las desigualdades internacionales, que no podemos asegurar de entrada que la humanidad va a seguir sobreviviendo a este tipo de pandemias. Entonces a la frase atribuida a Frederic Jameson que “es más fácil concebir el fin del mundo que el fin del capitalismo”, esta pandemia parecería darle un nuevo alcance, porque podría ser el prolegómeno de otra mayor, es decir si no se toman verdaderas medidas que afecten a la experiencia de “vivir en común”, es muy probable que esta pandemia sea el comienzo de otras. Ahora más que nunca la tensión irresoluble entre comunidad y sociedad se hace patente.

Esta pandemia nos ha afectado especialmente porque está en Occidente, como el Sida cuando afectó a muchos en occidente, pero en el momento en el que se desplazó a África todo el mundo ya la había olvidado. Entonces, si tomamos esta referencia, en una primera lectura, se confirma que sigue siendo más fácil “pensar el fin del mundo, que el fin del capitalismo”.

Comunismo reinventado o barbarie.

Esta frase reedita la fórmula de Marx, él pensaba que estábamos en la prehistoria, esto lo vuelve a Marx un pensador ilustrado singular, en el sentido de que Marx no estaba tan convencido de que había primero una sociedad feudal, después venía el capitalismo y después venía otra sociedad que era el comunismo. Esa idea finalística de la historia, ese sentido teleológico de la historia que se le atribuye a Marx es muy discutible. Lo que Marx pensaba, era que el capitalismo a pesar de su capacidad de transformarse, esto es algo que él captó muy bien, el potencial revolucionario del capitalismo, su capacidad técnica, la manera en que iba a incorporar como capital variable a las máquinas, la manera en que “lo sólido se iba a desvanecer en el aire”, etc., no obstante, todavía era la “barbarie”. Era la barbarie porque para él como muy bien lo decía, todas las libertades, de prensa, de votar; encubrían lo que no se podía suprimir jamás para que la máquina funcione, que era la explotación, la extracción de la plusvalía.

En este aspecto, en la medida que para Marx hubiera miles de personas que no tuvieran otra alternativa que vender su cuerpo en el mercado, en fuerza de trabajo-mercancía o bien ser desempleados y constituir un ejército de reserva, que presionaba a los que tenían trabajo, para evitar que subieran los salarios. O en la medida en que a los propios ricos les tocaba una presión estructural de estar todo el tiempo creciendo, para no perder su lugar en el mercado, eso era la barbarie. Así que en cierta forma participó de la fórmula “comunismo o barbarie”, pero revisándola en todos sus aspectos.

Si bien las revoluciones históricas tuvieron momentos igualitarios importantísimos, las mismas desencadenaron una lógica del terror donde las comunidades fueron asfixiadas en una homogeneidad que excluía toda posibilidad de que los sujetos se relacionaran con sus deseos. Si su pregunta se centra en la idea de que esta pandemia pone en la escena esta disyuntiva, no lo tengo claro. Creo que en primer lugar esta pandemia lo que va a poner en escena es si los países que no son potencias van a tener o no, la posibilidad de construir soberanías de estado, y si tendrán recursos para defenderse, para no ser desposeídos y saqueados cuando llegue el final de la pandemia y empiece la gran disputa por las hegemonías mundiales. Hay países que forman parte del sistema de dominación mundial y que no desean mantener ningún compromiso de solidaridad con los países más castigados por la pandemia.

Basta ver la brecha que ya comienza a manifestarse en toda su tensión entre la Europa latina y Alemania y Ámsterdam, y otro tanto en las distintas interpretaciones antagónicas de la pandemia entre los países de América Latina. A partir de estos datos mínimos se puede dar un nuevo sentido más inquietante y oculto al concepto de guerra que está en juego. La guerra puede ser el nombre del derrumbe civilizatorio que virtualmente, por ahora, como un espectro recorre el mundo. Saqueos, enfrentamientos civiles, ocupaciones militares, destrucción del aparato productivo, pánico social y deterioro de la autoridad simbólica del Estado. Y como en todo derrumbe civilizatorio una interpretación de la condición humana, de cómo está hecha la existencia hablante, sexuada y mortal está en juego.

Hay líderes políticos que no conciben otra vida que lo que hasta ahora ofreció el Capitalismo, y hay otros que no desean sacrificar a sus pueblos a las exigencias del Capital. Para estos últimos, y ya que se ha apelado a la metáfora bélica, la que reclama siempre un estado de movilización general, no basta con la inevitable cuarentena. Se impone una nueva relación entre los movimientos sociales, las organizaciones militantes y las fuerzas armadas y de seguridad coordinadas desde el Estado en un nuevo proyecto de soberanía popular. No existirá control de la pandemia en los lugares donde no se puede cumplir con la cuarentena sin unas fuerzas armadas integradas al gobierno popular. A su vez, es casi seguro que habrá un nuevo reordenamiento mundial entre los países que eligen a la comunidad frente a los imperativos del Mercado. Pero esto sólo será posible si los Estados recuperan su autoridad simbólica, que evidentemente no es lo mismo que la captura neofascista que los movimientos de ultraderecha se proponen obtener en el caos maldito de la pandemia mundial.

Un Estado democrático, soberano, con el suficiente poder decisorio que muestre definitivamente que las fuerzas del orden no pertenecen a las derechas oligárquicas, tal como ha sido históricamente en muchos lugares del mundo. Si en medio del caos que puede acontecer no surgen Estados populares capaces de generar disciplinas no represivas y creadores de una nueva conexión sensible con los movimientos populares, la situación se pondrá muy difícil.

Asistimos a la tercera guerra mundial, por capítulos.

Es del Papa Francisco esta expresión, estoy de acuerdo, actualmente ninguna guerra se declara, ninguna guerra tiene ni principio ni final, ninguna guerra tiene armisticio, no hay banderas blancas, no se firman más los tratados de paz, la guerra forma parte del movimiento circular del capitalismo, y como no tiene ni comienzo ni fin, es muy similar a esta pandemia, en el sentido de que no va a tener un final explícito. Esta pandemia tendrá después sus capítulos, y según los países que están en la zona de la explotación mundial, sus distintas derivas catastróficas, terribles y trágicas, es decir que en cierta forma como lo insinúan algunas lecturas paranoicas (en la paranoia sería importante aclararlo, todo hace signo y todo tiene sentido) los poderes mundiales se repartirán los beneficios suplementarios de la tragedia de la pandemia.

Por mi parte no creo que exista una instancia que orientara en forma deliberada al capitalismo hacia la pandemia, pero sí creo que la pandemia luego, a posteriori, va a ser reutilizada y reimplementada por los grandes bloques de poder para que la paguen, los que siempre pagan el pato, y ahí si pienso que evidentemente continua esta guerra, esta tercera guerra mundial por partes. Que no es otra guerra que la de los ricos contra los pobres, es una guerra de los propietarios, contra el mundo de los pobres, pero también es una guerra entre propietarios. Y estoy seguro de que va a ser muy difícil, y habrá que pensar a los que nos interesa un proyecto emancipatorio, como se hace para que esta vez no sean los pobres los que paguen los costos de esta pandemia.

El capitalismo ha llegado a su fin.

Es difícil pensar esto porque como ya le dije si el capitalismo fuera sólo una economía, podría haber datos que hiciesen verosímil esta hipótesis, ya que va a quedar destruido gran parte del aparato productivo por las consecuencias que esto va a tener en el tejido social, por la imposibilidad de reinscribir a millones de personas de nuevo en la vida productiva, es lógico que para muchos se imponga entonces la idea de que vaya a surgir en la humanidad un nuevo movimiento anticapitalista. No veo una relación de necesariedad entre las dos cosas, más bien contingente.

Esto exigiría la construcción de una política previa y un sujeto político, además, correlativo a ese movimiento mundial, que optara por decir: bueno se acabó la vida dentro del capitalismo, ensayemos formas de vida que aún no han sido transitadas históricamente. Que ya tampoco son exactamente las formas de vida del socialismo del siglo XX, formas de vida que reconozcan cuales son las posibles ventajas de algunos aspectos del capitalismo y cuáles son las virtudes que tuvieron los movimientos igualitarios del socialismo, y se combinaran en una estructura nueva que por ahora es en parte desconocida por nosotros, aunque encuentra su legado más importante en los movimientos nacionales y populares que tuvieron lugar en la modernidad latinoamericana. En principio no veo un necesario cumplimiento, que nos exima de la construcción política, porque cuando se utiliza esa fórmula se está pensando en el gran colapso, en el gran desastre general, y no estoy seguro de que el capitalismo no subsista en un territorio Mad Max, por decirlo de algún modo.

- Centrándonos en la transformación de los sujetos en relación con las medidas de confinamiento, que ponen al descubierto determinados mecanismos que es necesario analizar. La crisis en el sector laboral a partir de esta situación, puestos de trabajo que podrían ser prescindibles, el teletrabajo que cuestiona los desplazamientos. La incertidumbre sobre las formas de la vida, los espacios de socialización pasarán al plano virtual, la educación. Todo lo virtual se ha exacerbado. También los encuentros sexuales han pasado sin demasiado inconveniente al plano virtual. Hasta donde todo esto va a afectar a los sujetos y a la forma en la que hacen lazo desde una perspectiva psicoanalítica.

Recordemos que el propio Heidegger años después de pensar en la angustia como afecto fundamental, el que revelaba a la existencia en su ausencia de fundamentos luego reemplazó a la misma por el “aburrimiento”. Hay que ver cuando uno es arrancado de su propia cotidianeidad y es arrojado a sí mismo, y tiene que volver sobre sí, surgen muchos planteos sobre lo que es la propia existencia y en que consiste su auténtico ser, no sólo la relación con uno mismo, si no la relación con los otros, con el propio proyecto, en suma, con el deseo. Por lo tanto, en este aspecto y por el momento no podemos anticipar nada, creo que vamos a tener que esperar muchas sorpresas, a raíz de lo que está pasando con este confinamiento. Aparecen múltiples preguntas: ¿Quién soy? ¿Qué hago? ¿Para qué estoy en esta vida? ¿A qué le dedico mi vida? ¿Qué es lo que hago con mi tiempo? ¿Con mi cuerpo? ¿Cuál es el sentido que tiene aquello que estoy haciendo?.

Creo que el confinamiento no se recubre sólo con la idea de que nos estamos protegiendo, si bien la solidaridad es muy importante, porque estamos tratando de contener la expansión del virus, luego está el sujeto en su singularidad radical con sus propias cavilaciones. Y cuando al sujeto se le interrumpe durante bastante tiempo la vida cotidiana y resulta que su relación con los otros se reduce a la relación virtual, y que pasa muchas horas él mismo, consigo mismo, ahí empiezan a suceder un montón de cosas inquietantes. No sería partidario de anticiparlas, porque pienso que nuestro trabajo va a continuar y vamos a tener que hablar de estos efectos. Además, no debemos olvidar de que estos efectos en la subjetividad se traducirán en efectos políticos. Esa traducción será enigmática, pero se llevará a cabo. Tendremos que ver cuál es.

Segunda Parte

Esta parte de la entrevista fue realizada vía correo electrónico por el equipo de Argentina Futura.

- La pandemia también puso en evidencia la falta de articulación regional y el debilitamiento de organismos como la UNASUR y el MERCOSUR ¿Es posible que después de esta crisis existan mayores niveles de consensos para pensar renovados proyectos de integración y cooperación latinoamericana?

Si algo ha demostrado está mundialización del capitalismo que llamamos Neoliberalismo es la destrucción de cualquier institución reguladora que se proponga no estar dominada por los intereses del mercado y las corporaciones. En el caso de América Latina siempre las derechas neoliberales han tratado de corroerlas y restarles cualquier ejercicio soberano. Pero la misma Unión Europea se encuentra en una crisis histórica de gran calado. La Europa latina, la Europa del Norte y la del Este no pueden encontrar una mediación que la aparte de sus intereses inmediatos. Es probable que esta pandemia deje a la Unión Europea herida para siempre. Ahora sería más necesario que nunca que existan organismos internacionales con la suficiente autoridad simbólica como para intervenir en la nueva reorganización del mundo que va a exigir la realidad. Pero la condición de posibilidad de las mismas es que las sostengan verdaderos Estados soberanos.

- Algunos pensadores como Agamben y Byung-Chul Han están preocupados por el uso político que se pueda hacer de la pandemia y la posibilidad concreta de que la excepcionalidad que impuso el COVID-19 se convierta en normalidad. De esta forma se abrirían las puertas para el crecimiento de estados totalitarios que ejercen un control social y digital total sobre la población ¿Qué opinión te merece?

América Latina podría valer como ejemplo. Es cierto que cualquiera que conozca la lógica implacable del biopoder podría afirmar que nos dirigimos a un nuevo estado de la sociedad de control. Pero además de la sociedad también existe la comunidad. Los medios a partir de los cuales surgen prácticas de cuidado en común no se pueden reducir a una lógica totalitaria. Las experiencias políticas de lo Común que intentan abrirse paso introduciendo algo nuevo en las inercias sociales nos hablan de nuevas posibilidades. De todas maneras, se nos impone cierta cautela. Debemos admitir que nos manejamos con armas de doble filo. Y se trata una vez más de una apuesta sin garantías.

- La historia de las grandes catástrofes nos enseña que muchas veces han sido parte esencial en los procesos de reconfiguración de la vida social. Las grandes crisis sacuden a las sociedades y las colocan frente a una pregunta fundamental: cómo sobrevivir juntos, qué nos une y qué es lo que nos separa, cuáles son nuestros intereses comunes, qué tipos de valores son los que predominan ¿Hay posibilidad de construir una nueva hegemonía respecto al rol del Estado, el valor de lo público y las salidas colectivas ¿es un momento indicado para cambiar radicalmente nuestras subjetividades y formas de concebir el mundo?

Lo que se afirma implícitamente en esta pregunta es lo que deseo que ocurra. Que en medio del trabajo de duelo que esta catástrofe exige surja un proyecto transformador que recupere la sustancia ética y emancipatoria de nuestros legados históricos. No está escrito que ocurra como una ley histórica que vaya a suceder inevitablemente, pero a veces "sólo en el peligro crece lo que nos salva".

Jorge Alemán (Buenos Aires, 1951) es escritor, ensayista y psicoanalista por la Universidad de Buenos Aires, donde fue nombrado profesor honorario. En 1976 se exilió en España y desde entonces vive en Madrid. Publicó más de 10 libros que atraviesan el psicoanálisis, la filosofía y la política. Desde 2004 es Consejero Cultural de la Embajada Argentina en España y fue nombrado por el Gobierno español comendador de la Orden de Isabel la Católica en el grado de Encomienda.

Fuente: publicación El futuro después del Covid-19